Tras una dictadura de 23 años de duración el gobierno del antiguo presidente de Túnez, Ben Ali, se vino abajo. Una era que estuvo dominada por numerosas violaciones de los derechos humanos y actos de tortura, llegó a su fin después de semanas de protestas callejeras que culminaron en la victoria de una revolución popular.
Después, fue el turno del presidente egipcio Hosni Mubarak, que tras la presión de sus antagonistas y la comunidad internacional, lograron que renunciara a su cargo después de permanecer 30 años en el poder.
Todo parece indicar que el próximo dictador en caer sería Muamar Kadafi, quien gobierna Libia desde hace casi 42 años.
Pero lo curioso de estas situaciones, es que una vez más, el gobierno kirchnerista no se pronuncia a favor de una condena internacional, ni mucho menos apoyó al Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas a la hora de condenar el régimen de Libia y recomendar su suspensión del organismo.
Muy por el contrario, Argentina presionó para que
Esa vieja amistad con las dictaduras
Ya entre 1939 y 1941, Perón fue agregado militar de la Argentina en la Italia de Benito Mussolini. Perón no ocultaba su admiración por el régimen fascista al que definió como “un ensayo de socialismo nacional, ni marxista ni dogmático”.
A su regreso, se convirtió en uno de los referentes más destacados de una logia militar conocida como GOU, Grupo de Oficiales Unidos, de carácter nacionalista y anticomunista, brindando numerosas conferencias sobre temas políticos y militares.
Perón se inspiró en el nacionalismo católico, el falangismo español, el fascismo y hasta el socialismo.
El peronismo tuvo ciertas características autoritarias y personalistas que irritaban a la oposición. Durante gran parte del gobierno de Perón fue muy difícil poder expresar ideas opositoras con libertad. La mayoría de los medios de comunicación estaban en manos del estado y los restantes sufrían permanentes clausuras.
En las universidades, los estudiantes protestaban por el bajo nivel educativo y la importante presencia de profesores de tendencias fascistas. Líderes como el radical Ricardo Balbín y el Socialista Alfredo Palacios sufrieron la cárcel y el exilio. Típicas acciones todas, de los gobiernos dictatoriales y totalitaristas.
Fue Perón, incluso, quien más inculcó, fomentó, cultivó e instaló el odio hacia Estados Unidos. Tal es así que su frase propagandística proselitista fue “Braden o Perón”.
Para cerrar el círculo, no debemos olvidar que en la post guerra albergó a miles de miembros del Ejército Alemán nazi que huían desde Europa, y luego de su derrocamiento fue recibido por otro dictador, su amigo, el presidente del Paraguay Alfredo Stroessner para finalizar su exilio en España, la cual estaba gobernada por otro dictador amigo, el “generalísimo” Franco.
La amistad con los nuevos dictadores
Hoy, cuando nuestro país enjuicia y encarcela a los representantes de la más sangrienta dictadura que hemos vivido, se relaciona con dictadores que son iguales o peores que los militares del proceso.
Nuestro país es uno de los pocos donde se reivindican acciones de gobierno a dictadores como los hermanos Castro. Argentina debe ser uno de los pocos países en los que estos genocidas tienen adeptos. Y ni hablar de las relaciones carnales con el hijo putativo de los Castro y máximo aspirante a sucederlos, el bolivariano Hugo Chávez.
No por casualidad, todos estos personajes son amigos entre sí, junto a otro dictador, el presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, quienes a su vez, como el gobierno argentino, apoyan al dictador Muamar Kadafi.
Y aquí volvemos al principio. Si trazamos una línea imaginaria entre el peronismo original y el kirchnerismo vemos que buscan más o menos el mismo tipo de amigos, gobernantes populistas, demagogos, totalitaristas, autoritarios.
Por eso, no es nada extraño que Cristina Kirchner se siga manteniendo con el mismo bajo perfil que mantuvo hasta ahora, ya que en definitiva, aspiran a lo mismo, perpetuarse en el poder a cualquier precio. ¿O acaso usted tiene alguna duda?
Pablo Dócimo