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Kirchner perdió más que una votación

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DESTRUYO LOS CODIGOS LEGISLATIVOS Y ABANDONO A LA TROPA A SU SUERTE
DESTRUYO LOS CODIGOS LEGISLATIVOS Y ABANDONO A LA TROPA A SU SUERTE

Los relatos que suelen partir de los actuales habitantes de Balcarce 50 son de color tan rosado como la fachada que enmarca la casa de los presidentes. Siempre desde allí las cosas se cuentan de un modo muy particular. Si son circunstancias económicas, se dicen medias verdades, dejándole al Boletín Oficial el relato de las malas noticias. Pero si son cuestiones políticas o actos de gobierno, los anuncios adquieren siempre una épica especial, ya que, en todos los casos, se trata de la lucha de los buenos contra los malos.

 

Allí, en ese ámbito de labor cotidiana, conviven quienes responden a Cristina Fernández desde lo institucional, otros que la acompañan por lealtad personal y unos cuantos muchos que la siguen y respetan por ser la "mujer de" y hasta se sospecha que no trabajan plenamente para ella, sino para el ahora diputado Néstor Kichner. En tiempos de Alberto Fernández y de Sergio Massa las afinidades eran muy notorias.

Conocido el juego y la lucha de intereses, todo lo que sale de la Casa Rosada es pasado por el periodismo por diferentes tamices. Sin embargo, en esta oportunidad, este viernes, al menos dos fuentes de ese ámbito que juegan partidos diferentes en la interna gubernamental, acaban de reconocer que fue efectivamente la Presidenta la que paró a su esposo el día anterior, en su misión suicida de negar la realidad que se vivía en la nueva Cámara de Diputados.

Fue bastante referido ya, la forma en que Kirchner en persona boicoteó los arreglos entre bancadas, tras haber arribado los negociadores a la mejor fórmula que se había podido conseguir en cuanto al toma y daca de cargos y de miembros para las comisiones, tarea que protagonizaron esencialmente los diputados Eduardo Fellner, Agustín Rossi, Graciela Camaño y el radical Oscar Aguad, entre otros opositores.

Las crónicas dicen que cuando llegó al Congreso el ex presidente jugó tan a fondo que pretendía romper todo y hacer caer la sesión especial de juramento de los nuevos legisladores, aunque en lo que no se ha hecho hincapié todavía es en el desprecio legislativo que recogió el novato diputado Kirchner entre sus pares de bancada, por el hecho de haberle dejado servido a la oposición el quórum propio, tras su berrinche estomacal.

Ocurre que cuando pateó el tablero y destruyó los acuerdos, los opositores a pleno estaban sentados en sus bancas. Al no haber ningún diputado del Frente para la Victoria en el recinto, retenidos por el mandato intempestivo del general que los llevaba al abismo, quedó en evidencia el desatino de la orden. "¿Por qué me tengo que comer yo el cartel de TN, si podíamos haber estado allí y no le dábamos ese caramelito a las fieras?", cuentan los cronistas parlamentarios que gritaba un diputado K en los pasillos, ante el alerta televisivo que rezaba: "Por primera vez en la era Kirchner, la oposición logra quórum propio".

Es probable, y las fuentes no lo han referido, que a la Presidenta también le haya hecho muy mal ver ese videograph televisivo, sobre todo por sus tantos años como legisladora en las dos cámaras y por su experiencia en códigos parlamentarios, pero lo cierto es que después de un llamado telefónico con la Casa de Gobierno, Kirchner hizo un puchero y mandó a la tropa al recinto bien tarde, cuando ya Camaño había arrancado la sesión, izado la bandera ante la ausencia de la legisladora kirchnerista que debía hacerlo y pasado la posta a Pinky, quien se dio el lujo de apurar sibilinamente por los micrófonos a los remisos, para que se sienten en sus bancas calladitos la boca.

Las miradas extraviadas del flamante diputado, signo de la ira de alguien a quien no le gusta perder a nada, el incómodo corsé al que lo sometió la banca que ocupó y los graves errores políticos cometidos que quedaron en evidencia ante propios y extraños, junto a la cara indisimulable de Rossi, marcaron un debut muy particular para el santacruceño devenido en bonaerense. Fue un derecho de piso terrible para el estándar ganador de Kirchner, que la oposición paladeó hasta el hartazgo, por aquello tan conocido sobre la siembra de vientos y la recolección de tempestades.

Es que el esposo de la Presidenta unos días antes había amenazado con "quédense con las comisiones que nosotros tenemos la gente en la calle", lo que había sumado algo de zozobra a la seguridad del Congreso, complementado con la acción de las barras que no se sabía para dónde podían disparar. Pero nada ocurrió y la fiesta terminó en paz y hasta el oficialismo y sus acólitos se olvidaron de victimizarse con la cantilena "destituyente", a la que suele apelar el Gobierno y sus seudo usinas culturales para condicionar a los interlocutores que piensan diferente.

En tanto, en la calle, unas equis miles de personas traídas en colectivos desde el Conurbano y estacionados en la Avenida Nueve de Julio -este cronista observó la circulación de un camión lleno de gente parada, bamboleándose por la Autopista- estuvieron con sus pancartas muy prolijamente confeccionadas tocando el bombo por un rato, frente al Congreso. Esos cartelones tan atildados contrastaron notoriamente con las telas raídas del banderaje de las organizaciones de izquierda que había acampado en la Avenida de Mayo un par de días antes.

