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Espiritismo y otros divagues

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MONISMO PANTEÍSTA Y DUALISMO ESPÍRITU-MATERIA
MONISMO PANTEÍSTA Y DUALISMO ESPÍRITU-MATERIA

 

    ¿Qué significa monismo en la terminología filosófica? Christian Wolf, filósofo alemán, llamó “monistas” a los filósofos “que admiten un único género de sustancia”, comprendiendo en ellos tanto a los materialistas como a los idealistas. Pero aunque a veces esta palabra se haya usado para designar a estos últimos, el vocablo ha sido adoptado por los materialistas.
Ahora bien, se ve claro que, desde el punto de vista teológico, hay un solo paso para admitir la idea de que, de la mano del monismo espiritualista “todo es Dios”, alias: panteísmo.
    En otras palabras: el asqueroso, repugnante gusano es Dios (o “parte de un dios”), los virus, bacterias y protozoarios patógenos son Dios; todos los parásitos habidos y por haber de plantas, animales y hombre, son Dios; los insectos transmisores de terribles enfermedades como el mal de Chagas (vinchucas) y de la malaria y el dengue (mosquitos) son Dios; los carnívoros que persiguen, hieren, matan a sus presas son Dios; un cáncer que causa estragos en un organismo viviente y que hace sufrir intensa y largamente y mata a una criaturita de pocos años, es Dios. Los terremotos, maremotos, erupciones volcánicas que arrasan pueblos y ciudades enteras, las inundaciones por lluvias torrenciales, los huracanes y tornados que matan o mutilan a inocentes, son Dios enojado, en estado de furia que arremete contra sus criaturas tanto “culpables” como incautas.
    El Espíritu del mundo en forma de Dios (“un ser perfecto e infalible, según la teología judeocristiana), se arrepiente de su creación y envía un diluvio universal para matar “todo ser perverso” salido de sus propias manos, salvando tan solo a una familia justa y algunos animalitos buenos, según uno de los mitos bíblicos adoptados por Occidente como una realidad histórica. “Moraleja”: un perverso creador chapucero de un mundo maldito, “suma perfección” según así lo definen los teólogos (suma imperfección según la ciencia), es Dios.
    Ahora bien, si todo es Dios, según los monistas panteístas, este ente no puede ser calificado de otro modo que de un maldito indolente para con sus pobres y desvalidas criaturas inocentes. Sin embargo, si no todo es Dios, según otro enfoque, y el mundo ha sido creado por un Dios apartado del mundo, la cosa no cambia porque la creación contiene toda clase de cosas malas y repugnantes como hemos visto, y la mar de injusticias que, seguramente antes de la creación no existían. ¡Esta es la posición de los espiritualistas frente a la física!
    Por eso me da risa la posición de los espiritualistas de cuyo seno surgió el espiritismo tan cantado por los chantas y tan creído por los nescientes, pobres, que caen como “chorlitos en la jaula” y gastan dinero “al divino botón” a veces necesario si son pobres y enfermos, en zonceras como los libritos sobre espiritismo, o consultas personales a los “sabios” que cultivan esta pseudociencia.
    Bien, si ahora dejamos de lado el panteísmo y afrontamos el dualismo remitiéndonos a las cosas serias, nos encontramos otra vez con Wolf y su definición: “dualistas son los que admiten la existencia de sustancias materiales y de sustancias espirituales”. Esta idea, coincide con el concepto de Descartes que sería el verdadero fundador del dualismo, quién reconoció precisamente la existencia de dos diferentes especies de sustancias, la corpórea y la espiritual, por lo cual el inventor del dualismo sería Renato Descartes, pero aquí en este artículo me he propuesto borrar de un plumazo tanto el concepto de espíritu, como el de ¡materia!
    Bien, después de esta negación ¿qué nos queda entonces? A mi modo de ver, sólo formas de energía. ¿Energía? ¿Qué energía? Vayamos a otro enfoque.


