Como en esta feroz guerra entre el gobierno contra todos, uno ya pierde el hilo de “en qué estábamos”, es fácil caer en la trampa de lo que nos quieren hacer creer, para variar, desviando la atención de lo esencial para focalizárnolas en lo menos relevante, y así, manteniendo al rebaño “aparentemente” desorientado, pueden seguirse cometiendo toda clase de atropellos, justificando lo injustificable.
El planteo del tema está orientado a calificar a Larosa como el “vendedor” de información confidencial relevante por la cual cualquier “hipotética Corporación” opuesta al Gobierno, la utilice para perjudicarlo, desestabilizarlo y hasta, ¿por qué no?, golpearlo (según el imaginario oficialista)
Pero, pensemos, ¿acaso los economistas, contadores y especialista en temas económico-financiero no han podido innumerables veces determinar aproximaciones en cuanto a la inflación real, la contabilidad creativa en materia presupuestaria, el volumen de reservas, el verdadero caudal de recursos tributarios, el índice de desocupación, de pobreza, de gasto público real, etc., desde que se dibujan tan burdamente en este país? Sí, de hecho todos los días es posible leer y escuchar sus diversas exposiciones más cercanas a la realidad que lo que cuentan desde el Estado.
¿Acaso no ha sido hasta hoy factible que se calculen esas variables económicas apelando a procedimientos estadístico-matemáticos que en la actualidad han perfeccionado las nuevas tecnologías informáticas?. Si, de hecho hay muchos trabajos periodísticos y académicos que lo demuestran fehacientemente.
Digo, ¿es lógico suponer que “la oposición” o las consultoras deben mandar un hipotético espía más parecido en su torpeza al Superangente 86 que a un Agente 007 para “robar” información que luego será utilizada a efectos de “venderla” al mejor postor cuando a esos resultados puede llegar cualquier consultora que cuente con los profesionales adecuados y se precie de ser tal o cualquier cuerpo de asesores especializados en caso de los legisladores de la oposición?
Por lo menos para mi, hay demasiadas cabos sueltos, por no decir, demasiada estupidez pululando de manera aleatoria en la atmósfera local.
Pensar que un señor tan robusto como el que muestran las filmaciones, economista el hombre (es decir que tan tontito no ha de ser), vinculado laboralmente a todos los que se dice estaba vinculado, desde consultoras hasta legisladores, pasando por funcionarios de alto rango en el Ministerio de Economía, se esconde debajo de una mesa con una lupa y una linterna porque “se asusta” al ser perseguido por los pasillos de un Organismo al que ha concurrido durante décadas, es una idiotez del tamaño del Cosmos.
Pensar que esa información, que cualquier economista o contador o analista financiero está capacitado para elaborar, debe ser hurtada por un señor asustadizo que anda a hurtadillas por semejante dependencia del Poder Ejecutivo (y digo semejante porque trabajé allí ocho años y tengo alguna idea de la “cultura organizacional” del Ministerio de Economía) para servir de dato a los informes que emiten esos estudios o consultoras, mueva a risa.
Ahora bien, ¿alguien puede pensar acaso que se tratara de un hurto de información relativa a “tejes y manejes” especiales de “acuerdos subyacentes”?. Tampoco, porque ese tipo de “acuerdos” nunca quedan escritos en ningún lado, y ese es motivo principal por el que cuando cambia el viento político, se los lleva y el que parecía impune, termina preso y el que se suponía debería tener reclusión perpetua sale por la otra puerta. Y así andamos por el mundo en esta Argentina.
¿Se habría tratado de “pruebas” que comprometerían al poder político de turno?. Ah, bueno, por ahí podríamos empezar a orientarnos. Sin embargo, ¿alguien puede suponer que todo aquello documentado, impreso o digital, que pudiera comprometer al poder político de turno no ha de estar guardado bajo siete llaves en los lugares más remotos y más insospechados del orbe?
Bueno, no, por ahí no es tampoco la explicación.
Sin embargo, sí es cierto que dentro del Ministerio de Economía (como del INDEC, y otros tantos organismos con similares características), se vende información a particulares, a empresas, a la competencia entre diferentes empresas, o a los que se quiere favorecer de alguna manera y por alguna razón que redunde en términos monetarios para quien se toma el trabajo de recavarla y luego negociarla. Eso sí es un secreto a voces, lo ha sido siempre desde que el mundo es mundo y en todas partes del mundo.
Quizás se pudiera tratar de un caso de estas características, sonaría más lógico.
Pero, a ver, pensemos, de ser así ¿un señor que lleva tantos años haciendo ese trabajo puede pegarse semejante julepe porque lo quieren detener en un pasillo? Tampoco me cierra, porque probablemente una reacción lógica de alguien con tanta experiencia hubiese sido “chaper” con su función de asesor, o su amistad con tal o cual funcionario.
Entonces, “no sé tú” dijera un popular cantante mexicano, pero a mi no me dan los números.
O dicho en criollo básico, me suena más a “las aventuras de Don Néstor y su pandilla” que a un caso de hurto de información de Estado confidencial relevante, vendible en aras de negociados habituales en el ejercicio de la función pública.
Pero en fin, seguiremos investigando y validaremos o falsaremos las hipótesis precedentes.
Nidia G. Osimani