En América Latina queda cada vez menos lugar para la infancia. En la edad media se decía que un niño era un adulto en chiquito, pero con el tiempo descubrimos que el tema es un poco más complejo y que un chico es prácticamente un ser totalmente diferente. Intereses, objetivos, sentimientos y una claridad mental inigualable son algunas de las virtudes que contrastan con un mundo adulto que parece, cada vez más, haber perdido su rumbo. Tristemente y con el pasar de los años parece que hemos vuelto a reflotar ese concepto con respecto a la infancia: adultos en envase chico.

De acuerdo a un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), de la población total de la región —550 millones de personas— aproximadamente 280 millones viven en la pobreza; la mayor parte son mujeres, niños y niñas. Según datos de la misma fuente, la pobreza es 1.7 veces más alta en menores de 15 años que en personas adultas.

Por eso es dable recordar que el día de hoy nació para conmemorar los derechos del niño. Más allá de todo interés comercial de vender juguetes a quienes tienen la suerte de obtener alguno, existen millones de chicos argentinos que en el día de la reivindicación de sus derechos básicos no podrán gozar los beneficios de los shopping, ni chocolate caliente por estar sumidos en la más terrible pobreza. Estos chicos son víctimas también de otra pobreza, la pobreza intelectual y emocional de aquellos mayores que deberían protegerlos de lo peor del mundo adulto: esclavitud, prostitución, droga, pornografía y su utilización en conflictos armados.

Según cifras de la UNICEF y de la misma Organización Internacional del Trabajo, cerca de 17 millones de niñas, niños y adolescentes de entre 5 y 17 años de edad se encuentran sometidos a alguna de las condiciones antes mencionadas.

No se trata de arreglar el bache de la vereda de sus casas para que puedan andar en bicicleta sin inconvenientes, sino de que alcancen a nacer sin la necesidad de asumir el riesgo que representa salir a la sociedad aún estando en el vientre materno.

Los chicos de hoy no piden a gritos que el Gobierno les regale una computadora, sino que los liberen de plagas de la talla de las bolsitas de pegamento.

Los chicos de la Argentina no necesitan faltar al colegio para ver partidos de fútbol, necesitan que la clase política haga lo posible para que el frío los deje estudiar en paz, con la esperanza ciega de encontrar un trabajo en un futuro cercano.

Los chicos necesitan una asignación universal, pero no si ese dinero es sacado de la caja de ahorro de sus propios abuelos.

A los chicos no les importa quién se pelea para aparecer en la placa de inauguración de su jardín de infantes, sino que tan sólo lo inauguren.

Eso es lo que hoy necesitan los chicos, en legítimo reclamo frente a una corporación política que parece no querer ver más allá de la suela de sus zapatos.

Alexis Montefiore y Christian Sanz

(*) La fotito de los autores es de cuando ambos eran niños.