Es un premio Pulitzer, suelen decir quienes desean destacar a algún escritor,
periodista u hombre de arte en Estados Unidos. Es la cima, el “oscar de la
palabra impresa.”
Joseph Pulitzer, un
inmigrante húngaro, derrochó decisión, creatividad, transparencia,
compromiso con la profesión que amaba: el periodismo. Es un premio que tiene
dignidad. Pulitzer enseñó periodismo y coraje. Fue un profesional con alma,
corazón, todo lo que le hace falta al periodista en la actualidad, y en
especial, imaginación, fidelidad
con los hechos.
Siempre
se la jugó Pulitzer a favor de las mejores causas. Fue un periodista
comprometido con la sociedad. Hizo escuela. El protagonismo se lo dejó a los
hechos, y estuvo en primera fila con el servicio a la comunidad, la enuncia,
el periodismo investigativo. Olfato, dedicación, respeto por la realidad y
que hay detrás de ella. No enviaba a dormir la siesta a la imaginación.
Pulitzer
no fue sinónimo de Show, pasarela, idiotez o banalidad. Fue definitivamente
el padre del periodismo moderno y en la Universidad de Columbia, fundó la
primera escuela, él un empírico
por naturaleza.
También
en Pulitzer está la leyenda negra y fue acusado de sensacionalista y
oportunista. Dos caras para una misma medalla. Su afán de venta originó para
algunos el amarillismo en los medios. Sólo constato parte de esta historia, y
que de seguro, Pulitzer hubiese hecho lo mismo. Está la leyenda negra del
amarillismo, del cual se retractó, en la guerra contra Cuba, en 1895 y su
audaz polémica contra Teddy Roosvelt por el caso de la compra de Panamá. Un
hombre de grandes batallas, fue Pulitzer.
Fue la punta del iceberg de toda una generación. La
devoción, con estilo, por una profesión, fue el retrato de este redactor
veloz, versátil, veraz. Atacó con firmeza la corrupción. Fue un hombre de
tribuna, editorialista de nota. Fue un innovador, creó la Primera Plana. Fue
un hombre de grandes portadas y utilizó con maestría la parte gráfica en la
noticia y destaque.
Fiel
creyente del reportero como alma de un diario. Mandaba literalmente a patear
calles, a traer la historia. El periodismo es un ejercicio con la verdad, los
hechos, y es lo que verdaderamente estimula un Pulitzer. Dedicación absoluta,
forma y contenido, hasta el último detalle, fue la consigna de toda su vida.
Levantó su imperio y murió ciego, pero nos deslumbró con la realidad.
Afortunadamente
la premiación no se restringe a las palabras, sino que trasciende a la música
y a la corporalidad de la dramatización. Son 21 categorías las premiaciones.
Son dos mil candidatos los que un selecto jurado debe examinar para definir
los ganadores.
Este año, la fiesta es para el periódico norteamericano Los
Ángeles Time, con cinco premiaciones. Los devastadores incendios de
California, arrasaron con los Pulitzer, una historia en llamas. La guerra
civil de Liberia, fue también galardonada.
La guerra, los conflictos armados, han estado en el centro
de las noticias y atención mundial. Pulitzer ha premiado el mundo al
instante, la historia en el campo de batalla, como en los tiempos de
Hemingway.
The
Wall Street Journal,
obtuvo dos premiaciones y The New York Time, otra. Estamos
hablando de dos de los más grandes e influyentes
periódicos de Estados Unidos. Guerras de hoy y de ayer, en los premios
Pulitzer. Los
periodistas Michael D. Sallah, Mitch Weiss y Joe Mahr, de "The
Blade", Ohio, por su reportaje de investigación sobre las
atrocidades cometidas por la "Tiger Force",
unidad elite
estadounidense, durante la guerra del Vietnam.
En el Pulitzer los periodistas son las estrellas y la
fotografía también tiene un lugar de honor. Ella conlleva riesgo, talento,
la creatividad en la acción, es el instante mismo, la realidad que no se
volverá a ver y que una fotografía no sólo recoge, sino conserva para el
tiempo.
Los periodistas David Leeson y
Cheryl Díaz, del "Dallas Morning News", fueron galardonados
por "fotografiar la violencia y la intensidad de la guerra con
Iraq".
La violencia está en el podium de los premiados y alza los
trofeos de estas guerras estúpidas, miserias y despojos humanos.
El cotizado premio del reportaje internacional recayó en
el reportero de "The Washington Post", Anthony Shadid,
por la información que cubrió en el lugar de los hechos y por el
"riesgo personal" que corrió en la guerra de Iraq.
Los premios no periodísticos,
fueron recibidos por Edward P-Jones, en
ficción, por el libro "El Mundo Conocido"; Doug
Wright, en drama por "Yo soy mi propia esposa"; William
Taubman, biografía, por "Khrushchev:
el hombre y su era", y Franz Wright (Alfred A. Knopf),
poesía, por "Caminando
hacia Martha's Vineyard".
En música el Pulitzer recayó en "Tempest
Fantasy", del compositor Paul Moravec, y en la categoría general de no
ficción, en "Gulag: Una historia", de Anne Applebaum.
Edward
P. Jones ganó el premio de
novela por The Known World, relato histórico sobre un negro libre que,
a su vez, explotaba esclavos de su mismo color. Una historia posiblemente
real, que marca nuestra época, como la guerra.
Rolando Gabrielli