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El mensaje de la Iglesia contrastó con las peleas de la dirigencia

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MENOS PROTAGONISMO Y MÁS DIÁLOGO
MENOS PROTAGONISMO Y MÁS DIÁLOGO

Como mensaje para la Semana Santa, el arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, acaba de advertir que el pueblo "está cansado" de la agresión, los enfrentamientos, la destrucción y la calumnia, al recordarle a los sacerdotes, en una carambola a varias bandas, que los fieles quieren ser conducidos por pastores con "paciencia y mansedumbre" y no con la violencia de la mentira y la "crispación".

 

Pese las dificultades que vive la institución puertas para adentro, no parece probable que el cardenal le haya efectuado sólo a los curas en este pedido Pascual de serenidad. ¿O es que acaso a los gobernantes, opositores, sindicalistas, empresarios, al periodismo, los maestros y los padres, en fin a todos los demás dirigentes de esta Argentina tan convulsionada de hoy, no les cabe el mismo sayo?¿O acaso cuando el oficialismo niega la inflación, no tres veces como cuenta la Pasión que hizo Pedro con Jesús, sino decenas, su burla no es un cachetazo a toda la sociedad, pero especialmente a los más humildes? ¿O cuando la oposición se junta sólo para oponerse, sin proyectos alternativos, no está sugiriendo quizás la idea de que lo hace para limar la institucionalidad?

El grave mensaje cardenalicio tuvo además el correlato del habitual llamado al diálogo hasta ahora nunca ejecutado, algo sin dudas muy "difícil" de conseguir porque, según Bergoglio, dialogar presupone "ponerse en el lugar del otro y dar pequeños pasos hacia el encuentro, una cosa que nos hace bien a todos", dijo.

Es más que evidente que la simple observación de la falta de consenso en las cosas de la política, de los manejos arbitrarios de la economía o de las inequidades sociales que se profundizan, le deja a diario mucha tela para cortar a quienes, como la Iglesia, se sienten con la obligación de ayudar a sosegar los espíritus. Ya no tanto para expertos eclesiales, sino para estudio de sociólogos, hay que apuntar que en el proceso que se vive en la Argentina de estos días, no sólo los dirigentes no se dedican a dialogar, sino que tampoco hacen gala de "mutismo", que sería la antítesis del concepto "diálogo". Es decir que no se converge, sino que además se diverge y ya se verá si ha sido porque el kirchnerismo se ha vuelto a ensoberbecer, en una especie de resurrección que le ha vuelto a dar aire después de haber pasado a la ofensiva durante marzo o porque los opositores, en su dispersión, se han apichonado y replegado, tras haber conseguido algunos logros legislativos.

Durante la última semana, varios fueron los temas que profundizaron las diferencias en materia de conducción del Estado y buena parte de ellos tuvieron su correlato de irritativo bochinche, lo que el cardenal Bergoglio ha criticado desde su prédica.

 

Peleas dialécticas

 

La Comisión de Presupuesto y Hacienda de la Cámara de Senadores fue receptáculo el martes de una de las peleas dialécticas más virulentas de los últimos tiempos, algo que fue mucho más allá de las pullas habituales y chicaneras que se lanzan oficialistas y opositores en el Congreso. El ministro de Economía, Amado Boudou y el senador por Jujuy, Gerardo Morales se cruzaron a los sablazos, sin miramientos y con saña. Este último lo amenazó al ministro con una denuncia penal por haber firmado el Decreto de uso de Reservas y Boudou, en una sobreactuación para vaya saber qué público de la interna, reaccionó y casi le ordenó que se calle, debido a sus antecedentes políticos como ex ministro de la Alianza, situación que después amplificaron el ministro del Interior, Florencio Randazzo y otros connotados kirchneristas. La vocación fascista, que no es de derecha ni de izquierda, de algunos miembros del Gobierno lo ha puesto a Morales, que bastante tiene en su provincia con Milagros Sala, en el Index oficial de los que no pueden hablar, porque perteneció a un gobierno, le refriegan, que salió de la escena política en helicóptero. Es como si el matrimonio Kirchner hoy tuviera que hacerse cargo de las veces que recibió a Carlos Menem en Santa Cruz o de sus apariciones estelares en la misma boleta sábana que encabezaba el ahora estigmatizado ex presidente y que, por ello, tuviese que resignar su opinión. Pero ni lo que Randazzo y Boudou dijeron es estrictamente de su cosecha, sino que lo han escuchado en Olivos, tal como el economista supo que era bueno apuntar que la culpa de la inflación es de los comerciantes y los empresarios y que la motoriza el diario "Clarín".

Este punto de querer explicar lo inexplicable sin poder nombrar la palabra maldita y de colgar las culpas en el otro es una de las fuentes centrales de discordancia del Gobierno con la sociedad y lo que tiene a maltraer a los funcionarios más sensatos de la Administración. Y mientras buscan eufemismos para marcar las "tensiones" y dicen que "no son generalizadas", tal la definición del fenómeno inflacionario, éste convive con la gente y desgasta el bolsillo, lo que deja las explicaciones a la altura de una simple fábula. Para colmo, los argumentos contradictorios que el ministro Boudou tiene para todos los fenómenos del manejo económico, ya se han salido de los carriles del día a día y hasta de las pujas académicas entre ortodoxos y heterodoxos: se hace difícil seguirlo. El funcionario sostiene que hay superávit fiscal, pero pelea a brazo partido para hacerse de las Reservas y se juega a que crecerán las exportaciones y el superávit comercial, mientras que el tipo de cambio está anclado como único lastre antiinflacionario y marcha hacia un ostensible atraso, sin contar con el problema que ahora produjo China al cerrar sus compras de aceite y que es posible que el campo no liquide toda la producción granaria de soja, lo que bajaría la recaudación por retenciones. Los fabricantes de silos-bolsa dicen que este año tienen pedidos récord, ya que la idea de los chacareros es liquidar lo imprescindible para pagar los gastos, cambiar la pick-up y no mucho más y dejar el resto almacenado y sin vender.

