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Cómo hacer para que vuelva la confianza

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EL GRAN DESAFÍO FRENTE A LA CRISIS Y LA FUGA DE CAPITALES
EL GRAN DESAFÍO FRENTE A LA CRISIS Y LA FUGA DE CAPITALES

    Con la fuerte y bienvenida señal de la presencia de la presidenta de la Nación en la mesa de negociaciones, el Gobierno ha querido durante la semana darle un dulce al campo, para reestablecer el clima de confianza, al activo que más necesita reconstituir. Difícil parada para una Administración que se resiste a creer que en ese defecto primordial está el germen de su propia crisis, aparecida aún antes de que se observasen en la Argentina los efectos devastadores de la situación global y, peor aún, porque desde Olivos se considera que es el mundo el que cambia a favor de sus propios paradigmas y que sus acciones al respecto son puramente defensivas y, por lo tanto, legítimas.

 

    A este respecto, existe también entre los agentes económicos y aún entre ciertos sectores medios, algo de desesperanza en materia de gestión: al Gobierno no se le ve demasiada uña de guitarrero para pilotar una crisis como la que se viene. En este punto juegan a favor de esa percepción algunos malos antecedentes de la administración kirchnerista, sobre todo en materia energética, agropecuaria y de seguridad, un tema que derivó en la semana en un conflicto de poderes, al menos desde el cruce de opiniones, nada menos que con la Corte.

    Lo sensible de la situación explotó primero con las declaraciones de Susana Giménez pidiendo la pena de muerte para los que matan, después con la Presidenta que ni siquiera mencionó el término inseguridad en el Congreso y más tarde con las derivaciones de la polémica que se entabló entre el Gobierno y los miembros de la Corte por la lentitud de los juicios a los represores, pero que marcan que las necesidades de la Justicia para avanzar de algún modo en el castigo a los delincuentes están acotadas, entre otras cosas, por cuestiones presupuestarias. En cuanto al grado de confianza en que aquí se maneje bien la crisis que está a punto de desparramarse, la sensación más generalizada es que es un problema de falta de equipos. O nadie planifica nada o no se comunica decididamente bien y hay alguien trabajando tras bambalinas y no se lo percibe. Pruebas al canto: no hay ministro de Economía y recién ahora el ministerio de la Producción parece que está en condiciones de tener cierto juego propio. Hoy, más allá de los planes para calefones o bicicletas no se observan líneas de acción profundas que tiendan a ponerle algún paraguas a la crisis, salvo la reunión conjunta que la Presidenta ha decidido encarar el lunes con los embajadores de la Argentina por el mundo, a quienes se le dará la misión de ser vendedores primordiales de productos argentinos.

    Las informaciones previas dicen también que Cristina Fernández les hará una bajada de línea sobre la realidad argentina actual, tema que ella aspira que sea comprendida, además, por todos los que conformen el Consejo Económico Social: "el gran desafío es que la dirigencia asuma el modelo", acaba de decir la Presidenta como una hipótesis de uniformidad de pensamiento. Y por eso, ella misma les explicará a los embajadores las bondades de ese mismo modelo, que se basa en premisas mercado internistas, intervencionistas y que propugnan el cierre de la economía y que hoy van a contramano de lo que esos mismos embajadores palpan en sus países de destino, preocupados por salir de la crisis con libre comercio y más mercado. Con ojo crítico habría que agregar, desde un costado eminentemente práctico, que los diplomáticos podrán ser leones vendiendo productos argentinos, pero siempre y cuando Guillermo Moreno y la ONCCA los autoricen, ya que en principio no podrán ser difusores de nuestras ventas de carne, leche o trigo, cuyas exportaciones están cerradas desde hace bastante por ese doble comando, que responde al verticalismo K. En relación a la desconfianza, no es ocioso recordar que la misma se empezó a gestar en tiempos de Néstor Kirchner, aunque la continuidad de su esposa ha sumado en los últimos tiempos varios hitos de difícil retorno, más allá de un episodio que ha sido clave en estas últimas semanas, cuando uno de los interlocutores con más llegada al poder, Julio De Vido, fue incinerado desde dentro de su propio gobierno, cuando se dieron a conocer las conversaciones ultrareservadas —a pedido de las autoridades— que había tenido con el presidente de la Sociedad Rural, Hugo Biolcati.

    "Después de esto, ¿cómo podrán tener confianza quienes decidan acceder al blanqueo de que alguien, en algún momento, no les cambie las reglas de juego?", decía hace unos días un lúcido analista para explicar el costado menos explorado de la indignidad cometida. En cuanto a las otras agachadas que han minado la confianza, ya casi no hay que referir el episodio de la manipulación de los índices de precios que ha costado la destrucción del INDEC, algo que como un virus imparable está atacando a todos sus indicadores. Tampoco ha sido gratuita la estatización de los ahorros de las cuentas individuales en las AFJP, hoy sostén fundamental de la recaudación del Estado, aunque ese proceso haya sido cerrado por Ley y que fueron muchos los legisladores que levantaron la mano para aprobar el latrocinio. Al respecto, fue sincera Cristina Fernández cuando admitió los graves problemas fiscales del Gobierno y le dijo a la Mesa de Enlace que de baja de retenciones no se puede hablar, aunque permitió algunos avances en temas colaterales que ya la semana anterior habían sido tirados sobre la mesa por las autoridades como hecho consumado, lo que había provocado muchísima bronca por entonces. Esta vez, apretados por las circunstancias, los cuatro negociadores del agro accedieron a ponerle la firma a un Acta de compromiso que las autoridades ya tenían redactada, pero sin consultarlo con nadie.

