Aunque parezca insólito, nuestra presidente, la no tan acongojada Cristina Fernández Vda. de Kirchner, virtualmente desapareció.
En efecto, en una escala no prevista de su viaje a Corea, descendió en Los Ángeles, California, ¡vaya uno a saber por qué motivos!
Lo cierto es que sin dar aviso siquiera a los responsables de su seguridad, la presidente distrajo varias horas sin dar explicaciones.
Esta llamativa conducta debería llamar la atención, pero como estamos en un país aletargado seguramente nadie se sorprenderá, y lo que es peor, nadie hará nada.
Conocidos son los desplantes de los presidentes K, en particular de la presidente fashion que jamás cumple con el protocolo ni con la puntualidad como muestra de respeto al semejante, pero este desliz supera cualquier antecedente.
Tampoco nadie se pregunta quién es el propietario del avión en que se traslada la presidente argentina (aunque algunos dicen que pertence a la empresa minera más contaminante del mundo), quedando en la nebulosa si es que no viaja en alguna aeronave de la flota presidencial por temor al embargo de los acreedores internacionales o por considerar insuficientes los costosos sistemas antimisilísticos provistos en Israel.
Ya que no utiliza las aeronaves que tiene a su disposición, ¿por qué no las vende y destina esos fondos a cubrir —aunque sea en parte— la criminal desnutrición infantil que se lleva miles de vidas?
¿Qué ha sucedido en la Argentina para estar tan aletargados y admitir que se sospeche de las causas del fallecimiento de un ex presidente y nadie pide averiguar qué ha sucedido?
¿Por qué ya nadie habla de la militante del PO Elsa Rodríguez herida en la refriega que costara la vida del joven Mariano Ferreyra?
¿Por qué se dice abiertamente que funciona “la Banelco” para comprar voluntades en el Congreso Nacional y ningún funcionario público promueve denuncia?
Si algunos diputados sostienen públicamente que se intentó sobornar a algunos de sus pares, ¿por qué no hacen una presentación ante la Justicia? Acaso su condición de funcionarios públicos no los obliga a hacerlo? ¿O tal vez ignoran que son funcionarios públicos y en realidad son “funcionales”?
Los ciudadanos de a pie, los que no saboreamos las mieles del poder ni nos beneficiamos de las dádivas del oficialismo, tenemos derecho a obtener alguna respuesta, salvo que esto sea considerado golpista, discriminatorio y violatorio de los derechos humanos de los cleptómanos de turno!
Peor que la censura es la cobarde autocensura.
Enrique Piragini