En el principio, estaba la mentira primordial. Mentira que, a lo largo de los años, se travistió en la forma de una inexistente Trafic blanca o beige según cuadre la ocasión. Pieza fundamental del muro de encubrimiento, puntapié inicial para la letanía mediática "coche bomba = conductor suicida" propugnada por Miguel Angel Toma, la CIA y el Mossad, y preconizada por Clarín, sobre todo por el tramoyista Daniel Santoro y su ladero Gerardo Young. El lunes 12 de julio, este último alega que “de acuerdo con las pericias que encargó la Justicia, la forma de matar fue la siguiente: una camioneta Trafic cargada con explosivos –entre 125 y 600 kilos- se metió de trompa en la puerta del edificio, para que la explosión destruyera los cimientos de Pasteur 633”.
En cambio, al día siguiente Lucio Fernández Moores escribe “(Telleldín) les entregó la camioneta que se habría usado como coche bomba”. Pero tanto Clarín como La Nación, se montaron a la farsa con cuatro ruedas en un viaje rápido hacia la desinformación que aún prosigue.
La impresentable investigación del hoy defenestrado Juan José Galeano, moniterada por el menemismo y funcional a los intereses estadounidenses e israelíes, se fundamentaba en cinco premisas inapelables: 1) Irán decidió atacar la AMIA a comienzos de 1994. 2) La realización estuvo a cargo de Hezbollah, mediante un libanés proveniente de la Triple Frontera, conectado con Al Qaeda y financiado por Saddam Hussein. El cerebro fue Imad Mughniyeh, de la organización citada, mientras la ejecución corrió por cuenta del colombiano Samuel Salman El Reda, miembro de grupos armados de Hezbollah, quien recibió la orden de organizar el atentado y viajó a Buenos Aires desde la Triple Frontera. 3) El contacto con dicha organización libanesa fue el ex agregado cultural iraní en Buenos Aires Moshen Rabbani. 4) El motivo del atentado fue exclusivamente el viraje de la política exterior de Carlos Menem, devenido en relaciones carnales con EEUU. 5) La AMIA y la DAIA fueron elección exclusiva del nombrado Rabbani.
A pesar de las acostumbradas declamaciones, el gobierno kichnerista se adherirá sin duda a la "doctrina Toma". Así se sepultarán definitivamente los motivos reales de la masacre de la calle Pasteur, un vuelto debido a las promesas incumplidas a sus pares sirios. Nadie investigó seriamente en estos años el papel de Al Kassar, la trama Yabrán y las denuncias y posterior suicidio inducido de Lourdes Di Natale. Recientemente, el sucesor de Galeano Canicoba Corral salió a respaldar accionar del juez del sandwichito, mientras los fiscales Mullen y Barbaccia se ponen en víctimas y para colmo Béliz intenta ascender a este último. Seguramente, un gracias por los servicios prestados.
Sin embargo, una vez más se demostró que la mentira tiene patas cortas ya que la Oficina Federal de Justicia suiza declaró el martes 13 que no se halló ninguna prueba que avalara la tesis del famoso Testigo C, que aseguraba un pacto de silencio entre Menem y la república iraní. ¿De qué se disfrazará entonces la corporación mediática nacional, motorizada por Béliz y Cía., principales sostenedores de semejante dislate?
A ojo de buen cubero es innegable que, como se sostuvo hasta el cansancio en este sitio, los encubridores se rigieron a rajatabla por un guión. Primeramente, tanto los autores ideológicos como los perpetradores de la mencionada masacre, necesariamente debían poseer turbante y ser islámicos. Y la forma de cometerlo, sería de acuerdo a los postulados made in guerra santa: bomba humana a bordo de un coche bomba. Recurso demasiado baladí, ya que fue utilizado infinitamente por la industria fílmica made in USA. Detalle que, obviamente por ser muy inteligentes, no les pasó desapercibido a los verdaderos responsables del crimen de masas del 18 de julio de 1994. Este hecho crucial es la piedra basal en la investigación conjunta de los autores de este sitio, quienes sostienen desde hace un año la responsabilidad del tándem conformado por el tráfico de armas y drogas. Un atentado mafioso fue transformado, gracias a los buenos oficios de los idiotas y los corruptos de turno, en una casualidad permanente producto de las relaciones carnales.
