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El caso Pomar desnudó el caos de la inseguridad

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(Y LO TIENE A KIRCHNER COMO LASTRE)
(Y LO TIENE A KIRCHNER COMO LASTRE)

Los vasos comunicantes entre sistemas y el cuerpo humano es un buen ejemplo, hacen que el funcionamiento de cada uno de ellos se refuerce por empatía o se estropee por contagio, a una velocidad que crece a medida que se acentúa el deterioro. En la política pasa algo muy parecido, ya que cuando las hemorragias se extienden, cuesta mucho trabajo pararlas y si son tumores, mucho peor: las metástasis son implacables.

 

Durante la última semana, Daniel Scioli y Mauricio Macri vivieron en carne propia situaciones-límite y ambos mostraron una desaconsejable dosis de mala praxis en la tarea de contener los problemas, porque no sólo han tropezado feo, sino que la dinámica del envión hizo que al primer traspié le siguiera otro y luego otro, mucho más cercano en el tiempo, mientras que todo indica que así podrían seguir hasta que terminen de bruces contra el suelo.

El jefe de Gobierno porteño parece que podría tener un poco más de resistencia, ya que sus dificultades comenzaron más tarde en el tiempo, pero Scioli ya ha perdido la vertical y tiene el cuerpo a 45 grados. Es muy triste su caso y el gobernador se ha convertido en una sombra, porque en resguardo de su lealtad con Néstor Kirchner ha roto todos los manuales de la supervivencia política.

Así se lo ha dicho de mil formas diferentes su hermano José, quien era el secretario general bonaerense hasta que el viernes se vio obligado a renunciar, tras una serie de episodios de alineamiento con el Gobierno nacional que, combinados con una gran ineficacia en áreas clave de la Administración provincial, han mellado de plano la autoridad del gobernador y sobre todo su popularidad, algo que le había funcionado como reaseguro durante estos últimos años.

Estrictamente desde lo político partidario, en el repaso de los acompañamientos al kirchnerismo hasta el corazón del cementerio, la derrota del 28 de junio quedó como un baldón ilevantable para Scioli, después de haberse jugado como ninguno por un sistema ampliamente controvertido desde lo democrático, como fueron las candidaturas testimoniales. Para los críticos internos de tanto acercamiento al kirchnerismo también fue una vergüenza para la trayectoria política del gobernador haber recibido de manos de Kirchner la presidencia del justicialismo, no haber movido ni un papel mientras al ex presidente hacía el duelo y haber tenido luego que bajar la cabeza cuando NK reclamó volver y el Consejo provincial le rechazó la renuncia.

Pero el colmo para “Pepe” Scioli, para el propio vicegobernador Balestrini y para muchos intendentes del Conurbano fue la reforma política bonaerense que se aprobó el lunes pasado, con imposiciones del kirchnerismo para mantener la simultaneidad de las internas nacional y provincial, algo que no estaba contemplado en el proyecto original redactado por el vicepresidente del Senado, Federico Scarabino. “No es fácil para quien les habla aceptar algunas de las modificaciones”, dijo el legislador antes de tragarse el sapo y votar a favor de los intereses de Kirchner, quien pretende ir otra vez como salvavidas de plomo junto a los popes distritales de la provincia.

Sólo estos tres episodios marcan a las claras cuál ha sido el grado de fidelidad del gobernador con el matrimonio Kirchner, lo que le ha generado las más acérrimas críticas internas, algunas -según refieren allegados al entorno del gobernador- de elevado tono y gruesos epítetos en las calificaciones, sobre la relación “enfermiza” que viven la Nación y la Provincia. Traducido, el gran cuestionamiento en el entorno de Scioli ha pasado por saber -al mejor estilo de una escort- cuál ha sido la recompensa económica, tras haberle hecho a Kirchner tanto acompañamiento.

Y esto se observa bien a las claras en el padecer económico bonaerense, ya que en la provincia que le aporta casi la mitad de los recursos a la Nación el déficit sigue creciendo de modo desmedido (quizás con algo de exageración se habla de 15 mil millones de pesos) y se están terminando los fondos para cerrar el año. También fuentes de la Gobernación acaban de admitir que el aguinaldo de los empleados públicos corre peligro y son conocidas las dificultades que hay con los gremios de las áreas de Justicia, Salud y Educación, lo que augura un cierre de 2009 lleno de problemas, salvo que el Gobierno nacional llegue a tiempo con la asistencia, algo que algunos sospechan podría dilatarse hasta el extremo, para maniatar aún más al gobernador.

Como claro emergente de la pobreza de la actual gestión provincial está la situación de seguridad, un tema que pese a que desde la Nación se lo siga minimizando o escondiendo, le ha puesto una pesada lápida a la carrera política de Scioli. Los muertos que se cuentan día a día y el vandalismo de los delincuentes ya parecen resbalarles a los funcionarios, que apenas ponen cara de compungidos para la televisión, pero que no saben cómo esconder que la cuestión se ha desmadrado.

