Para analizar la realidad cotidiana, es
imprescindible leer diario Clarín. No es por amor, ni siquiera por
espanto, pero la atenta lectura de sus artículos es un rito casi necesario para
comprender el pensamiento de una buena porción de la clase media argentina. Para
sus muchos detractores, el autodenominado gran diario argentino no sería
más que una morigerada versión criolla del Pravda soviético. Una usina
de información y opinión que en su larga existencia hizo temblar a muchos peces
gordos y pesos pesados, manejado con mano de hierro por la eterna viuda
Ernestina Herrera de Noble.
No siempre oficialista, a veces equidistante del poder
político, pero siempre temido y tenido en cuenta por él, Clarín tiene con
el matrimonio Kirchner una relación ambivalente. Desde su asunción, cantó con
efusividad las mieles que venían montadas en los sureños mandatarios. Todo muy
lindo, hasta que a principios de abril la indignación popular coronó como nuevo
e inusitado campeón a la ignota figura de Juan Carlos Blumberg. Y las huestes de
doña Ernestina sintieron que algo se había quebrado: el embelesamiento de la
opinión pública por el entonces presidente símil pingüino patagónico.
Formadores de opinión
Pero en algo que posiblemente no variarán ciertos muchachos
de Clarín es la defenestración constante del fenómeno piquetero. Sus
plumas más dilectas hacen cola para pegarles desde los cuatro costados,
seguramente cumpliendo directivas emanadas de órdenes muy superiores. A veces,
esa suerte de leyenda negra roza los ribetes del ridículo; sobre todo cuando
apelan a la ecuación sempiterna piqueteros = caos de tránsito.
El domingo 16 de mayo de 2004, esta suerte de guerra de zapa
contra los integrantes de las mencionadas organizaciones de desocupados, hizo su
aparición de la mano del redactor Julio Blanck. Su artículo titulado
Campeonato de guapos en el Partido Piquetero no tiene desperdicio pues posee
unas interesantes perlitas que se desgranarán a continuación.
“Cuando se enojan dicen cosas horribles de los empresarios,
de los políticos y del capitalismo. Cuando están tranquilos, también. Pero nunca
se sulfuran tanto como cuando pelean entre ellos, deporte que practican con
fervor dialéctico y, a veces, con efusividad física de sus seguidores”.
Traducido: los piqueteros se la pasan, además de cortar calles y rutas,
puteando a todos y a todo y cagándose a palos entre ellos. Y seguramente, a
Kosteki y a Santillán los mataron ellos mismos según sostenía la buena gente del
"tándem fascistoide" Infobae, Radio 10, Canal 9.
“A ellos, jefes de las múltiples alas del Partido Piquetero,
Kirchner los tiene confundidos. El Presidente los mima, les pasa la franela,
aconseja comprenderlos. Pero les mete cizaña al repartir desparejo la ayuda
social y apostar al desgaste de sus protestas”. El juego dual de Kirchner,
brillantemente expresado por Blanck, es sólo una muestra más del sempiterno
modus operandi del justicialismo; que adoptó en su larga historia muchos
usos y costumbres de sus ex enemigos conservadores.
Luego, desgrana las personalidades uno por uno de los
integrantes del mencionado Partido Piquetero. Luis D´Elía, Néstor Pitrola, Raúl
Castells, Juan Carlos Alderete y Roberto Martino son diseccionados por la pluma
de Blanck que no ahorró ningún recurso literario para dejarlos mal parados. Por
ejemplo, de Pitrola dice que “es un troskista veterano que acaba de perder
por goleada la elección en el gremio gráfico ante el eterno Raimundo Ongaro.
Se ve que la derrota le rebotó en la piel, porque él sigue como si nada. Entre
los funcionarios tiene fama de ser un tipo con el que se puede hablar pero es
muy difícil ponerse de acuerdo. Hace poco se sentó a comer con Mirtha Legrand y
se aguantó los reproches de La Señora por las caras tapadas y los palos. Eso no
le impidió dar cuenta de los agnolottis, el pescado y el helado”.
Sólo un par de cosas luego de la lectura de esto. El eterno
Raimundo Ongaro es un típico pesado del sindicalismo vernáculo, que gana
elecciones con métodos de la vieja escuela. Los mismos que horrorizarían a La
Señora, pues la bienpensante Legrand se llevaría las manos a la boca si se
enterara como la patota ongarista “convenció” a integrantes del Polo Obrero hace
unos días atrás. Sucedió que Ongaro, embriagado por su victoria, despidió a 13
trabajadores por votar y pertenecer a la opositora lista Naranja Gráfica. En
repudio de este atropello, se organizó un acto en la sede de la obra social,
sita en Belgrano 2530, el viernes 14 a las 16 horas. A poco de comenzar el
mismo, se hizo presente una patota de la comisión directiva y matones
contratados, que contaban incluso con protección policial. Pero estos no se
contentaron con gritar e insultar, sino que optaron por algo más contundente.
Como una lluvia de piedras, y una de ellas impactó en la cabeza de una mujer que
se llevó a su casa tres puntos de sutura.
Por supuesto, nada dice de esta “hazaña” el bueno de Blanck,
pues el diario en que escribe se limitó a dar por cierta la versión de los
agresores. No es la primera vez, pero tampoco será la última que los lobos se
disfracen de corderos para tener buena prensa.
Buena prensa que, hábilmente manejada por los autoadjudicados
formadores de opinión, empalidecería de envidia a los mismísimos buenos
muchachos fundadores de Pravda.
Fernando Paolella