Por supuesto que Economía proyecta un crecimiento de 6% para este año, con cierto consenso de los economistas privados, pero nada dicen el ministro de los golpes que sufrirá la distribución del ingreso, debido al fenómeno inflacionario, mientras se preocupa por mostrar la suba de la recaudación, sin mencionar que al mayor IVA lo motoriza el aumento de los precios. Pero, además, Boudou minimiza la suba del gasto destinado a sostener la "demanda agregada", tal la letra que suele esgrimir la Presidenta casi como un caballito de campaña electoral, quizás con la secreta esperanza de acotarlo, tal como hace el amante de las novelas románticas que busca sacar a su chica de la prostitución, sin tomar en cuenta que Juan Sourrouille y Roque Fernández nunca tuvieron éxito con sus jefes políticos cuando quisieron hacer lo mismo.

 

Resistencia al ajuste

 

Por otra parte, los expertos suponen que el Gobierno no va a echar mano a políticas antiinflacionarias que combinen instrumentos de política fiscal, monetaria, cambiaria y salarial, ya que a eso lo llama peyorativamente "ajuste" y que, a lo sumo, lo que puede ocurrir es que se intente frenar la inercia del crecimiento del gasto, bajando su ritmo, hoy por encima de 30%, por debajo de las subas mensuales de la recaudación (23%). Es lo que intentaría hacer Boudou, sin que nadie lo note demasiado.

Lo que sí podría instrumentarse con relativa sencillez y rápidamente en el tiempo es una serie de medidas del Banco Central destinadas a revitalizar el crédito, específicamente dirigidos a empresas que se comprometan a usar los fondos para inversión. Desde ya, que la idea oficial es que haya algún tipo de subsidio de tasas para los bancos (10% anual a lo sumo) y cobertura de plazos (de 5 a 10 años), lo que en buen romance significa volver a la vieja práctica de prestar a tasas negativas. La variante nada novedosa que se estudia en el Central es otorgar esas líneas a los bancos contra los títulos públicos que tienen en cartera, lo que significa que el BCRA será finalmente acreedor del Tesoro, a cambio de nuevos pesos emitidos para la ocasión.

Pero no todas son controvertidas para Boudou. El ministro hoy tiene todas sus fichas puestas en el canje de la deuda y ya piensa en arreglar con el Club de París, si es necesario pagando todo de una vez. El casi seguro cierre de la operación le ha vuelto a dar aire político en Olivos, aunque no parezca que los fondos-buitre de hoy sean mejores o diferentes a los de 2005 y a que habrá que estudiar de dónde salen y de cuánto son las comisiones que percibirán los bancos organizadores, sustento de la intemperancia que las usinas oficialistas derrocharon en la semana contra la administración de Mauricio Macri.

El gobierno porteño acaba de endeudarse, antes de que lo hiciera el gobierno nacional, en U$S 475 millones a 12,5% anual de los cuales 300 millones financiarán las expansión de las líneas de subterráneos. Más allá del volumen de comisiones, la crítica principal apunta hacia el costo del crédito, ya que se piensa que si se hubiese esperado al canje nacional, la tasa podría haber sido menor. No obstante, ese sobre costo no le es imputable del todo a Macri, ya que el riesgo-argentino sigue a más del doble del brasileño o el chileno. Sin embargo, desde el PRO se señala que los palos que recibieron durante los últimos días tuvieron que ver con cierta bronca interna del kirchnerismo por haberlos primereado con la salida a los mercados, pero también como represalia ideológica por haber avanzado en cambios en el Código Contravencional, no sólo por la imposición de penas a cuidacoches y limpiavidrios, sino porque no se permitirá más salir a manifestar con la cara cubierta, a la inversa de la tolerancia que muestra el gobierno nacional.

Como se observa, la administración porteña tiene los mismos vicios y usa las mismas muletillas que kirchnerismo más puro, a la hora de embarrar la cancha para disimular las discrepancias. Justamente, tanta preocupación del cardenal Bergoglio para decir lo que dijo sin que se note demasiado que habla de los gobernantes, le trajo a su diócesis y a los porteños un nuevo dolor de cabeza y así Buenos Aires, la ciudad que prohijó el movimiento de Mayo, se va a quedar afuera desde la órbita nacional de los actos centrales del Bicentenario. El Tedeum del 25 de Mayo finalmente se hará en Luján, porque su madre y su hermana así se lo pidieron a la Presidenta y porque el arzobispo de la Basílica consagrada a la Virgen Patrona de la Argentina, monseñor Agustín Radrizzani, no será del palo, pero resulta mucho más confiable para el kirchnerismo que el titular de la cúpula episcopal. No sea cosa que el cardenal se encarame al púlpito de la Catedral Metroplitana y que diga lo que nadie le quiere oír en directo, con Macri en primera fila.

 

Hugo Grimaldi
DyN

 

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