¿Incompetencia, mala voluntad, desidia, impericia política de la conducción policial, protección al delito, plan sistemático de raíz ideológica para que la sociedad baje los brazos o intentos de desestabilización? En relación a las causas, el manual de las hipótesis es muy variado al respecto, pero lo que está claro es que los afectados ya no están dispuestos a tolerar que la muerte los visité a diario y que saldrán a manifestarse frente a las autoridades, cada vez que se produzca una situación violenta. En la semana que pasó, los choferes de la línea 60 de colectivos se le plantaron el intendente de Escobar en su despacho, para pedirle protección, tras el asalto y el corte de un dedo a un colectivero en ese distrito. Y por último, se desentrañó el caso Pomar y sus detalles colmaron todos los casilleros.

Con la aparición sin vida de la familia a la vera de la ruta provincial 31, después de 24 días, quedaron al desnudo, detalles que hacen a la indefensión de los ciudadanos, sobre todo en relación a las acciones en las que el Estado tiene prioritaria responsabilidad y que van mucho más allá que volar una línea aérea o hacerse cargo de una fábrica de papel para diarios. En primer término, la “negligencia” policial que aceptó el ministro de Seguridad bonaerense, Carlos Stornelli, manifestada en rastrillajes poco profesionales y en el seguimiento de pistas alocadas -en las que colaboró decididamente buena parte del periodismo- se coronó cuando no se le prestó atención a un llamado al 911 policial que detallaba con precisión el lugar del accidente.

Tampoco puede dejarse de lado en materia de responsabilidad estatal, la paupérrima situación de la infraestructura vial de la provincia, con rutas llenas de baches, sin señalización ni horizontal ni vertical, sin banquinas y con el césped crecido. “Hay que ir a menos de 100 porque los pozos a los costados de la ruta son enormes y puede quedar una rueda adentro. Por eso, se viaja por el medio del camino y cuando viene otro vehículo de frente, todos esperan hasta el último instante para correrse a su mano. Y si alguien encandila, entonces la cosa se complica”, le contó a DyN un viajero habitual.

La infelicidad de Scioli amainó seguramente un poco cuando el titular de la Sociedad Rural, Hugo Biolcati dijo brutalmente en el devaluado acto del campo, el jueves en el Rosedal, que “no deberían descabezar a la Policía, deberían descabezar la Gobernación”, ya que surgieron réplicas durísimas en su favor desde el Gobierno nacional, aunque el propio gobernador se mantuvo cauto. A Aníbal Fernández, sobre todo, esas declaraciones le cayeron como anillo al dedo, ya que pudo superponer sus duras críticas a la supuesta vocación antidemocrática de Biolcati, a las que le propinó en el mismo sentido al flamante ministro de Educación porteño, Abel Posse.

Posse fue el gestor del penúltimo tropezón de Macri, quien había pilotado con poca cintura política sus dos primeros años de gobierno, hasta que le explotó en la cara el caso del topo Ciro James, un policía federal que se infiltró en el ministerio de Educación porteño para llegar desde allí a la nueva Policía Metropolitana. A partir de entonces, las críticas del kirchnerismo y el avance de la Justicia no le dejaron espacio y tuvo que cambiar a su ministro de Educación, Mariano Narodowski por Posse y darle un nuevo jefe a la aún nonata Metropolitana, Eugenio Burzaco.

Pero un día antes de asumir, el diario La Nación publicó un artículo del nuevo ministro con expresiones de su pensamiento más recóndito, sobre lo que él creía que la sociedad estaba pidiendo en materia de seguridad y de ocupación del espacio público, con un ataque ideológico muy fuerte al matrimonio Kirchner y a los “guerrilleros” que los rodean: “Reprimir es obligación del Estado en cuanto contención en acto del delito inminente”, escribió Posse y a Macri se le volvió a caer el mundo abajo. De algún modo, el Jefe de Gobierno había perdido algo la vergüenza de colocarse hacia la derecha del espectro y esas declaraciones lo dejaron a merced de los ataques de quienes usan la palabra “derechista” como un adjetivo descalificador.

Entonces, el jefe de Gabinete blandió la lanza, le arrojó mil improperios a Posse cuestionando su fe democrática y anticipó que el Gobierno porteño “va a tener algún dolorcito de cabeza con un personaje de semejantes características”, al tiempo que le reprochó al funcionario su supuesta vinculación con los gobiernos de facto. Aníbal F., un hombre de mil caparazones, omitió decir que cuando él era ministro de la producción de Eduardo Duhalde, Posse era el embajador en España de ese mismo gobierno y que siguió en funciones como diplomático hasta 2005, bajo la administración Kirchner.

Justamente, la gran diferencia a favor que tiene Macri en relación al infortunio de Scioli es que el bonaerense ha quedado preso, tal como se lo reprochara su hermano, de otro tropezador serial como es Kirchner, hoy de ínfimo rating ante la opinión pública y cuyo peor pecado es haberle transferido los desequilibrios que tuvo durante los últimos dos años a su propia esposa. Aunque también es verdad que hasta ahora el ex presidente parece ser el campeón de las remisiones, aunque por su personalidad también se le podría adjudicar, desde el diagnóstico, altas chances de reincidencia.

 

Hugo Grimaldi
DyN

 

 

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