El tema se está transformando en un
clásico de las autoridades: pasa por ratificar conceptos y maquillar anuncios
que el campo sigue sin entender por qué se realizan y quién se hará cargo de su
devenir.
Sólo que esta semana el Gobierno fue un poco más lejos y
mostró, casi en forma recargada, que la pérdida de tiempo y la extensión de los
conflictos, abriendo incluso nuevos frentes, son la gestión de gobierno más
genuina que ejercen los funcionarios de turno.
A esta altura, pocos dudan que el matrimonio Kichner se ha
especializado en el arte de disfrazar la inacción con un aluvión de discursos
vacíos de contenido y la difusión simultánea de medidas de dudoso alcance
que, cuando presenta alguna variación, es sólo para complicar más cualquier
escenario nacional, comenzando por el productivo.
De hecho y desde el lugar que le toque ejercer su militancia
y obediencia, Ricardo Echegaray ha dado sobradas muestras de su habilidad para
enmarañar hasta lo inimaginable. Esta semana no se salvó y por si eran pocos los
obstáculos para el comercio granario nacional, entró en vigencia una de las
resoluciones más contradictorias que haya pergeñado el disciplinado funcionario
de la Administración Kirchner.
Por si la intervención de mercados no resultaba suficiente
para mostrar cómo reacciona la cadena comercial cuando la transparencia sale de
escena, la flamante normativa se encargó de paralizar el circuito granario
en su conjunto, precisamente en momentos que el Gobierno insiste en que los
chacareros salgan a vender el capital que guardan en silos y acopios.
Esta semana, reconocidos referentes del circuito comercial
resumieron buena parte de la gestión de este Gobierno, al afirmar que se han
ocupado de "robar años, sueños y posibilidades no sólo de crecimiento sino de
desarrollo al país, sin ofrecer señal alguna sobre el devenir del futuro, más
allá de los vaivenes del mundo o la debacle de los mercados".
Así como se perdió, literalmente, el 2008, este año va camino
de idéntico destino: esta vez se corre el riesgo de perder muchísimo más,
comenzando por la todavía muy incierta campaña triguera, dato al que hay que
agregar otro derrumbe en las cosechas de maíz y soja, que reflejan el error
de las políticas oficiales a medida que avanzan la trillas.
Esta semana, cuando el Gobierno se mostró exultante ante las
cotizaciones de la soja y supuesta asistencia a la producción triguera, quedó en
la superficie una de las mayores contradicciones oficiales sobre las actividades
y el negocio agropecuario: la alegría fue inocultable porque se supuso que los
precios acelerarían la salida de la oleaginosa de los campos, después de haber
hecho del cultivo una causa y lucha nacional contra la sojización.
No se contempló, en cambio, que la estampida en los valores
se debe precisamente a la fenomenal caída que tendrá la cosecha sojera
argentina, que llevará, inevitablemente, a una reducción en la molienda, además
de una fuerte baja en las ventas externas de harina y aceite. Es curioso, pues
la posición es generalizada acerca de que el país se encuentra ante una de las
peores cosechas de soja en toda la historia, que, con suerte, se ubicará en u
rango de entre 30 y 32 millones de toneladas.
Otro dato no menor es que los chacareros tienen claro que
seguirán dosificando sus ventas hasta las elecciones, más allá de las buenas
cotizaciones y el financiamiento que precisa para arrancar con el trigo.
En números concreto, además, y con datos privados, el país
perderá 17 millones de toneladas de la oleaginosa, que impactará en una merma de
seis millones en el sector de molienda.
Por donde se analice el tema, el complejo sojero proyecta
tendencia alcista por la ajustada relación entre oferta y demanda mundial; las
arcas oficiales necesitan fondos frescos y, contrariamente a lo supuesto,
continúa la guerra contra el campo... que recién podría comenzar a desactivarse
después del 28 de junio. O no.
Mientras tanto, en el sector se profundiza la crisis,
provocada, entre otros males, por las abismales distancias que existen entre los
tiempos productivos y los que manejan los políticos que, casi como caprichosa
venganza, siguen jugando con los límites del sector.
Gladys de la Nova