Todo individuo se halla, en cierto modo, bajo la influencia de la presión social en el ambiente que en que le toca desarrollar sus actividades.
Cada ser humano es hijo de la época en que le toca vivir y del ambiente social que lo presiona pudiendo convertirse también en víctima de las circunstancias, muy a pesar de la pretendida libertad que tiende a arrogarse la mayoría de las personas.
Pero además del ambiente social estable en el que se desarrolla el psiquismo, se suscitan a veces situaciones críticas que cortan esa continuidad ambiental y transforman a una sociedad.
Esa transformación puede significar un arranque de violencia en un pueblo pacífico o, por el contrario, un retorno a la calma de una sociedad en conflicto.
Si dentro de un estado se producen tensiones sociales por inconformidad ante situaciones injustas, privilegios, dictaduras, o por ideologías encontradas de fracciones políticas, puede estallar la violencia en forma de atentados y huelgas. Situaciones que pueden ir in creciendo hasta generar odios que se van haciendo inveterados, sobre todo cuando un pueblo se halla dividido por diferendos ideológicos, raciales, religiosos u otros, de gran gravitación social.
Este estado de estrés social puede arribar a tal punto culminante, que puede estallar una guerra civil en la que se tratan de aniquilar, incluso miembros de una misma familia entre sí.
Personas que antes observaban una vida normal, pacífica, de pronto se trasforman en fieras con instintos destructivos.
Las ideas se apoderan de sus cerebros con tal intensidad que los hacen caer en el fanatismo Luego se lucha, se mata, se destruyen bienes que han costado grandes sacrificios construir, por la sola razón, por ejemplo, de que unos carecen de melanina en la piel (pigmento) o porque unos profesan el mahometismo y otros el judaísmo, por ejemplo.
En otras circunstancias que nada tienen que ver con la agresividad humana y a las cuales me voy a referir especialmente, se producen casos de espanto colectivo, olas de suicidios y estados de estrés que generan neurosis, como cuando es avistado un cometa, por ejemplo, y alguien pronostica guerras tomando el fenómeno celeste como un aviso, o durante un eclipse solar, que se atribuye a una señal de grandes desgracias, todo provocado por la charlatanería, sin faltar los neuróticos, psicóticos que lanzan noticias que presagian el fin del mundo o grandes cataclismos como terremotos, maremotos, erupciones volcánicas o tornados.
Todos estos estados son denominados por la psicología, quizás un poco impropiamente, como “psicosis colectivas”.
Digo impropiamente porque no se trata estrictamente de psicosis en cuando a la implicancia patológica del término aunque las conductas de grandes masas humanas se asemejan en estos casos a los cuadros de alienación mental y de arrebato psicótico de diversas clasificaciones.
Se trata en realidad de fenómenos causados por ideas ofuscantes en el caso de conturbaciones políticas, que generan un estado de entendimiento o de empatía entre los que se consubstancian con las mismas ideas hasta el punto de ser comparable la facción en pugna con un cerebro gigantesco que piensa con diversos cerebros como unidades semejantes a las neuronas centradas en una sola idea dominante, que obra en todos los cuerpos del bando como si fuera un súper organismo.
Más cuando se trata de psicosis de origen supersticioso como en el caso de los eclipses, y de charlatanes que los interpretan de mil modos, entonces son la ignorancia, la superstición y la sugestión, los factores que actúan para que una gran masa de población observe conductas neuróticas e incluso psicóticas en algunos casos.
El estado de psicosis colectiva de tipo supersticioso, es siempre terreno fértil para que nazca allí una pseudociencia. Es como un caldo de cultivo a veces aderezado por un cierto personaje seductor, quien luego se erige en conductor de las mentes psicotizadas que le siguen ciegamente; creen en sus palabras y en lo que se dice de él cuando entran en escena los prodigios que le son atribuidos, inventados por la imaginación exaltada de sus seguidores que relacionan hechos inconexos en la realidad exterior con la psique.
Durante las psicosis colectivas, un porcentaje de circunstantes, por ejemplo, que se hallan rodeando en muchedumbre a un cierto líder o conductor de fuerte personalidad, grandilocuencia y habilidad, pueden creer ser testigos de hechos falsos. Pueden llegar a ver sosas que no existen, confundir ciertas formas de objetos con otros, moverse, elevarse, caerse objetos fijos, oír ruidos inexistentes como truenos, lamentos, susurros; confundir el silbido del viento con murmuraciones, las formas de las nubes con apariciones divinas, donde se pueden adivinar rostros amenazantes o benévolos a la luz del sol que se filtra a través de ellas como rayos divinos que dan testimonio de la alta investidura del personaje que se tienen enfrente, quien a su vez induce a esas interpretaciones erróneas.
Éstas y otras situaciones de psicosis colectivas son bien aprovechadas por los prestidigitadores, faquires o por los magos tribales que manejan a su gusto al auditorio “psicotizado”.
Durante una sesión de hipnosis (sugestión) es posible realizar interesantes experiencias acerca de las vivencias falsas que se presentan a los circunstantes. Son interesantes al respecto de la sugestión colectiva o psicosis de masas, lo resultados aportados por la psicología experimental cuando las pruebas son abocadas al estudio del testimonio
Es opinión corriente que el hombre normal se halla dotado de una capacidad eficiente para relatar vívidamente todo cuanto ha percibido con sus sentidos, de manera que los procesos penales, por ejemplo, se fían de lo testimonios de personas que hayan observado un hecho y muchas condenas se hacen efectivas mediante este fundamento.
Sin embargo, puede no haber cosa más inexacta que un testimonio, no sólo perteneciente a un solo individuo, sino a varios, e incluso a multitudes Las experiencias en el terreno psicológico han demostrado la relatividad de los testimonios dados por sujetos con toda la buena fe y convencimiento que inducen a crasos errores e injusticias.
