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Herr Blumberg

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CRÓNICA DE UN RECLAMO AUTORITARIO Y EXCLUYENTE
CRÓNICA DE UN RECLAMO AUTORITARIO Y EXCLUYENTE

   "¡Sin carteles, sin carteles", clamaron dos señoras de Barrio Norte cuando la columna del Bloque Piquetero Nacional ingresaba por Lavalle rumbo a sumarse al acto de Herr Blumberg. "Señora, ¿no leyó lo que dice?", le preguntó sin alterarse un peludo militante del Polo Obrero a una de las iracundas. La mujer levantó la vista y balbuceó algo inteligible. La pancarta en cuestión, se trataba de eso no de un "cartel", decía "Juicio y castigo. Disolución del aparato represivo".

 

    "Lea primero lo que dice, y dígame si está de acuerdo o no", prosiguió el rizado militante en su tono amable. Las dos señoras no respondieron, dieron media vuelta hacia un costado y se perdieron entre la multitud.

    Un par de metros más atrás, a la cabeza de la columna, marchaba Néstor Pitrola (Polo Obrero) junto a Vanina Kosteki, hermana del asesinado en el Puente Pueyrredón, Maximiliano. Un nutrido grupo de periodistas los rodearon, munidos de cámaras y micrófonos, pues la irritación de las señoras les vino como anillo al dedo. "Pitrola, si la convocatoria era sin carteles. ¿Porqué no hicieron caso?", inquirió uno de ellos. El aludido pensó dos segundos, lo miró pacientemente y contestó: "Respetamos el dolor del señor Blumberg, y creemos que acá hay mucha gente que tiene distintos puntos de vista. Hemos venido con familiares de víctimas de gatillo fácil, que no tuvieron la posibilidad de ser recibidos ni por diputados ni por jueces. Creemos que hay que romper las mafias policiales que están amparando el delito, también que hay que terminar con la justicia corrupta y planteamos la eligibilidad de los jueces. Tenemos nuestro punto de vista, y venimos acá como parte del movimiento popular". Pero el entrevistador insistía con la cantinela de los carteles, como aferrándose a un número impuesto de antemano. Quien escribe estas líneas, testigo involuntario de tan insólito contrapunto, recordó a un personaje de Todo x Dos Pesos que encarnaba Fabio Alberti. Se trataba de un periodista televisivo, un remedo de Longobardi, Laje y Hadad quien era calificado sin piedad como "pelotudo por donde se lo mire".

    "Así lo hemos hecho. No trajimos ni los carteles tradicionales de las agrupaciones ni nuestro esquema de seguridad, a pedido de los organizadores. Así que de ese modo venimos acá, y nos vamos a quedar escuchando y participando. Como todos".

    En ese momento se acercó otro irascible, enfundado en un elegante impermeable beige, quien le espetó a Pitrola: "¿A qué vienen? ¿A intentar copar el acto?". Pitrola no le contestó, sólo se limitó a mirarlo."¡Callate, Ruckauf!", le replicó otro militante del Polo Obrero, quien fue de inmediato llamado al orden por un compañero de fila.

    Unos metros más allá, Herr Blumberg comenzaba su alocución en medio de un clamor que llenaba los cuatro costados de la Plaza Lavalle. El austero y enorme edificio del Palacio de Tribunales, pareció agitarse desde sus cimientos.

    "Que interesante. En ningún momento menciona a la policía", indicó Pitrola cuando Blumberg aludía a "a esos menores que asesinan a nuestros hijos". Vanina Kosteki asintió con una sonrisa maliciosa, recordando indudablemente a los matadores de su hermano y de Darío Santillán. "¿No se estará candidateando a algún cargo político?", preguntó alguien cerca del dúo antes mencionado, cuando Herr Blumberg clamó "basta de listas sábanas". Unas risitas de aprobación sellaron el asentimiento de quienes escucharon esta ocurrente pregunta.


Una brecha de sangre

  
Hacia las 19:55 los integrantes del BPN resolvieron que era tiempo de marchar hacia Plaza de Mayo. Y lo hicieron en perfecto orden, en medio de unos pocos gritos desaprobatorios y algunos aplausos de quienes aún permanecían en la calle Lavalle. Al llegar a la histórica plaza, se encontraron con un camión atravesado de lado que haría la suerte de palco. En él, fueron subiendo las madres del dolor, aquellas mujeres que perdieron sus hijos a manos de la secta del gatillo alegre.  Fueron recibidas por el vozarrón de Raúl Castells: "Compañeros. Damos inicio al acto convocado por la Asamblea Nacional de Trabajadores por el juicio y castigo a los asesinos de ayer y de hoy y por el desmantelamiento del aparato represivo".

    Luego de sus palabras, Pitrola anunció la intervención de las madres y familiares antes aludidos que brindarían desgarradores testimonios. "¡Quiero justicia para mi hijo", dijo entre lágrimas una madre de un chico baleado por la Bonaerense. Los concurrentes al acto guardaban respetuoso silencio, roto luego por el cantito "lo sabía, lo sabía, que a los pibes lo mató la policía". Lo entonaban con furia para descomprimir la situación, pues muchos estaban al borde del llanto.

    A medida que avanzaban los testimonios, hubo algunos que no aguantaron y se largaron a llorar a lágrima viva. Como una nena de unos diez años, hermana de un pibe de 14 que fue asesinado por la sempiterna impunidad, situada un par de metros de quien escribe estas líneas. Lloraba en silencio, como no queriendo interrumpir las alocuciones que partían unos metros enfrente de ella. Este cronista le alcanzó un pañuelo, mientras una colega de Radio Universidad de La Boca atinó a estrecharla en sus brazos como para tratar de mitigar un poco tanto dolor.

    Castells intervino al final, advirtiéndole a Pitrola que se iba a extender un poco en su alocución. "A nosotros nos duele lo de Axel, comprendemos el dolor de Blumberg y de su mujer. Pero también nos duele el dolor de estas mujeres que dan la vida de sus hijos, producto de la degradación del capitalismo. Pero como son hijos de pobres, a nadie le importa un carajo, porque son hijos de obreros, porque viven en calles de tierra, en villas miseria.

    ¿A quién carajo le va a importar ella, si es morocha y pobre?", vociferó iracundo el líder del MIJD señalando a una mujer que se deshacía en llanto. "¿Vale más la muerte de un joven de Lomas de San Isidro, que otro de los barrios nuestros? Hasta la muerte es clasista en este país, se desviven por la muerte de los ricos y se cagan en la vida de los pobres", puntualizó en medio de atronadores aplausos.

    Cuando concluyó el acto, una razonamiento maldito quedó flotando sobre la cabeza de los concurrentes que se desconcentraban en absoluta calma. La existencia de una balanza horrenda que sopesaba, con tremenda crueldad, la vida de los seres humanos de acuerdo a su color de piel, cabello y ojos. Porque para algunos, también adscriptos a la corporación mediática nacional, moviliza más el crimen del hijo de Herr Blumberg, que el de los pibes de Floresta, los del Puente Pueyrredón y los del gatillo fácil. Como si también la Parca efectuaría distingos de clase o pedigree.

    Que atropello a la razón.

 Fernando Paolella

 

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