Y cuando parecía que el décimo mes del año fenecía sólo con los graves acontecimientos sociopolíticos derivados de las brutales luchas entre políticos y sindicalistas, dando como resultado la criminal muerte del joven militante Mariano Ferreyra, sobrevino la desaparición del ex presidente, diputado nacional, secretario de UNASUR, presidente del Partido Justicialista y consorte presidencial, Néstor Carlos Kirchner.
Así fue como este octubre de 2010 abrió paso a una nueva era en la Argentina. A partir del deceso de quien cogobernaba junto a Cristina Fernández, se avecina un cambio cuántico en el escenario sociopolítico de la Argentina. Nada será como antes, pero seguramente el cambio ha de ser para peor.
No sólo la descontrolada inflación desnaturalizará y aniquilará el poder adquisitivo de nuestro signo monetario, sino que los reclamos del numeroso sector clientelar (acostumbrado a recibir dádivas sin contraprestación laboral alguna, aunque sí de presencia en cuanto acto proselitista los obligue a concurrir) sembrarán los últimos meses de esta administración kirchnerista con toda una batería nada sutil que tendrá como escenario las calles. Más allá de los trastornos de tránsito, la lucha por las calles se traducirá en batallas campales por determinar quién es más o menos kirchnerista, extorsionando a la administración pública hasta recibir más y mejores prebendas.
Mucho más sutilmente avanzarán las huestes sindicales, que al tener ansias de retener y aumentar su caudal dinerario, operará como fuerza de choque en procura de obtener la satisfacción de sus parciales intereses.
Por otra parte, en el sector empresarial, muchos por codicia y otros por defensa propia, también se sumará al descarnado embate hacia el Poder Ejecutivo que hoy quedara en manos de la viuda presidencial.
Pero a no equivocarse, no quedó a cargo una tierna damisela sino de una mujer insuflada de temores y odios que alterarán su desequilibrio emocional y la llevarán a profundizar las conductas de intolerancia y provocación inculcadas por su marido desaparecido. Los alcahuetes que necesitan de ella para no desfilar por los tribunales y terminar en las cárceles del país se ocuparán de venderle estrategias épicas, alentando su soberbia, sin medir las consecuencias que ello implicará para el pueblo y el país.
Nótese que desde el lugar donde se velaban los restos del ex presidente, se fomentó el derecho de admisión prohibiéndoles a personajes relevantes acercarse a rendir sus respetos al muerto y sus deudos.
Si a ello le sumamos que el descerebrado Canciller Héctor Timerman —en su desaforada carrera por mostrarse más chupamedias que otros— lanzó públicamente la noticia sobre la postulación de la presidente a su reelección, y encima entonó cánticos ofensivos contra el vicepresidente Julio Cobos —lo que será motivo de una denuncia criminal que presentaré por incitar a la violencia y faltar a la ética en la función pública — fácil resulta colegir que el equipo presidencial abortará cualquier vía de comunicación y consenso con sus adversarios y opositores, políticos, empresariales y de cualquier otro sector.
Las muestras de bonomía —rayanas en la más burda hipocresía— reflejadas por todos los medios masivos de comunicación, laudatorias de la figura del ex presidente y diputado virtual NK, no alcanzarán para neutralizar, atemperar o siquiera morigerar la furia que insufla los ánimos del grupúsculo gobernante.
Por eso, desde esta humilde tribuna, ruego por nosotros y por nuestra Argentina, y respecto a Néstor Kirchner, ¡que Dios se apiade de su alma!
Enrique Piragini