Si el poder de movilización que pueden mostrar los intendentes y el sindicalismo es tan magro como el dispuesto el jueves en la plaza del Congreso, entonces habría que concluir que el mensaje no fue de apoyo al líder, sino que pretendía mostrarle cosas al kirchnerismo, como cuando la Presidenta decidió suspender el acto de la CGT: "nosotros ponemos la gente que queremos", pareció ser la advertencia.

Probablemente, en el tiempo que tuvo que permanecer en el recinto y en medio de la notoria parálisis que lo había afectado, el ex presidente se haya cuestionado si él había nacido para eso y probablemente también Kirchner haya contrapesado ese martirio con los fueros conseguidos, aunque estaba claro que quería hacerse lo más chiquito posible e irse en puntas de pie.

Y así abandonó el comandante en jefe el campo de batalla antes del final, herido por los cuatro costados, tras haber soportado una segunda paliza de votos opositores, que convalidaban determinar en una misma votación las autoridades de la Cámara y el contexto numérico de las comisiones. Los expertos en el Reglamento de la Cámara han opinado que la situación podía haber sido discutida y hasta ganada por el oficialismo, pero la baja moral de sus diputados casi no opuso reparos, salvo la vehemente participación de la chaqueña Sandra Mendoza, que se pareció más a un salvavidas de plomo para Kirchner y compañía.

Si después, por la noche en Olivos o al día siguiente, la decisión del diputado y la intervención presidencial trajo trifulca en el matrimonio, si el viernes llegaron a Mar del Plata juntos y separaron sus caminos que iban a terminar en El Calafate y si decidieron tomarse un respiro para repensar la relación política, con regreso de la Presidenta a Buenos Aires incluido, eso es harina de otro costal y dará mucho para las especulaciones, pero lo cierto que es que, pese a que se complementan de maravillas después de tantos años de hacer política juntos, esta vez la sociedad crujió.

La pregunta más relevante que surge después de toda esta situación, a la larga una suma de anécdotas que resulta bien importante desde lo político sólo para saber si el golpe hará mella en una persona que dominó la vida pública de la última media docena de años, es saber si hacia el futuro, a la hora de votar o de buscar consensos en el Congreso para rever algunas leyes controvertidas de los tiempos de la mayoría automática, habrá voluntad de la oposición en ir hacia adelante.

Esta vez toda la otra mitad -más veinte- se puso de acuerdo para marcarle la cancha a la hegemonía de tantos años. La bronca común hacia el personaje y en algunos casos la venganza, aglutinó las voluntades de ideologías bien diversas, algo que el Jefe de Gabinete, Aníbal Fernández definió en su idioma tribunero como "un rejuntado del que no hay que preocuparse". Con más propiedad, el ministro precisó que se trata de "un número ocasional" que "no piensa parecido" en línea con la opinión de Rossi ("la oposición constituyó una mayoría circunstancial") y de otros legisladores que hablan de "una decisión puntual, ya que ningún partido está en condiciones de imponer por mayoría un proyecto de ley" (Ricardo Alfonsín) o de la "construcción de ahora en más de diferentes mayorías para votar leyes diferentes" (Claudio Lozano).

El problema está en saber si el oficialismo tendrá vocación de sentarse a negociar cada cosa y si se avendrá a limar asperezas en temas urticantes, sobre todo cuando empiecen a plantearse leyes de tipo social o de normalización del INDEC, por ejemplo, sin contar con otras que la oposición pretende que se revisen (Ley de Medios) o directamente que se anulen (Ley de Emergencia Pública) o si se impulsará el veto presidencial ante cada traspié, como se amenaza, algo perfectamente constitucional, pero que le hará perder más peso político a la Presidenta, modalidad que puede iniciar una escalada opositora que pase por el llamado a consultas populares que no puedan ser vetadas o por mociones de censura cada vez que Jefe de Gabinete se presente en el Congreso, tal como lo prevé el artículo 101 de la Constitución.

Un escenario así será toda una pérdida de tiempo en futuras batallas, con energías que podrían canalizarse en la construcción conjunta, que podría darse también de modo transversal, ya que no es lo mismo lo que piensa el PRO, el socialismo, Pino Solanas, el cobismo o Elisa Carrió. Aunque seguramente será preferible la actividad, que un cono de sombra que surja de posiciones irreconciliables de todos los bloques. Lo peor que le podría pasar al Congreso de ahora en más es pasar de ser una escribanía a administrar la paz de los cementerios.

Por su lado, esta vez y a los golpes, el diputado Néstor Kirchner pagó un duro derecho de piso. Según ha dicho la diputada Camaño, la Cámara lo sometió a un disciplinamiento intensivo, ya que "aprendió que ahora está en un lugar donde se dialoga, se acuerda y se cumple lo acordado".

Kirchner ya pasó por esto con la marcha de Juan Carlos Blumberg del 1 de abril de 2005, tras el masivo acto del campo y el voto no positivo de Julio Cobos en julio de 2007 y con las elecciones perdidas en junio de este año y se ha visto que, en cada caso, encontró los huecos para reinventarse. Por lo tanto, no hay que esperar que de ahora en más se quede quieto, aunque con una sola prevención: la historia enseña que, cuando un general defecciona, la soldadesca inicia la retirada, con rapiña y deserciones incluidas.

Hugo Grimaldi
DyN

 

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