La euforia que se vive en el negocio de los títulos públicos, de cara a un canje de la deuda en poder de los holdouts, contrasta con la crisis institucional y de poderes que se desarrolla desde hace tres meses en el país. Pero la realidad va marcando, para el común denominador de la sociedad, que existen problemas subyacentes de difícil resolución y que escapan a la agenda oficial, por desidia o por impericia.
Mientras el "establishment" y los políticos atienden su propio juego de naipes, la población enfrenta los efectos devastadores de una aceleración inflacionaria, combinada con un creciente desempleo y empleo informal, más un crecimiento vertiginoso del número de crímenes.
Una vez más la sociedad debe luchar sola frente a la inflación, la inseguridad y el desempleo. Una vez más, la dirigencia política le da la espalda a la sociedad y juega su partida. Una vez más, la sociedad desamparada...
Mayor inflación, mayor pobreza, mayor marginalidad, mayor inseguridad, mayores quebrantos, menor acceso a educación y a salud. Los costos son enormes, multimillonarios, en términos monetarios. Generacionales, en términos humanos. Pero las miserias políticas llegan al paroxismo. Después de haber fracasado con modelos económicos que llevaron al país a la ruina, insisten con esos esquemas y están sentando las bases para una nueva crisis.
Con el primer cuarto del año absolutamente dilapidado en reyertas estériles, caprichos proselitistas y discusiones bizantinas, gobierno y oposición buscan "afanosamente", ganar tiempo, para evitar enfrentarse con la realidad.
Mediante cortapisas y la ayuda de la herramienta propagandística oficial, apuntan a no resolver el conflicto institucional. ¿Cuál es el objetivo? Llegar a mayo con la fanfarria del "Bicentenario". Luego hacia mitad de año, con la atención social derivada hacia el Mundial de futbol. Más tarde, el receso invernal y por último, prolongar la pelea para arribar a un escenario que se meterá de lleno en la carrera hacia las presidenciales de 2011.
Gobierno y oposición quieren bajar la persiana y encapsular la realidad bajo sus propios intereses. El gobierno busca seguir administrando por decreto y apela a las reservas y a la emisión monetaria para mantener la ficción. El primer síntoma, es la hiperliquidez del sistema financiero que ya no puede ser absorbida por los instrumentos de esterilización que dispone el Banco Central y que paralelamente mantiene un tipo de cambio ficticio, lanzando más dinero al mercado. El ilusorio "boom" de consumo es financiado a tasas exorbitantes por esa hiperliquidez.
El segundo síntoma es el desborde del gasto público para mantener activo el clientelismo de subsidios y prebendas, alimentado por el BCRA mediante la transferencia de sus utilidades contables no realizadas, y a través de adelantos transitorios al Tesoro, agregará más dinero en el mercado.
En otros términos, para mantener la ilusión, el gobierno echa más combustible en la hoguera. La oposición va en un camino similar. Lejos de repudiar el uso de las reservas, está de acuerdo, sólo que cuestiona la metodología de los DNU. No cuestiona, la emisión monetaria, los adelantos al Tesoro y mucho menos el déficit fiscal. Lejos de escuchar los reclamos de la población, insiste en los vicios del modelo. No se plantea derogar impuestos distorsivos sino que apunta a pelear el reparto de la torta fiscal, para tapar y enjuagar los déficit provinciales.
Pero nadie se pregunta cómo, con la presión fiscal en el 30 por ciento, la más alta de la historia, todavía la Argentina presente déficit en sus cuentas. ¿Qué pasó con el dinero que ingresó durante los años del oro verde? ¿Dónde están los millones de dólares de las retenciones? ¿Dónde están los montos cobrados indebidamente a empresas por la no aplicación del ajuste por inflación y la no actualización de las bases imponibles en tributos personales? Nadie rinde cuentas y nadie exige rendición. Gobierno y oposición son la cara y la ceca de una misma moneda.
Miguel Ángel Rouco
DYN