Si los exponentes del oficialismo fueran
sinceros por una vez, la coincidencia sería absoluta con el resto de la
sociedad: el adelantamiento de las elecciones obedece al convencimiento del
Gobierno de que la crisis se está acelerando a una velocidad mayor a la esperada
y que la situación en octubre estará mucho peor que en junio.
Que la modificación de las fechas de los comicios reportará
un resultado positivo para el kirchnerismo, por el momento es una incógnita.
Pero en la Casa Rosada, en Olivos y en El Calafate tomaron debida nota de la
aseveración del analista Jorge Giacobbe: "no hay que esperar hasta octubre para
que el oficialismo pierda la mayoría en ambas cámaras".
El cambio de escenario en la economía fue tan abrupto que
ni siquiera el INDEC pudo ocultarlo, apenas lo disimuló con su vigésimo sexto
índice de precios al consumidor consecutivo sospechado de manipulación
(aunque habrá que admitir que hace tiempo se traspasó el umbral de la sospecha).
Las mediciones privadas, o de otros organismos públicos como
el Banco Central o la AFIP, dan cuenta del cambio de tendencia que muchos venían
anunciando desde antes de la debacle internacional. El nivel de depósitos
bancarios creció en febrero un 10,2 por ciento interanual, inferior no ya a la
inflación real sino a los intereses negativos que debieron rendir esas
colocaciones. Desde noviembre, el crecimiento de la recaudación muestra una
desaceleración que el esforzado optimismo de Pezoa y Echegaray en las
conferencias no puede revertir, pero lo que es peor: tampoco alcanzó la
reestatización de los fondos previsionales para evitar que los ingresos
tributarios, si fueran corregidos por la inflación real, mostraran una caída.
La Asociación Argentina de Presupuesto lo describió con
claridad en su último informe referido a las cuentas de enero: "mientras las
Instituciones de la Seguridad Social (principalmente la ANSES) incrementaron sus
ingresos en un 53 por ciento, el Tesoro Nacional recibió un 15 por ciento menos
que un año atrás, y los organismos descentralizados perdieron un 7 por ciento
interanual. En el caso del Tesoro ello se debe principalmente a la significativa
merma producida en los gravámenes al comercio exterior, que ingresan en su
totalidad al mismo. De esta forma, de mantenerse esta configuración, el Tesoro
seguramente acentuará la tendencia a utilizar financiamiento intrasector
público, mediante la emisión de Letras".
Para la Universidad de Tres de Febrero, las expectativas del consumidor cayeron
en el segundo mes del año nada menos que un 20 por ciento, el Centro de Estudios
de la Nueva Economía de la Universidad de Belgrano advirtió que los docentes
deberían pedir aumentos del 19,5 al 28,7 por ciento para impedir la depreciación
de sus ingresos reales hasta el próximo llamado a paritarias en 2010 y el
economista Orlando Ferreres informó que la actividad industrial registró un
desplome del 10,3 por ciento en el segundo mes del año.
La suma de datos negativos de las diferentes facetas de la
economía es mucho más amplia que la expuesta con los pocos datos escogidos en
los párrafos precedentes. Pero estos alcanzan para poner en evidencia los
riesgos de que la crisis económica se traslade al plano político en un año
electoral. Es decir, la pesadilla de cualquier gobernante en el planeta.
El deterioro salarial docente coincide con una baja en los
niveles reales de transferencias de la Nación a las provincias en concepto de
coparticipación. El cuello de botella es la derivación lógica e inevitable de la
perversa relación fiscal de un país que insiste en llamarse federal: La Nación
recauda y las provincias pagan los servicios sociales. Conste que en "servicios
sociales" se engloba más que la Educación, y que si los gremialistas
provinciales de Sanidad no aparecen en las pantallas de televisión no significa
que el problema no exista.
Tarde o temprano, de manera pública o en negociaciones
reservadas, a los gritos o con buenos modales, los gobernadores golpearán las
puertas del Ministerio de Economía de la Nación. Como es costumbre, no será para
resolver la cuestión estructural sino para atender la urgencia... en un reclamo
que se repetirá cada vez con más frecuencia, si se tiene en cuenta que en el
primer bimestre las transferencias por coparticipación crecieron interanualmente
menos de la mitad que el 15,5 por ciento de aumento salarial acordado en la
paritaria docente. Y que es el segundo año consecutivo en que las transferencias
de recursos van por debajo de los incrementos salariales.
Por no atender el fondo del problema, volverá a producirse un
pedido insólito. La Nación asistirá a la provincia de Buenos Aires con recursos
que, en gran parte, le fueron delegados... por la propia provincia de Buenos
Aires. Eso es, ni más ni menos, la Coparticipación Federal de Impuestos. Lo
insólito no reside únicamente en lo absurdo de prestarle a un distrito recursos
que le son propios, sino que sus autoridades lo tomen como algo natural.
Los datos de producción y del sistema financiero son la
expresión en números de una incesante seguidilla de despidos, suspensiones,
adelantos de vacaciones y otras modalidades de la faz laboral de la crisis.
Pero, de cara a las elecciones, son el anuncio de un nuevo peligro: que las
protestas no se circunscriban solamente al sector agropecuario.
Si el resultado de su enfrentamiento con el campo puede
costarle al oficialismo la pérdida del control legislativo, ¿cómo atendería
de aquí a octubre las demandas cruzadas de docentes, padres y gobernadores?
La dualidad Nación recaudadora-provincias pagadoras lleva implícita una
derivación que agrada en Balcarce 50: los reclamos docentes no son a Cristina
Kirchner sino a los gobernadores. Pero en las provincias gobernadas por el
kirchnerismo esa dualidad desaparece y el impacto puede traducirse en una merma
en el número de diputados electos.
Pero además, ¿cómo evitaría que a la dirigencia agropecuaria
se le sumen otros sectores de la industria y el comercio?
En forma aislada, esas alianzas ya se pueden percibir en las protestas conjuntas
en el sur santafesino, primer lugar en el que la crisis del agro se trasladó al
sector industrial.
Y por último, ¿podrá el sindicalismo oficialista contener el
descontento de trabajadores arrinconados por salarios reales en baja y un
desempleo creciente? Quizás en la mañana del lunes 29 de julio puedan darse las
respuestas.
Marcelo Bátiz