A las 6:35 Sabarots comunica a Busser que no hay resistencia en Moody Brook y se dirige a Port Stanley:
(Sabarots) -Aquí UT.40.1.3, hemos tomado objetivo Charlie sin bajas, y ahora nos dirigiremos rumbo al objetivo Bravo. Cambio y fuera.
(Busser) -Comprendido, buena suerte.
Pero en el objetivo Bravo, la situación es muy distinta puesto que los 33 marines de Mike Norman presentan una férrea resistencia defendiendo la Casa de Gobierno:
(Giachino) -Señor Hunt, sabemos que usted es un hombre sensato. Está rodeado, no tiene escapatoria. Salga con las manos en alto…
(Hunt) -¡Váyanse a la mierda, hijos de puta!
Ante esa respuesta, Giachino ingresa junto al teniente de fragata Diego Quiroga y el cabo Urbina al anexo de los sirvientes, pero una ráfaga de ametralladora hiere mortalmente al primero y de gravedad a los otros dos. Aún herido, Giachino toma una granada, le saca la espoleta e intima nuevamente a Hunt para que se rinda:
(Giachino) -Señor gobernador, escúcheme. ¡Tengo una granada lista para lanzársela a usted y a su gente si no se rinden!
(Norman) -Señor, ahí afuera hay un loco que amenaza con tirarnos una granada si no nos rendimos.
(Hunt) -Maldición, parece que estos maricones de los argies van a en serio, muy en serio…
(Norman) -En vista de eso, ¿qué sugiere hacer, señor?
Son las 8:30, la tensión invade los rostros pues es inevitable el final:
(Hunt) -Me parece que podemos dispersarnos por la isla a fin de emplear tácticas de guerra de guerrillas, mayor.
(Norman) -Creo que estamos rodeados por todo un batallón de infantes de marina, señor. No creo conveniente optar por ese plan.
(Hunt) -Entonces, mayor, sólo queda un sola cosa por hacer. Llamaré al vicecomodoro Héctor Gilobert y le diré que quiero negociar el alto el fuego.
(Hunt) -Hola, Héctor.
(Gilobert) -No quería que sucediera esto, excelencia. Le aseguro que no tenía ni noticia. No sabía nada.
(Hunt) -Ande, calle, Héctor, cómo no iba a saberlo. Vaya a decirle a su jefe que quiero hablar.
Portando una bandera blanca, el vicecomodoro accede y sale a negociar una tregua. Entretanto, Busser se apronta para el encuentro con los emisarios de Hunt:
(Busser) -El gobernador Hunt ha solicitado una reunión en la iglesia Saint Mary. Debo ir desarmado, portando una bandera blanca. Usted Monnereau y usted, Roscoe, vengan conmigo.
Al llegar, ven aparecer a Gilobert junto con el británico Dick Baker, secretario de gobierno:
(Baker) -Tengo malas noticias, señor. Hay tres heridos graves argentinos en la Casa de Gobierno que requieren atención médica inmediata.
Pero afuera, a pesar de la orden, continúan los disparos.
(Busser) -¡Alto el fuego!
Luego el grupo va rumbo a la Casa de Gobierno al encuentro de Hunt. Pero al llegar, el marine de guardia inopinadamente le encaja a Busser su fusil en el estómago. A pesar de esta actitud, el argentino le extiende la mano derecha y se presenta:
(Busser) -Buenos días, soy el almirante Carlos Busser.
(El marine, tomado por sorpresa, quita el dedo del gatillo y responde el saludo)
(Busser entra en la casa. Ve un cuadro: el retrato de una mujer desnuda. Con un tiro en las nalgas. También ve muchos más agujeros de balas, vidrios rotos, la cocina inundada, el techo que gotea. La escena le parece de película ambientada en el período colonial inglés en la India. El marino le dio la mano a cada soldado que cruzó en el camino hasta el despacho de Hunt, pero al llegar cara a cara con éste, se niega de plano)
(Hunt) - Yo no voy a estrechar la mano de quien invadió territorio británico de manera ilegal. Lo intimo a que se retire de las islas…
(Busser) -Desembarcamos como ustedes lo hicieron en 1833. Tengo órdenes de desalojarlos y restituir estas tierras a la soberanía argentina.
Hunt intenta insistir, pero el argentino lo interrumpe:
(Busser) - Sea razonable y ríndase rápido. Tenemos una superioridad aplastante.