“Les pido perdón”, dijo en cámara Carlos Menem y nadie de su gabinete le preguntó porqué. Si los que callan, otorgan, los miembros de su gobierno se hicieron los otarios porque sabían perfectamente de donde provenía la mano. Y como venía muy pesada, hicieron la del tero.
Como se vio anteriormente, esta política de avestruces la mantuvieron las administraciones siguientes de De la Rúa y Duhalde, prometiendo un pronto esclarecimiento que nunca llegó.
Justicia, ¿perseguirás?
Quienes escriben estas líneas no sólo han investigado exhaustivamente -y durante años- el magnicidio ocurrido en la AMIA, sino que han colaborado con la justicia y hasta han ofrecido evidencia concreta a todos los grupos relacionados con los familiares de los asesinados el 18 de julio de 1994. Todo sin resultado positivo.
Asimismo, han tratado de hacer recapacitar a los periodistas que hablaron sin fundamento durante estos diez años y no lo han conseguido. El poder del dinero y la presión de los dueños de algunos de esos medios a veces han podido más que la verdad.
Lo cierto es que a nadie le conviene que sean intereses sirios los que se esconden detrás de este atentado. No hay que olvidar que Menem -presidente en ese momento- es sirio, Israel comparte negocios ilicitos con Siria y Estados Unidos mantiene un lazo comercial muy importante con el mismo país. Por eso no han encontrado mejor chivo expiatorio que Irán, aunque no haya una sola prueba en su contra.
Es duro tener que reconocer que los atentados estén relacionados al mundo de las drogas y el lavado de dinero y no a conflictos de medio oriente, pero esa es la verdad.
Menem tendría que explicar con lujo de detalles sus encuentros con el extinto presidente de Siria -Haffez Al Assad- y las promesas que le hizo oportunamente para nunca llegar a cumplirlas. Ellas son el verdadero detonante de la furia de dos bombas (AMIA y Embajada de Israel) que se cobraron en total más de cien victimas inocentes.
También tendrían que sincerarse los lideres de la AMIA y la DAIA y admitir que durante años les han mentido a los miembros de su propia comunidad. Es un hecho que, tarde o temprano, va a salir a la luz. En tal sentido, es inaudito que la abogada de dichas instituciones sea la impresentable Marta Nercellas, la misma que defendió oportunamente tanto al oscuro Ruben Beraja como al narco Alfredo Yabrán, sin miramiento alguno.
Esa y otras explicaciones deberán ser expuestas en algún momento, ya que la mentira no puede sostenerse mucho más.
Concluyendo
Es lamentable haber llegado a 10 años del atentado a la AMIA sin haber podido desentrañar la verdad de lo sucedido. Y no por falta de evidencia, sino por la presión de algunos grupos de enorme poder que no quieren que queden al descubierto sus ilícitos negocios relacionados a la venta de armas y de estupefacientes.
Concretamente, sabemos muchas cosas hoy en día:
Sabemos que no hubo un coche bomba.
Sabemos que existen demasiados personajes sirios en medio de esta trama.
Sabemos que hubo por lo menos dos explosivos, uno en el volquete y otro en el interior del edificio de la AMIA.
Sabemos que una empresa de Yabrán "metió mano" un día antes de la explosión.
Sabemos que hubo "17 millones de razones" para que no se investigara el atentado.
Sabemos que la Policía Federal y otras fuerzas de seguridad encubrieron a los autores intelectuales del magnicidio.
Sabemos que los medios se vendieron por un par de monedas manchadas con sangre.
Pero lo más importante que sabemos -y que nos duele- es que hubo 85 muertos que siguen sin poder descansar gracias a 20 o 30 delincuentes que tapan la verdad cada día.
A esos 85 mártires, les ofrecemos el mayor de nuestros respetos. A los delincuentes, los seguiremos persiguiendo día tras día.
Es una promesa.
Fernando Paolella y Christian Sanz