Las acciones y declaraciones de los
protagonistas del mundo laboral en los últimos tiempos confirmaron que las
cartas ya están a la vista en materia salarial.
Tal como ocurrió en los años anteriores, la discusión por los
aumentos está limitada para este ciclo, e, igualmente como entonces, merced al
acuerdo entre el Gobierno y el titular de la CGT, Hugo Moyano, pero con un
adicional importante: la crisis económica y financiera internacional, con un
sector empresarial en esta ocasión más intransigente.
La discusión actual, como no había ocurrido al menos en el
último lustro, está severamente condicionada por los riesgos que atraviesa el
empleo.
De todas maneras, es necesario recalcar que, así como
ahora hay duras restricciones y retracción económica, en los años anteriores
muchos sectores obtuvieron excelentes ganancias que les permitieron armar un
"colchón" que al menos puede morigerar los efectos de las crisis, incluso las
imprevistas.
En este marco, poco a poco y sin pausa fueron desalentándose
cifras como las que se barajaron en las negociaciones pasadas e incluso se
volvió a una fórmula a la que algunos sindicatos ya habían apelado pero que
pretendería imponerse de manera generalizada: la suma fija.
Y, en todo caso, si el panorama no oscurece demasiado, a
partir del segundo semestre retomar la discusión con la mecánica de los
porcentajes.
Igualmente, suma fija o porcentaje, en las últimas horas
volvió a pedirse moderación desde el Gobierno y, en absoluta sintonía, Moyano
dio nuevamente una pauta sobre lo que puede suceder en torno a lo que es ya una
tradición en las negociaciones, lo que se conoce como "caso testigo".
Al respecto, rescató el acuerdo de los maestros firmado con
la administración nacional —15,5 por ciento—, cuatro puntos menos al supuesto
techo generalizado impuesto en las paritarias anteriores.
En esta circunstancia quedó bajo el "cono de silencio" la
alusión a las negociaciones de los grandes sindicatos, como camioneros,
metalúrgicos, comercio o bancarios, por ejemplo.
Hay más de una razón. Puede ocurrir que en algunos casos esté
verde la negociación; que en otros se esté gestando una mejora que —como ya ha
ocurrido— merced a adicionales y otros ítems por fuera del salario básico se
supere el techo establecido o, también, que se haya estado esperando un primer
acuerdo, y más modesto, como en el caso de los docentes, para fijarlo como pauta
general.
Pero en medio del tembladeral planetario y de la
incertidumbre local, renació la intención de establecer el Consejo Económico y
Social, un ente en el cual convivirían funcionarios, empresarios y sindicalistas
y cuya misión será analizar, opinar y efectuar aportes a los proyectos de
carácter económico-social y laboral impulsados por el Gobierno, antes de ser
elevados al Congreso.
La iniciativa tiene su germen en el CES de España, creado
hace casi 20 años. Y los nuevos bríos para crearlo surgieron en el viaje a ese
país efectuado por la Presidenta de la Nación, acompañada por empresarios y
gremialistas, liderados respectivamente por Juan Carlos Lascurain y Moyano.
La idea es loable, pero hay que contemplar algunas cuestiones
para evitar un nuevo naufragio de un proyecto que sería la base indiscutible
para un pacto social, acuerdo al que nunca se pudo llegar en el país.
Ante todo, dejar claramente establecido que no es producto de
circunstancias políticas, en este caso en un año electoral fundamental. O sea,
no caer en el riesgo de que se impulse de manera estéril un proyecto o se corte
la cinta inaugural y luego de algunos brotes iniciales de entusiasmo el
organismo quede arrumbado entre las telarañas del olvido o la inactividad, como
en el pasado ocurrió cíclicamente con el Consejo del Salario.
Luego de asegurar que continuará funcionando y haciendo su
aporte más allá de las coyunturas, deberá garantizarse otro aspecto fundamental:
una amplia representación de los sectores.
En España, modelo del eventual CES argentino, hay tres grupos
—Primero, Segundo y Tercero— en los que están representados sindicatos,
empresarios y organizaciones sociales y profesionales. Conviven en el CES los
sectores grandes, medianos y pequeños, incluidas asociaciones de consumidores.
Pero habrá que prestar especial atención a un punto. En los
casos empresarial y gremial en España se establece que los consejeros pertenecen
a las organizaciones "más representativas" y se designan "en proporción a su
representatividad". Y también se rige la cuestión por las normas de "Libertad
Sindical". Aquí, aunque seguramente todos los sectores pelearán palmo a palmo su
asiento en el Consejo, puede haber una riña particular en el grupo gremial.
Si bien el reconocimiento oficial y formal es para la CGT que
conduce Moyano, no podrán ignorarse la existencia y representatividad de la CTA
y de la central paralela liderada por Luis Barrionuevo.
En España, en concreto, están en el organismo (en el Grupo
Primero) la Unión General de Trabajadores (UGT), las Comisiones Obreras (CCOO),
la Convergencia Intersindical Gallega (CIG) y la Solidaridad de Trabajadores
Vascos (STV). Es justo aclarar que indudablemente la inclusión de la CIG y la
STV responden a la particular historia política del país ibérico.
También están las confederaciones de Organizaciones
Empresariales y de la Pequeña y Mediana Empresa —Grupo Segundo— y, por el Grupo
Tercero, por ejemplo, la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores, la
Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos, la Unión de Pequeños
Agricultores, Armadores del Puerto, Cofradías de Pescadores, y organizaciones de
Amas de Casa, Consumidores y Usuarios, así como expertos designados por el
Gobierno.
Es de esperarse, entonces, que, aunque inevitable, la
discusión por los representantes sea breve o que la situación se defina antes de
que la creación del Consejo esté en el tramo final o ya aprobada.
Y, por supuesto, como se ha dicho, que haya una
representación cabal de todos los sectores de la sociedad, sin exclusiones, y
que, obviamente, no se cuele lo que comúnmente se denomina algún "sello de goma"
sin respaldo. Sólo así será posible tener un instrumento auténtico y adecuado
para ir trazando un camino verdadero hacia el imprescindible pacto social.
Luis Tarullo