Hunt mira el reloj, son las 9:25. Rápidamente, se da cuenta que la única alternativa posible es la rendición:
(Hunt) -Norman, tiene razón Busser. No tiene sentido retrasar más las cosas, pues ya hemos mostrado suficiente dignidad.
Entonces ahora sí le estrecha la mano a Busser. Por fin, luego de casi 150 años, se iza la bandera argentina en los jardines de la Casa de Gobierno. Mientras tanto en Buenos Aires, a las 11:20 Galtieri junto a los generales Menéndez y Vaquero reciben la noticia que la Operación Azul concluyó con éxito:
(Galtieri) -Señores, ahora que todo terminó como esperábamos, debemos considerar los pasos siguientes. La fuerza de intervención debe abandonar cuanto antes las islas, solo dejaremos un contingente simbólico de 500 efectivos para ver cómo reacciona la ONU, EEUU y Gran Bretaña.
Aunque la gran mayoría de los ministros no compartían el entusiasmo del general Galtieri, se guardaron para sí sus reservas ante lo que evidentemente sobrevendría. Luego, a media mañana, la Plaza de Mayo se va llenando de una multitud entusiasta y Galtieri siente la tentación de hablarles desde el histórico balcón:
(Galtieri) -Estoy seguro de que cada uno de ustedes, hombres, mujeres, la gran juventud argentina y la niñez, están sintiendo, como yo siento, una gran alegría y tremenda emoción por este acto.
Entretanto, la noticia del desembarco argentino provoca en Londres oleadas de estupor:
(Thatcher) -Los argentinos han ocupado las Falklands, ahora hay que hacer dos casos. La primera, culminar los preparativos para enviar cuanto antes una fuerza de tarea para recuperar las islas, y es preciso para mañana convocar a una reunión urgente en la Cámara de los Comunes.
Luego a la noche Galtieri emite un mensaje al país por cadena nacional:
(Galtieri) -Compatriotas, hemos recuperado, salvaguardando el honor nacional, sin rencores, pero con la firmeza que las circunstancias exigen, las islas australes que integran por legítimo derecho el patrimonio nacional. El paso que acabamos de dar se ha decidido sin tener en cuenta cálculo político alguno. Ha sido pensado en nombre de todos y cada uno de los argentinos, sin distinción de sectores o banderías y con la mente puesta en todos los gobiernos, instituciones y personas que en el pasado, sin excepciones y a través de 150 años, han luchado por la reivindicación de nuestros. Sé, y lo reconocemos con profunda emoción, que ya el país entero vive el alborozo de una nueva gesta y que se apresta a defender lo que le es propio, sin reparar en sacrificios; que es posible debamos realizar.
Al día siguiente, sábado 3 de abril, un tenso debate asola el Parlamento británico. Abre el fuego el líder laborista Michael Foot:
(Foot) -En las islas Falkland no puede hablarse de dependencia colonial o de nada parecido. Se trata de gente que desea vivir asociada con este país y que ha organizado su vida entera sobre la base de su asociación con este país. Tenemos el deber político y todo tipo de deber que nos obligan a garantizar esa situación.
Cebado por esta andanada, hace uso de la palabra el ultraconservador Enoch Powell:
(Powell) -Honorables caballeros, debemos recordar en esta infausta ocasión que a la señora Thatcher la URSS le ha endilgado el mote de Dama de Hierra, a causa de su declarada voluntad de resistir toda agresión soviética. No existen razones para suponer que la muy honorable dama no celebre y considere motivo de orgullo a tal título. En las próximas semanas, la nación y la misma muy honorable dama sabrán de qué metal está hecha…
Atronadores aplausos. Ahora le toca el turno a Thatcher:
(Thatcher) - El gobierno no aceptará esta nueva situación creada por la invasión argentina, se los aseguro. Puedo decir a la Cámara que las islas Falkland y sus dependencias continúan siendo territorio británico. Ninguna agresión y ninguna invasión pueden modificar ese sencillo hecho. El objetivo del gobierno es conseguir que las islas se liberen de la ocupación y retornen cuanto antes al gobierno británico. El gobierno ha decidido ahora que una importante fuerza de tareas parta apenas concluyan todos los preparativos. El HMS Invincible marchará a la vanguardia, y zarpará el lunes.
Los aplausos y ovaciones hacen vibrar al viejo edificio del Parlamento….
Fernando Paolella