¿Cuántos condenados inocentes y cuántos culpables absueltos o ignorados existieron, existen y existirán en toda la historia de la humanidad por esta causa?
Aún aquellos que poseen una índole apasionada por la verdad pueden caer en el papel de aportar un falso testimonio dominados por influencias extrañas que le hacen apreciar falseadas las cosas y hechos reales.
Muchas son las experiencias llevadas a cabo por la mencionada psicología experimental y no voy a entrar en detalles describiéndolos: remito al lector a estos temas limitándome a realizar una descripción de carácter general de una experiencia de este tipo fundamentada en muchas similares.
Si en un aula se muestra, por ejemplo, fugazmente un objeto de determinado tamaño, forma y color a los circunstantes, para luego interrogarles sobre lo que han visto, se obtendrán las respuestas más dispares en un porcentaje variable de un grupo a otro.
Unos declararán haberlo visto de tamaño descomunal, otros mediano mientras otros reducido. Unos asegurarán haberlo visto de un cierto color, mientras otros de uno distinto. Lo mismo en cuanto a su forma que habrá sido apreciada como cúbica, octaédrica, etc. Esto sin necesidad de “psicotizar” al auditorio. Pero si se toman luego distintos grupos de personas de un auditorio y se procede a “psicotizar a cada uno de lo grupos previamente por separado, entonces el resultado de la experiencia será aún más sorprendente.
A cierto grupo se lo tratará de convencer de que el objeto que presenciarán por unos instantes será rojo de forma cúbica y de gran tamaño, a otro grupo se le dirá que se tratará de un icosaedro (poliedro de 20 caras) de color amarillo y a otro que será una esfera blanca rayada formando cuadrados que reflejarán el rojo de la cortina de una ventana.
Un cierto porcentaje de cada agrupo creerá lo que le han dicho y luego al reuniese todos se suscitarán polémicas interminables acerca del tamaño, forma y color del objeto, que en realidad pudo haber sido un octaedro con sus caras pintadas, 2 de amarillo, 2 de rojo 2 de naranja, 1 gris, y otra de blanco, de dimensiones regulares, mostrado al público en forma rápida rotándolo en varios sentidos.
Las psicosis colectivas tienen esta base, son sugestiones en masa. Aunque exista un escéptico entre el grupo reunido frente al chamán, hechicero, sacerdote o seductor de multitudes, pueden desencadenarse toda clase de prodigios a los ojos de la mayoría de los circunstantes, sobre todo si sus grados de cultura son bajos.
Pueden ver resucitar a un muerto, hablar a un mudo, recuperar la visión a un ciego, andar a un paralítico…, sin que haya ocurrido nada de eso, porque el conglomerado de gentes donde es imposible apreciar en su justo valor las cosas que suceden, la sugestión obra de tal manera que las palabras del personaje de mentas producen un efecto de seducción, y basta con que algún circunstante haya creído ver levantarse a un muerto, o a un tullido de su sillón de ruedas en la confusión del gentío, para que lo pregone a viva voz, convenciendo ipso facto a todos los que le rodean preparados de antemano para recibir tal noticia por las insinuaciones del sujeto obrador del prodigio, que crean la expectativa de la inminencia del hecho y todos se irán a sus domicilios con la certeza de haber sido testigos de un auténtico milagro, mientras que muchos que nada vieron aun estando en el centro de la supuesta producción del extraordinario episodio quedarán perplejos ante los comentarios pensando dónde y en qué momento se habrá cumplido el prodigio convenciéndose algunos de que si nada vieron fue por propia torpeza a la par que los escépticos y los no sugestionables afirmarán por el resto de sus días que fueron todo patrañas.
En otras circunstancias, cuando ante el mismo personaje realmente se levanta un paralítico (histérico) o “resucita” un muerto (cataléptico); comienza a ver un ciego (neurótico, del tipo de pacientes que quieren ser ciegos para no ver la realidad insoportable y que realmente pierden la visión como “ciegos que no quieren ver”); o se cura un leproso (que nunca tuvo lepra y sólo padece de reacción alérgica de la piel de origen nervioso confundida con el al de Hansen), entonces todos los escépticos pasan a ser despreciados, tildados de ignorantes, descreídos, obcecados y falseadores de la verdad y la psicosis se hace carne en la población y se deificará al personaje, sobre todo si éste manifiesta poseer origen y poderes sobrenaturales.
La confusión puede cundir en estos casos, cuando la muchedumbre no ha sido preparada de antemano. Pero cuando la psicosis colectiva ya ha hecho presa de los entes de una región o de una nación entera, entonces se hace proclive a la aceptación de cualquier fenómeno extraordinario, cuyas causas reales de su supuesta producción ya ni siquiera son averiguadas, porque se da por sentado que son auténticos prodigios
Estos fenómenos conectados con el epifenómeno del nacimiento de religiones, se ha producido con mayor frecuencia en la remota antigüedad en que las poblaciones eran muy ignorantes, plagadas de supersticiones, miedos y en muchos casos también de ansias de remisión o liberación de situaciones apremiantes y críticas provocadas por las presiones sociales, dominación de castas, sojuzgamiento al yugo extranjero, libertinaje, corrupción, etc.
Sin embargo, aún hoy día es común la repetición de “curaciones prodigiosas”; fenómenos de levitación; acciones mentales sobre objetos como metales que se doblan; telequinesia (desplazamiento de objetos sin causa física observable, etc., que realizan con propósitos de lucro los sujetos que dicen poseer poderes sobrenaturales o extraordinarios.
Ladislao Vadas