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Alberto Fernández, el hombre del apriete a los medios

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El viernes 7 de mayo, pasadas las 20, Alberto Fernández volvió sediento a su computadora en busca de información. Venía del salón de conferencias donde había anunciado la purga de 107 comisarios de la Policía Federal. Es decir, él mismo había generado la noticia más importante para la tapa de los diarios del sábado, pero no estaba tranquilo. A esa hora, todos los viernes, Fernández recibe un mail con una síntesis fresca de los artículos de Revista Noticias.

 

En cuanto abrió la casilla de correo, el jefe de Gabinete se encontró con tres amenazas de tinte policial –producto de la purga, pensó- y el resumen de dicha revista que acababa de ganar las calles de Buenos Aires. Férnandez leyó la nota sobre la censura sufrida por Jorge Lanata, donde se relataba que el periodista tuvo que ir a Casa de Gobierno para "pedir permiso" para trabajar. Allí se entrevistó con el mismo Fernández y el Presidente, pero aún así se quedó sin programa. Un triunfo para un Gobierno que considera que todo periodista no influenciable es un obstáculo en sus planes estratégicos: Lanata no tendrá aire en el 2004.

Pero a Fernández, semejante denuncia no lo preocupó. Es cierto, tampoco preocupó a muchos que suelen golpearse el pecho hablando de libertad de prensa. Ni entidades empresarias, ni sindicatos, ni asociaciones periodísticas movieron un dedo por el atropello contra Lanata, para alegría del señor Fernández. Lo que sí le molestó al Jefe de Gabinete fue la última respuesta del conductor del "Día D". Allí, en un típico juego periodístico, se le preguntaba al también fundador de Página/12 a qué integrantes del Gobierno investigaría si tuviera su programa al aire: "De Vido y Alberto Fernández", remató luego de pensar unos segundos.

Cuando el Jefe de Gabinete leyó su nombre, largó un insulto y telefoneó a Lanata (a Fernández le encanta hablar con periodistas). El ministro en jefe estaba convencido de que eso de "investigar a De Vido y a Alberto Fernández" era un invento de revista Noticias para molestarlo.

"Jorge, qué tal. Acá dicen que vos querés investigarnos, ¿lo dijiste o lo inventaron?". El periodista trató de sacarse de encima con diplomacia al hombre que maneja la pauta millonaria de los avisos oficiales: "Lo dije, sí, pero pensé que no lo iban a poner, ¿no se notó que lo decía en joda...?".


La dictadura del rating

Alberto Ángel Fernández, el jefe de todos los ministros de Néstor Kirchner, vive obsesionado por qué dicen y por qué dirán los medios sobre él y sobre el Gobierno. Como su jefe, está creído que sólo el apoyo de la opinión pública le valió y le valdrá para mantenerse a flote.

Fue Director de Asuntos Jurídicos del ministerio de Economía de Juan Sourrouille, en la primavera alfonsinista. Ya en la era Menem fue Superintendente de Seguros de la Nación y mantuvo su cargo aún después de que Domingo Cavallo llegara al Ministerio. Pasó al Grupo Banco Provincia cuando la estrella de Menem comenzaba a apagarse y Eduardo Duhalde se perfilaba como el presidenciable del ’99. Fue recaudador para la campaña del bonaerense.

Tras la derrota frente a la Alianza, Fernández se alineó con Cavallo en la Capital para enfrentar a Aníbal Ibarra. Cavallo perdió por poco, pero Fernández ingresó como legislador en quinto lugar. Detrás de él quedó como suplente la ultraderechista libertina Elena Cruz, reinvindicadora del dictador Jorge Videla y las orgías sexuales.

En 1998, Duhalde le pidió a Fernández que nucleara "al ala progresista" del justicialismo para las presidenciales del ’99. Allí se contactó con Néstor Kirchner y organizaron un seminario en El Calafate. Cuando el santacruceño comenzó a bocetar su utopía de ser candidato a presidente, telefoneó a Fernández para que le organizara contactos en Buenos Aires. Pocos daban dos pesos por ese político desgarbado que venía desde el sur. Fernández apostó y, de la noche a la mañana, se convirtió en el jefe de ministros del presidente menos pensado.

¿Cuándo empezó a desvelarse por lo que aparecía en la prensa? "Siempre fue un obsesivo, en la campaña recortaba todo lo que salía y hablaba con los periodistas, pero eso sí, él no quería figurar, le gustaba operar", cuenta un cavallista que compartió con él la antelasa de las elecciones del 2000.

Pero su inclinación a "persuadir" a periodistas para que no desentonaran con la versión oficial se intensificó una vez en el poder. 

Desde el 25 de mayo de 2003, cuando asumió Kirchner, Fernández acaparó la estratégica secretaría de Medios al impulsar para ese cargo a Enrique "Pepe" Albistur, el histórico publicista del peronismo porteño, quien comenzó su fortuna al lograr la concesión de las pantallas luminosas de la ciudad, en épocas en que Carlos Grosso comandaba la intendencia porteña. Desde entonces, "Pepe" –así lo llaman todos- acaparó las campañas publicitarias del PJ, incluida la de 1999 cuando Fernández era operador de Duhalde.

En principio, se pensaba que la secretaría de Medios quedaría en manos de Miguel Núñez, vocero de Néstor Kirchner. Pero Fernández, pese a haber sido compañero de estudios de Núñez en el Mariano Acosta, logró quedarse con el grifo de los millones que riegan ahora en abundancia a los medios y periodistas "confiables para el Gobierno".

"Albistur puede darte un aviso para un programita de cable –advierte un periodista que suele sentir el abrigo del calor oficial-, pero por las pautas grandes hay que ir a verlo a Alberto. Si él no autoriza...".

Entre los directivos de diarios y canales de tevé que Fernández atiende en su despacho en la Casa Rosada, sumados a los periodistas que van a entrevistarlo, el jefe de Gabiente consume el setenta por ciento del tiempo de su jornada laboral. Eso sin contar que muchas veces recibe periodistas en su domicilio de la avenida Callao o cena en el restaurante Teatriz con sus columnistas preferidos. ¿Cuáles son? Férnandez no duda y los nombra en este orden: "Horacio Verbistky, Mario Wainfeld, Eduardo Van der Kooy y Joaquín Morales Solá". Los dos primeros escriben sus columnas en Página/12, los dos restantes en Clarín y en La Nación. No parece casual que los periodistas predilectos del Jefe de Gabinete sean quienes escriben las columnas políticas dominicales.


Verdades

A falta de una estructura partidaria que los sostenga, los kirchneristas han decidido jugar a suerte y verdad al voto de la opinión pública. De allí que Fernández base su arsenal táctico en dos o tres encuestadores, tres diarios y una veintena de periodistas de radio y de tevé. A todos les presta atención, los premia o los castiga según se porten y por eso vive pendiente de cualquier manifestación mediática que los roce.

Muchas de las acciones políticas de este gobierno, se originan, crecen, se reproducen y mueren en los medios de comunicación sin modificar mucho la realidad. Algo así como el megaplan de Infraestructura de Fernando de la Rúa que fue anunciado 23 veces, con toda la pompa, y sólo se hicieron unas tristes obras en los pocos meses que duró la utopía del genio radical.

 

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