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MENTIRAS Y SOSPECHAS EN AMIA Y LEGISLATURA
MENTIRAS Y SOSPECHAS EN AMIA Y LEGISLATURA

    Cuando las cosas son de naturaleza extraña, la uniformidad informativa causa realmente pánico. Es que desde el viernes 16 de julio, la corporación mediática nacional cerró filas alrededor de dos ejes fundamentales: el ataque a la Legislatura porteña y el décimo aniversario del atentado a la AMIA. Basta como muestra de esto un vistazo a la edición de Clarín del martes 20, donde, para empezar, en una nota de Lucio Fernández Moores se destaca que “a excepción de un travesti que dijo ser artista y otras dos mujeres que militan en la Asociación de Meretrices de Argentina (ANMAR), todos los detenidos aseguraron ante la Justicia  ser vendedores ambulantes. En todos los casos negaron haber participado de los incidentes y menos aún haberse “infiltrado” en la manifestación. Todavía no está claro si entre los detenidos están los diez encapuchados que iniciaron los incidentes al romper una puerta de la Legislatura. Para eso, la jueza espera los videos. Los descubrirán por sus ropas. Algunos aseguraron que no tenían pasamontañas pero sí los tenían puestos al ser detenidos. Es preciso desgranar esto para su mayor comprensión y su posterior análisis. Muy significativo que de los detenidos a los que se alude arriba, no haya trascendido ni su identidad ni su filiación como tampoco trascendió a que se debió tanta cantidad de policías símil piqueteros en los alrededores del monumento a Julio Argentino Roca. ¿Estaban supervisando la labor de “los diez encapuchados que iniciaron los incidentes”, que alude Moores?. No sería descabellado, puesto que tanto en la aludida en un análisis anterior Marcha de la Civilidad y el denominado viernes negro de la CGT, existieron sujetos de civil que invitaban a romper todo lo que estuviera a mano. Tampoco resulta extraño que los detenidos juren no ser infiltrados, pues hasta ahora no hay constancia de alguno que se haya auto incriminado de forma tan estúpida.
  
Por su parte, Mariano Pérez de Eulate, del mismo matutino, afirma que “mientras que el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, viene asegurando que ni él ni el Presidente fueron informados por los servicios de Inteligencia o por la Secretaría de Seguridad sobre lo que se estaba gestando, fuentes de la SIDE contaron a Clarín que en la mañana de ese día, a las ocho, enviaron un informe a la Casa Rosada anticipando movimientos para ellos sospechosos de sectores políticos marginales que buscaban agitar la protesta”. Quizá el propio Komisario Alberto Fernández haya estado al tanto de que los aludidos “movimientos sospechosos”  fueran producto de elementos provenientes de alguna usina estatal o paraestatal. A río revuelto, como se sabe, ganancia de pescadores avispados.
  
 La milagrosa reaparición (que luego resultó quedar en nada) de los casetes evaporados en sede policial, también merece espacio y Gerardo Young es el encargado de esto:“son sorpresas que puede deparar el caso AMIA y no muchos más. Pero a diez años del atentado aparecieron 46 casetes que se habían dado por desaparecidos y que contienen escuchas telefónicas de sospechosos del atentado, grabadas en horas posteriores al 18 de julio de 1994.
    El sorprendente hallazgo fue anunciado por el presidente Néstor Kirchner en una reunión que mantuvo ayer con dirigentes judíos de aquí y de EE.UU. Según dijo, estaban guardados en un archivo policial, a pesar de que la Policía llevaba ya nueve años diciendo que los había perdido. Algo parecido ocurrió en la SIDE, donde tenían copia de los casetes pero dijeron que los habían regrabado”.
Si estaban  guardados en un archivo policial, su hallazgo en bloque a dos días del décimo aniversario no tiene nada de sorprendente. Porque a todas luces se trata de una operación tendiente, que duda cabe, a seguir machacando el caso con más de lo mismo. El mismo día del supuesto milagro de magia trucha, trascendió la información acerca de una resolución adoptada el viernes pasado por el Senado estadounidense, que“insta al presidente George Bush a que ordene a las agencias de inteligencia que provean cooperación y apoyo, si Argentina se los pide, no solo para avanzar en la investigación del caso AMIA sino que también para luchar contra el terrorismo en la Triple Frontera”, según puntualizó Ana Barón desde Washington.
  
Leyendo esto de corrido, se cae en la cuenta que Argentina definitivamente se bajará los lienzos ante los requerimientos estadounidenses e israelíes y se adoptará  como autor al enemigo mortal de ambos: el terrorismo fundamentalista islámico.
  
Hasta Menem se mostró encantado por esta idea, ya que manifestó que“está absolutamente demostrado que el atentado fue realizado por Hezbollah, una organización terrorista del sur de El Líbano enrolada en el fundamentalismo islámico”.
   Pero, ¿qué iba a alegar, que los verdaderos asesinos de la calle Pasteur eran precisamente aquellos hermanos de sangre a quienes traicionó?. “Usted sabe muy bien quienes fueron. Los atentados en Buenos Aires no fueron reivindicados por ninguna organización árabe”, le espetó duramente el mandamás sirio Hafez al Assad en noviembre de 1994. El dictador sirio no mentía, los que sí lo hicieron y aún persisten en esa tarea son los que prefieren comerse cualquier historia oficial trucha y no encontrar una verdad tan evidente.



Acariciando lo áspero todavía

  
Veinticuatro horas antes del rimbombante anuncio, Pingüino Neki salió con los tapones de punta desmintiendo rotundamente el mentado hallazgo. Fiel a su estilo terístico, el presidente alegó que se trató de un error de interpretación por parte del titular de la AMIA Abraham Kaul. K aclaró para oscurecer más la cosa, que sólo se habían encontrado unos recibos que allanarían el camino hacia los mismos. No es mucho trabajo imaginar la cara del bueno de Kaul, cuando le comunicaron semejante dislate. Lo extraño de esto, es que en el preciso instante del anuncio, Parrilli ni siquiera abrió el pico. Si el que calla otorga, esto es el colmo de los colmos.
  
Y para agrandar esta bola de nieve, la corporación mediática nacional anunció con bombos y platillos el acontecimiento sin siquiera chequear la veracidad mínima del mismo.
  
Después de tamaña metida de pata, será absolutamente dificultoso darle crédito a una administración que, muchas veces cuando hace uso de la palabra, se termina pisando y cayendo al suelo. Otro atropello a la razón.

 

 Fernando Paolella    

 

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