Luego de la furia desatada en la tarde de ayer, algunas reflexiones al respecto. Tanto en la tragedia de Once de 2004, como la de la calle Pasteur en 1994, gran parte de la corporación mediática se lanzó en pos de un chivo expiatorio para expurgar las culpas de los reales responsables de ambas. Por eso, en la primera se endilgó el sayo de asesinos a los integrantes de la banda Callejeros, para obturar el dedo acusador que señalaba directamente al binomio Aníbal Ibarra & Omar Chabán, como bien puntualizaban los cantitos "ni la bengala, ni el rock & roll, a nuestros hijos los mató la corrupción", "Ibarra-Chabán, la tienen que pagar".
    Mientras que en la segunda, la elevación de la existencia de la inexistente Trafic bomba blanca o beige al rango de dogma de fe, es condición indispensable para fabricar al suicida musulmán monitoreado por Irán-Hezbollah, como bien lo demuestra el libro AMIA, la gran mentira oficial, de Christian Sanz y quien suscribe estas líneas (1).


Obediencia debida

    Por ende, siguiendo esta línea de pensamiento, es altamente estúpido inferir que las condenadas sin sentencia firma a dos años de prisión, las ex funcionarias municipales de la gestión ibarrista Fabiana Fiszbin y Ana María Fernández, obraron en este entramado por su sola obra y gracia, sin que el sensible Ibarra supiera nada de lo que sucedía ante sus narices.
    Este sitio demostró mediante sesudas investigaciones la oscura trama de la sociedad de hecho entre el ex jefe comunal porteño y el empresario Chabán, también integrada por Vilma Ibarra, en ese momento novia del ex jefe de Gabinete Alberto Fernández. La misma, amparada por el silencio cómplice de las coimas de algunos corruptos integrantes de la Policía Federal, le daba a Chabán un poder casi absoluto dentro del espectro del rock under, deshaciendo a piacere gracias a esta protección.
    Así, muchos músicos de bandas veían cómo, a escasos días de un concierto pautado en determinado local, el mismo era misteriosamente clausurado por inspectores municipales a órdenes de los citados funcionarios, con el espurio fin de que recalaran finalmente en Cemento o Cromagnon, regenteados por el mismo Chabán.
    En el acto del pasado 18 en conmemoración del ataque a la AMIA, al que asistió la presidenta Cristina Kirchner, concurrió también el cuento persa, apuntalado por gran parte de la corporación mediática desde hace más de una década, y apoyada por el kirchnerismo desde 2003. Poniendo a la Argentina en el peligroso papel de relaciones carnales con Israel, con todo el riesgo que ello implica.
    Entonces, en ambos sucesos luctuosos un espeso manto de encubrimiento dificulta el arribo de la verdad liberadora, aumentando el dolor de los familiares que no pueden llorar en paz a sus muertos.

Fernando Paolella