Probablemente el Poder es uno de los temas más analizado en Ciencia Política y sobre el cual más ensayos y libros se han escrito.
Hay numerosas definiciones del Poder, en general todas adecuadas y precisas de acuerdo al enfoque desde el cual se analiza.
Una de las más sencillas es la de Max Weber: “El poder es la posibilidad de que un actor dentro de un sistema social este en posición de realizar su propio deseo, a pesar de las resistencias existentes”.
En los sistemas democráticos el poder político irremediablemente deberá ir acompañado por la ética política.
Ello significa que el que detenta el poder, no tiene la prerrogativa de realizar sus propios deseos y antojos con total libertad de hacer lo que le plazca sin limitaciones de ninguna especie.
Por el contrario, debe hacer lo más conveniente para los receptores del poder, ajustándose a las leyes existentes y realizarlos estrictamente dentro del concepto de la moral pública y la ética política.
En otras palabras, debe cumplir el mandato recibido de sus mandantes dentro del contexto expuesto en el párrafo anterior.
Pero además el que detenta el Poder está permanentemente en una vitrina observada en todos sus actos por sus mandantes. Y no solo en su tarea política, sino también en su vida privada.
Es exactamente lo opuesto de lo que mucha gente cree sobre que el que ejerce el Poder. Es una situación difícil e incómoda, ya pierde casi completamente su privacidad.
Mientras los actos políticos fallidos, erróneos o equivocados son criticados por sus mandantes y repercuten negativamente directamente en el partido político al cual pertenece la persona que detenta el poder. Los actos privados cuestionables en cambio, repercuten directamente en el que ejerce el Poder.
La reciente historia nos muestra infinidad de ejemplos al respecto.
Uno de los más escandalosos, fue la relación del ex presidente Clinton con la pasante de la Casa Blanca y su famoso habano, que por muy poco le cuesta la presidencia de EE.UU.
Precisamente en estos días el Primer Ministro italiano Silvio Berlusconi está a punto de ser procesado y llevado a juicio por “prostitución de menores”.
En nuestro país, lamentablemente estamos llenos de ejemplos sobre este tema.
Sin ir muy lejos, la escandalosa disputa conyugal del ex presidente Menem que terminó con la expulsión forzosa de su esposa de la Quinta presidencial de Olivos y no hace mucho tiempo, la vergonzosa muestra de indignidad y bajeza de Menem, evidenciada por el alineamiento con la postura de su despreciado enemigo en las decisiones del Congreso, para favorecer las iniciativas del oficialismo, a cambio de obtener la impunidad en los casos en que está involucrado y que se ventilan en la justicia.
Pero tenemos ejemplos mucho más actual: nuestra actual presidente, Cristina F. de Kirchner. Sin exagerar en lo más mínimo, Cristina es el perfecto ejemplo de lo que no hay que hacer. Todo, para no ser tan determinante, casi todo en ella, es un pésimo ejemplo de lo que no hay que hacer.
Las personas que están en la cima de la exposición pública también se convierten en el paradigma de muchas personas. Ejemplos que son imitados y copiados.
¿Tendrá conciencia la presidente que está en un vidriera pública y que hay cuarenta millones de argentinos, que la observan permanentemente y que en mayor o menor medida, analizan y comentan lo que dice o hace y sacan sus propias conclusiones?
Sus escandalosas mentiras, sus incongruencias, la desmesurada corrupción en el gobierno y en su fantástico y vertiginoso enriquecimiento personal, su falta de moderación en el uso del dinero público y de medios del Estado en su propio provecho, su debilidad por las joyas y su colección de bolsos y vestidos, en oportunidades llevaba encima miles de dólares en alhajas, eran seguidos y observados por millones de argentinos.
Pero hay un ejemplo mucho más reciente en el cual su insolente soberbia característica, fue doblegada por la dura verdad, que seguramente habrá sido el motivo de su profunda depresión.
La personalidad de Cristina, su lenguaje corporal, sus gestos y expresiones en su cara siempre reflejaban que padecía una grave patología a consecuencia de alguna falencia psíquica o física.
Ahora se hizo luz sobre este interrogante. Efectivamente Cristina padecía de ambas falencias.
La psicosis maniaco-depresiva, ahora llamado el trastorno bipolar, era conocida desde hace tiempo, ya que fue difundido por los medios antes de la asunción de Cristina a la primera magistratura.
Pero en cambio no se conocían las falencias físicas. Toda esa imagen de un matrimonio bien constituido no era más que otra mentira, otro engaño de los Kirchner. La vida íntima de este matrimonio siempre fue muy diferente a la que se presentó ante la opinión pública.
Un matrimonio ficticio ya desde hace muchos años. Se mantenían unidos por conveniencia, para mantener su imagen y por la relación política y comercial. Nada más ruin e inmoral. En su círculo íntimo y cercano este tema se sabía conocía desde mucho tiempo atrás.
El ex presidente la engañaba desde ya muchísimos años. Néstor Kirchner habría tenido muchas amantes, e inclusive un hijo natural. Todo conocido y consentido por su esposa. Pero ya hace más de una década mantuvo una relación estable con Miriam Quiroga, que se desempeñaba como directora de Documentación Presidencial de la Coordinación General de Asuntos Técnicos de la Unidad Presidente, con rango de subsecretario de la Presidencia de la Nación. En su función se paseaba libremente por la Casa Rosada, prácticamente en las narices de Cristina.
Los vestidos de luto de la presidente, su ropaje negro con su cara dolida y compungida, no es más que el disfraz de esta nueva tragicomedia. La presidente ya debería terminar con esta monstruosa hipocresía y la teatralización de su “supuesta” tristeza y dolor.
Hay una conocida cita popular que dice “Que cuanto más alto el pedestal más fuerte es la caída”.
Este matrimonio, obviamente ahora solo la “dolida viuda”, se han trepado a lo más alto del pedestal, mediante engaños y procedimientos no éticos y malas artes.
La caída va a ser tremenda.
La imagen de Cristina va en picada. Cada vez más desprestigiada por sus permanentes disparates, uno más grave que el otro, todos perjudiciales para el país. Paralizada en su gestión, no tiene capacidad para despedir al círculo de incompetentes que la rodea y armar un nuevo equipo. Cada vez más aislada, sola y humillada.
La Argentina sigue en la tapa de los medios mundiales gracias a los Kirchner. Cristina ahora suma a sus lamentables logros, el de ser una presidente cornuda. Cornuda… y consiente. Nuestro país es cada vez más particular, exclusivo e insólito.
Alfredo Raúl Weinstabl