En la actualidad, el concepto de ciudad encierra fenómenos, que son el resultado de la post modernidad y, por ende, del modelo económico que impera a escala mundial. En sus calles transcurren, de modo dinámico, manifestaciones socio-culturales funcionales a una realidad excluyente, en la que se encuentran sumergidos los centros urbanos: las clases cadenciadas que migran hacia las periferias, la centralización del consumo en espacios conocidos como shoppings, la constante reestructuración de los barrios (en su concepción de antaño) por zonas plagadas de edificios y rascacielos. Dentro de esta oleada de desplazamientos y metamorfosis, no todas las expresiones apuntan hacia la concentración y la puesta de la propiedad privada sobre las libertades individuales y colectivas.
Desde hace décadas, una nueva concepción del arte es plasmada sobre los muros en distintas ciudades: el streetart. Surge como contrapartida a todo tipo de contaminación visual, por ejemplo, las excesivas publicidades a cielo abierto y la privatización del espacio público; todo esto símbolo del capitalismo latente en el seno de la urbanidad. Dentro de esta ideología, las producciones no quedan relegadas a galerías de elite o a un círculo cerrado, sino que el trabajo de estos artistas queda plasmado en el medio de lo cotidiano. Es en el espacio común donde surgen estas obras, para que, al final de cuentas, sean vistas por quienes surcan esas calles.
Como puntos de inflexión, que han catapultado esta práctica, se pueden señalar dos sucesos que, además, han modificado la concepción de lo urbano: uno es el Mayo francés, de 1968 con sus memorables graffitis en pos de la libertad. El otro transcurrió durante la década del 70 en las calles de NY. Allí, el hip hop asomó por primera vez para innovar el modo de manifestarse en los suburbios, además replanteó los conceptos de arte y comunicación.
Con respecto a la Argentina, varios artistas reconocen como fecha clave a la crisis de diciembre de 2001, debido al cambio conceptual, con respecto a lo callejero y público, que significó ese quiebre político-social.
En la actualidad, las ciudades de Buenos Aires, Rosario, Córdoba y varias zonas del conurbano, en sus muros exhiben distintos tipos de “intervenciones”: desde simpáticos personajes, con fuerte influencia del diseño gráfico, hasta las famosas letras graffiti, asociadas al rap. Dentro de toda esta gama, cada artista encuentra su estilo, su lenguaje. Otro aspecto para destacar es el trabajo de varias manos en los muros. Esto sugiere un concepto de cooperación. De algún modo, lo contrario a prácticas excluyentes. El objetivo es difundir y hacer que crezca la disciplina, en lugar de menguarla.
“Las ciudades son espacios configurados por un denso y complejo entramado de estímulos y mensajes visuales. En este contexto resulta difícil discriminar la información que nos rodea”, asegura un volante que promociona una muestra. El hecho de “Apropiarse del espacio urbano” no implica una intervención vandálica sobre las paredes. Tanto es así que se buscan “lugares baldíos, en mal estado”. Más aún, resulta común pedir permiso a los dueños antes de poner la primera pincelada. Generalmente, los trabajos colectivos se llevan a cabo bajo la luz del día, lo contrario a una práctica clandestina.
Con respecto al “uso del espacio público”, y cuando no, privado, la artista callejera Mondo Lila asegura: “Cuando veo una pared que me gusta, pido permiso. Si está muy escrachada, se habla con el dueño porque el riesgo que se corre, primero, es quedar mal con los vecinos. Aparte, si pintas y al dueño no le gusta, puede tirar una mano de blanco y así perder la tarde de laburo. Si esta abandonada, no tengo que avisar, por ejemplo, una casa abandonada o tapeada. Pero, por otro lado, si tenés el visto bueno, trabajás más tranquilo. Imaginate que estás pintando y pasa un policía. Puede que no te diga nada, pero si tiene ganas de molestar, con algo te va a salir”.
El hecho de trabajar en el espacio público tiene su tecnicismo, ya que “es muy diferente el proceso de trabajar en una pared que en un cuadro, debido a las dimensiones”. Con respecto a que las obras estén en exteriores, la artista agrega: “Galería me supone a selección, en cambio la calle te ofrece la posibilidad de mostrar lo que haces sin la necesidad de atravesar ese proceso. Ahí todo el mundo lo ve”. Además, resalta: “También supone la idea de comunicación, el espacio publico -en lo que respecta a expresiones artísticas- es una forma de acercar el arte a la gente, la calle tiene la posibilidad de motivar la búsqueda”.
El presente y el futuro de esta manifestación, según Mondo Lila: “Las generaciones que vienen son jóvenes y tienen mucho entusiasmo. Sin embargo, va a llegar un agotamiento por esta explosión. Como siempre hubo la necesidad de salir a expresarse, tal vez se agote el furor que tiene ahora, pero algunos van a continuar y el streetart va a evolucionar en algo nuevo”, concluye.
Dentro de las grandes ciudades todavía quedan aquellos que, a su modo, buscan dar una bocanada profunda de aire, evitar que los nervios y las ansiedades –siempre a flor de piel en estos rincones del mundo- desvinculen a la población del espacio que la rodea
¿Será el arte de intervenir el espacio público uno de los últimos respiros entre las calles que conducen a ningún lado?
Juan Castro