¿Materia o espíritu? La eterna controversia

    Materialistas y espiritualistas, siempre se han desgañitado durante eternas controversias, desde la más remota antigüedad ¡hasta el presente! para clarificar esta cuestión.
    Veamos someramente algo sobre materialismo:
    “El materialismo cosmológico se caracteriza por las siguientes tesis: a) el carácter originario o derivable de la materia, que precede a todo otro ser y es su causa. b) La estructura atómica de la materia. c) La presencia en la materia, y por lo tanto en los átomos, de una fuerza capaz de hacerlos mover y combinarse de modo tal que dan origen a las cosas”.
    “Demócrito admitía que los átomos se mueven por su cuenta desde la eternidad” (Diccionario de filosofía, de Nicola Abbagnano, pág. 779). Su hallazgo fundamental fue el atomismo con el que trató de explicar el universo a través de la interacción de innumerables partículas indestructibles, eternas e indivisibles, que se movían constantemente en el espacio infinito.
    ¡Pobre Demócrito que vivió entre los años 480 y 370 a.C.! Si despertara hoy para encontrarse frente a frente con los colosales aceleradores de partículas que hacen trizas a los átomos, ¡se caería de espaldas!
    A su vez el biólogo alemán Ernst Haeckel, admitía además, que los átomos están dotados, aparte del movimiento, también de vida y de sensibilidad.
    Por su parte, el materialismo psicofísico, “consiste en afirmar la estrecha dependencia causal de la actividad espiritual humana de la materia, esto es, del organismo, respecto al sistema nervioso o del cerebro. Una de estas formas es la concepción de el hombre máquina por parte del francés La Mettrie, quién la usó como título de su famosa obra homónima (1748).
    Por su parte, el zoólogo Karl Vogt (1817-1895) en un escrito de 1854 titulado La fe del carbonero y la ciencia, afirmó que “el pensamiento tiene con el cerebro la misma relación que la bilis con el hígado o la orina con los riñones”. (¡Horror para los espiritualistas que, seguramente desearon matarlo!
    Continuamos con Abbagnano: “Otra forma más atenuada o, si se quiere, más distinguida de la misma doctrina, es aquella según la cual la conciencia es el epifenómeno de los procesos nerviosos... (Según Huxley), pág. 780.”
    Ahora bien, dejando de lado a todos aquellos pensadores e investigadores del pasado, invito al lector a recalar en mi propio concepto acerca de la esencia del universo (véase mi obra homónima editada en la ciudad de Buenos Aires en 1991, por Editorial Reflexión, pág. 234). En esta obra recomendable, explico con creces mi posición frente a los tradicionales contrarios: materia-espíritu. Allí digo, por ejemplo, que el psiquismo es un proceso físico más; que entre la materia-energía hay otra manifestación de la esencia del universo: el psiquismo (al menos en nuestro planeta entre incontables astros sin vida) y, en resumidas cuentas deduzco que en realidad no existe (fuera de nuestra mente que lo concibe), ni la materia ni el espíritu, sino tan solo ¡la energía! que es una de las manifestaciones de la (para nosotros) escondida esencia universal, y que puede producir psiquismo, es decir, lo que los espiritualistas denominan cándidamente: “manifestaciones espirituales”.
    En resumidas cuentas, la palabra espíritu que indica un concepto sobre algo simple, es un invento de nuestra mente que, asombrada, intrigada ante lo incomprensible que es la propia mente humana, echó mano de la fantasía para explicar desde su ignorancia lo que de ningún modo podía entender.
    Tan incomprensible es la complejidad del proceso psíquico y sus manifestaciones, que ante este fenómeno, el hombre se torna supersticioso y atribuye todo a un espíritu (entendido este como ser individual dotado de razón, alma racional).
    Así, por ejemplo, el principal error de Descartes ha sido considerar el pensamiento como independiente de la “materia”, para afirmar que existe el alma independiente del cuerpo, “que no necesita lugar alguno para su existencia ni depende de cosa material alguna”. (Discurso del método, 4ª. Parte), cuando en realidad el pensamiento se localiza en el cerebro (un lugar) y no se produce si falta aquello que se denomina “materia”, como el oxígeno, el carbono, el fósforo, el hidrógeno... y otros elementos componentes de sustancias químicas como energía “empaquetada” que aporta el torrente sanguíneo.
