Síntoma de que ya no está Néstor Kirchner en la mesa de decisiones del poder: las revelaciones del sitio de internet Wikileaks respecto a las apreciaciones y acusaciones intramuros que hizo el gobierno de Estados Unidos sobre la administración argentina, no generaron ningún tipo de reacción intempestiva de la Casa Rosada.
"Néstor, a esta altura, ya les hubiera tirado un misilazo verbal", analizaba ayer un funcionario nacional que solía tratar cotidianamente con el fallecido ex presidente. Es probable.
El silencio y la mesura oficial frente a tan descarnado retrato de la era K, en todo caso, hablan de cierta probable diferenciación de Cristina en su etapa de "comandante" de la nave oficialista. Como sea, la Presidenta no es una persona que olvida fácil.
¿Qué habrá pensado cuando se enteró de que, teóricamente, su ex jefe de Gabinete, Sergio Massa, tuvo conceptos durísimos sobre Kirchner? El joven Massa, que milita en una corriente crítica del kirchnerismo, se pasó el día de ayer negando que él hubiera dicho lo que la embajada de EE UU en Buenos Aires dice que dijo.
¿Qué habrá pensado CFK cuando se enteró de que Washington considera a Aníbal Fernández, dueño de un discurso nacional y popular, como el más pro norteamericano de los hombres del gabinete?
El escándalo de los cables revelados —cuya veracidad fue confirmada por la secretaria de Estado de Barack Obama, Hillary Clinton— tiene aristas muy interesantes para abordar. Conviene reducir la mirada al capítulo argentino, una serie de poco más de 2 mil intercambios cableados entre la embajada en Buenos Aires y Washington.
Primer dato: asistimos a la "revelación" de información conocida y, la que no lo era, resulta más bien anecdótica, superficial. ¿O es novedad que Kirchner era un hombre colérico, impulsivo, que sufría de colon irritable? ¿O no se sabía que el método de construcción de poder del sureño consistía en confrontar en lugar de negociar?
En todo caso, los adjetivos de la descripción que hicieron los escribas de los cables son bastante ofensivos ("ineptos, paranoicos, etc.) y la Presidenta puede perfectamente sentirse herida o atacada.
Segundo dato, en todo caso una duda: ¿La embajada norteamericana no puso la lupa sobre aspectos realmente de fondo, vinculados a sus cruzadas internacionales, como narcotráfico, comercio ilegal de armas, terrorismo, etc.?
Por ahora, esos temas "pesados" no aparecen en la lista de preocupaciones que se mencionan en los cables revelados, donde sí figuran la inquietud respecto a si la Presidenta toma alguna medicación o si está celosa porque la Casa Blanca le dispensa un mejor trato a Lula Da Silva. Lo dijo el ex canciller Jorge Taiana, cuyo pasado combativo fue auscultado por la diplomacia de EE UU: "Las filtraciones son sólo un chusmerío".
Hay relativa coincidencia en que, hasta el momento, la cuestión es un escándalo menor. El ex vicecanciller de Carlos Menem, Andrés Cisneros, le dijo a este cronista que la Argentina no debería dejar pasar así nomás el incidente pero tampoco debe hacer una tragedia.
"Debería presentar una queja sobria, ratificar la confianza y seguir para adelante", evaluó.
Para el ex embajador en EE. UU., Diego Guelar, también es un tema menor, que ya fue abordado por la prensa internacional. "Desde Estados Unidos nos ven como un país americano que no es tan creíble como Chile ni tan poco creíble como Venezuela; como que estamos en medio del camino", aseguró. No está errado. Se aclara: tanto Cisneros como Guelar son críticos del modelo K de relaciones exteriores. Como sea, el escándalo deja al descubierto cositas interesantes.
Una: la búsqueda de información reservada no corresponde a los diplomáticos —como sucedió en este caso— sino a los servicios de inteligencia que cada país tiene afectados en el exterior. Que embajadores o consejeros aparezcan espiando a dirigentes locales es sin duda un golpe terrible para la diplomacia norteamericana, que se jacta de ser perfecta.
Dos: en el caso argentino, el incidente ha revelado que muchos informantes de la embajada son referentes locales y eso generó enorme preocupación en la dirigencia nacional, según coincidían ayer diversos actores consultados.
No es un secreto que hace años que la representación de EE. UU. en Buenos Aires es hiperponderada por la dirigencia local (políticos, funcionarios, empresarios, periodistas, consultores, etc.), al punto que en ese mundillo se alude a ella como "La Embajada" y no es necesario aclarar a cuál de las varias decenas de países con delegados en la Argentina se refiere esa alusión.
En todo caso, lo que se perdió ahora con la revelación de Wikileaks es la certeza de confidencialidad que se tenía antes, cuando se hablaba con un funcionario del gobierno norteamericano. Confidencialidad que, de todos modos, suele quedar medio a la intemperie cuando se analiza la lista de invitados usuales a los cócteles de cada 4 de julio en el blindado edificio del barrio de Palermo, fecha en que se recuerda la independencia de los Estados Unidos.
Mariano Pérez de Eulate
NA
Si los mpropios intregrantes del elenco de gabinete van con dimes y diretes, hablanado del furia, del que manda, de que ella solo recibe ordenes, de que el le dio una noche tremendo puñetazo que la dejo desorientada....y que ella solo recibe ordenes que da el.... Si los propios miembros de su gabinete estan de dicharachos, de dimes y diretes, es logico que quepa de esperarse la duda, y la desinformacion de lo q