    Entonces, y como efecto colateral, y no porque no tuvieran mandato para hacerlo, la dirigencia agraria tuvo que soportar embates bien serios de sus bases, ya que la gente de campo tiene pocas ganas de volver a repetir experiencias que los dejaron quemados hace unos meses, cuando los acuerdos fueron seguidos por enemistosas dilaciones burocráticas, algo interpretado casi como una venganza por haber perdido la votación de la Resolución 125. Todos estos laberintos imaginados por quien teje y desteje la estrategia del Gobierno en clave de poder y de elecciones, Néstor Kirchner, han tenido como reacción generalizada a esa falta de confianza, un goteo más que incesante de fuga de capitales que este último mes se ha llevado, según cálculos preliminares, no menos de U$S 1.500 millones al exterior. Los temores son de tal calibre que hay quienes prefieren pagar la equivalencia a un dólar cercano a $ 3,80 para comprar acciones en la Argentina y, luego de mantenerlas durante tres días sin negociarlas, tal como lo piden las reglamentaciones en vigencia, las venden en Nueva York y las cobran en dólares. Más triste aún es que el grueso de las operaciones que se transan hoy en la Bolsa local son arbitrajes de este tipo, lo que hace que el volumen bursátil diario de operaciones genuinas sea muy inferior, por ejemplo, a lo que sortea el Quini 6 durante los fines de semana.

    Esa calesita, sumada a la falta de oferta de parte de exportadores granarios y aún industriales que se han quedado con menos mercados en el exterior, producto de la crisis, es la que hace que las reservas internacionales de la Argentina estén desde hace 45 días planchadas alrededor de los 47 mil millones de dólares. "Un encefalograma plano", ironizaba un economista que sigue esta variable, para describir el gráfico que surge de los números oficiales.

    La constante demanda de dólares y la corrección cambiaria que todo el mundo está haciendo a favor de la divisa estadounidense, ha llevado al Banco Central a soltarle un poco más de hilo al barrilete, con lo cual los precios se siguen elevando de modo permanente, tanto que ya muchos consideran superado el horizonte de $ 4 para fin de año, porque no ven condiciones fiscales sólidas hacia delante, estando como está el Gobierno en un año electoral que, se supone, lo llevará a tentarse con el gasto. Si se miran las series se pueden obtener interesantes conclusiones. Por ejemplo, que desde fin de agosto hasta hoy, el dólar ha subido 20% (de $ 3,04 a $ 3,65) y que esa rentabilidad le ha ganado holgadamente a su contendor tradicional, la tasa de interés, inclusive en cualquier período intermedio que se intente relevar. Además, en esos 194 días, la divisa sólo retrocedió en 22 ocasiones, lo que termina con el mito que Martín Redrado juega a la incertidumbre. Está claro que el mercado ya le ha tomado el tiempo al BCRA y sabe que esa curva tiene un solo sentido.

    Pero, además, hay una trampa que le ha puesto una soga al cuello a la autoridad monetaria, ya que cada vez que el Banco Central vende dólares, retira del mercado su equivalente en pesos y, en forma primaria, eso presiona hacia el alza las tasas de interés. Los cálculos de la City arriesgan que durante la última semana las autoridades debieron intervenir poniendo sobre la mesa no menos de 500 millones de dólares, lo que implica que se esfumaron de modo simultáneo del circuito más de 1.800 millones de pesos, dinero que probablemente los bancos recuperen no renovando vencimientos de Lebac. El problema es que si la mesa del Central no vende dólares, el precio se le va a las nubes por exceso de demanda y por casi la nula oferta que hay. En forma paralela, la presidenta de la Nación le ha pedido a las entidades financieras que bajen el precio del dinero para aceitar la rueda del consumo. Definitivamente, tal como están las cosas en materia cambiaria hoy, la cosa no es una cuestión voluntarista ni depende del todo de los bancos.

    El martes habrá otra reunión con los dirigentes del agro y allí volverán los dirigentes del campo, escaldados ante la reprobación de sus bases. Son sólo 4 versus 270 mil chacareros, no todos federados, quienes estarán a la expectativa al borde de las rutas. Los lugares que dependen de lo que gasta esa gente están transformándose en pueblos fantasma y habrá que hacer muchas cosas para devolverles la confianza. El gran desafío para el Gobierno es demostrar que puede cambiar, aunque por antecedentes hay quienes creen que el viraje ha sido sólo un maquillaje impulsado por la necesidad y que, en cualquier momento, el kirchnerismo volverá a escuchar la voz de su propia naturaleza.

Hugo Grimaldi

 

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