    ¿Qué pasa entonces con la conciencia si faltan esos elementos?, ¿esta se eclipsa?, ¿queda latente?, ¿permanece en “otro mundo”? ¿En ese “mundo” denominado espiritual que, si no posee “materia” a su alcance (alimentos, agua, oxígeno), no puede manifestarse (ni a sí misma), conservando su “yo” ahora inconsciente para sí misma? ¡Arduo tema tanto para los religiosos, como para los psicólogos creyentes en el alma inmortal que sobrevive al cuerpo!
    Aquí, en este punto, no le queda al creyente en el alma separada de la materia, otra cosa que cerrar los ojos y pensar en otro utópico mundo separado del que nos muestra la experiencia, que en todo caso penetra en este último, se le hace consciente, y ante la muerte corpórea, retorna a ese otro mundo inmaterial. ¿Recobrando la conciencia perdida? ¡Arduo tema para los espiritualistas y esotéricos de siempre! Religiosos orientales y occidentales anduvieron y andan por ahí, pensando estas cosas. En otra figura, podemos comparar este fenómeno con una ventanita que se abre al mundo material y se cierra luego para recluirnos nuevamente en el mundo material. En este paradigma podemos imaginar dos mundos que se excluyen: espiritual e inmortal uno, y material y temporario el otro. Este es un pensamiento que se viene arrastrando desde la más remota antigüedad. Lo que no combina es que, mientras por un lado se halla consciente lo espiritual, lo material permanece separado (alma y cuerpo según los dualistas) y cuando hay inconsciencia, desaparece lo material para esa conciencia, para quedar solo el espíritu pero sin saber que existe, es decir ¡desaparece la conciencia! (?).
    Esto significa que, durante un desmayo por causa de un golpe en la cabeza, el alma queda sin saber que existe.
    Por otra parte, durante el sueño, el alma parece volverse loca para deambular por lugares fantásticos; ora de alegra, ora se entristece, “ve” personajes que ya o existen, goza, sufre... ¿en otro mundo?
    ¿Cómo explican los psicólogos el fenómeno onírico? Cada uno a su manera, a cual más fantasioso, y no hablemos de los psicoanalistas, reyes de la ilusión.
    Por su parte, recordemos que algunos antropólogos, tentaron la hipótesis de que, el espiritualismo nació de los sueños. Durante el trance onírico, podemos ver y conversar con nuestros parientes fallecidos: padre, madre, hermanos... También con allegados que ya no existen. De ahí a la fantasía del espiritualismo y el espiritismo hay un solo paso.
    También podríamos preguntarnos dónde se encuentra el alma racional durante los sueños cuando estos son alocados o consisten en pesadillas que nos asustan o aterrorizan. ¿Será cierto entonces que el alma se vuelve loca durante estos trances? Y bajo los efectos de los estupefacientes y del alcohol, ¿qué pasa con el alma? ¿Se halla perturbada? ¿Acaso opacada? ¿A la espera que la sangre diluya las drogas en el cerebro para retornar a manifestarse lúcida? ¿Se trata, entonces, de un alma “va y viene”, que se oculta durante el sueño o se altera bajo los efectos de las drogas, para reaparecer lo más campante y reinstalarse en las neuronas una vez libre de los efectos de las sustancias químicas? ¿Y en aquellos que por un golpe en la cabeza, ataques cerebrales y otras causas, quedan inconscientes, el alma se esconde asustada a la espera de la normalización del cerebro para reaparecer tranquila cuando su “nido” (el cerebro) se recupera y queda en orden?
    ¡Qué extraño que los grandes pensadores filósofos (que he leído “a montones”) no se hayan percatado de este fenómeno anímico, que consiste en un alma que parece jugar a las escondidas, ocultándose cuando “las papas queman”, para reaparecer consciente y lo más alegre una vez superado el trance y cuando ya “no hay moros en la costa”, es decir, cuando el cerebro se halla nuevamente disponible, y tiene campo libre!
    Los psicoanalistas y espiritistas que “manejan” el tema del “alma” de las personas, me pueden ofrecer “mil” explicaciones del fenómeno, pero los bioquímicos y psicólogos serios van por otro camino y nos explican que ciertas sustancias químicas pueden alterar el “bailoteo” de protones, neutrones, electrones, quarks y otros elementos subatómicos pura energía psíquica que componen transitoriamente (mientras estamos vivos) la trama cerebral que los creyentes en los espíritus denominan alma, con el fenomenal atributo de, nada menos que: la ¡inmortalidad! cuando, por desgracia, todo eso se desmorona con la muerte.

Ladislao Vadas

 

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