Habrá que creerle a Mauricio Macri cuando dijo, hace pocos días desde la comodidad de un hotel parisino, que no hay ninguna posibilidad de que busque un nuevo mandato como jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Para el macrismo, eso fue lo mismo que afirmar que será candidato presidencial, una confirmación casi sin sorpresas en tierra porteña dado que el hombre viene mostrándose largamente por el interior del país.
Más allá de que esté pendiente el paso formal de la interna del mes de agosto, Macri, como Cristina Fernández, ya integra entonces la oferta electoral para las elecciones generales de fines de octubre próximo.
Pero antes que eso, y mucho antes de resolver si confluye en un mismo espacio con el rebelde Peronismo Federal, el alcalde porteño deberá lidiar con dos cuestiones de pago chico que no son menores: la fecha de las elecciones en la Capital, donde pondrá en juego su propio territorio sin ser candidato, y el nombre de su delfín, una pelea que se las trae.
Sobre la fecha, el anuncio sería inminente. Y casi seguro se convocará para fines de agosto o principios de setiembre, metiendo así al ciudadano porteño en un berenjenal de comicios entre elecciones comunales, internas, generales, etc.
Argumentos en la intimidad
Fuentes del macrismo contaron que, antes de su reciente viaje a Washington y París, el jefe de Gobierno se sinceró ante unos pocos respecto a por qué tomó la aparente decisión de enfrentar a Cristina a pesar de que las encuestas muestran un despegue de la Presidenta y cierto estancamiento en la imagen e intención de voto que cosecha el propio Macri.
Según ese relato, en efecto, Macri prefiere ir a la presidencial, aún sabiendo que puede salir segundo sin llegar al ballotage pero quedándose como una opción clara al kirchnerismo de cara al 2015.
El motivo: presiente que la repetición del escenario actual —él como alcalde y Cristina en la Nación— haría muy complicada una eventual segunda gestión de gobierno suya por la quebrada relación entre él y la Casa Rosada.
Es que en el macrismo evalúan que anidan cuestiones personales, no sólo políticas, en el destrato que la Presidenta y el Gobierno en general le dispensan al jefe porteño.
¿Será posible pensar en una mejor convivencia si en la Capital Federal el PRO mantiene la jefatura pero en el sillón mayor se sienta otra persona? ¿Episodios como el desmanejo estatal en la cuestión del Parque Indoamericano o en el más reciente episodio en Parque Avellaneda, desaparecerían? Suena naif.
Otras voces internas
Macri venía demorando un pronunciamientos obre su candidatura a Presidente, entre otras cosas, porque su principal asesor, el ecuatoriano Jaime Durán Barba, y su mejor amigo y hombre fuerte sin cartera, el empresario Nicolás Caputo, le dicen que el escenario en el que está mejor posicionado es el de la reelección porteña.
Durán Barba vive de las encuestas y ve lo mismo que Macri: hoy las corrientes de opinión favorables —y algunos resultados electorales adelantados, como los de Catamarca— parecen bendecir a la Presidenta. Pero Macri parece genuino cuando dice que, a pesar de todo eso, realmente piensa que el kirchnerismo "es un ciclo agotado".
En todo caso, el problema más inmediato para Mauricio es cómo definir la sucesión. Fuentes bien informadas, que lo conocen profundamente, aseguran que si fuera por él sería Horacio Rodríguez Larreta el elegido. Le reconoce su capacidad de trabajo, su buena llegada a todas las corrientes internas del macrismo y su formación.
Pero en la otra esquina está la diputada Gabriela Michetti, la más favorecida en las encuestas, la que tiene el mayor nivel de conocimiento después de Macri y un manejo mucho más ducho de la cosa mediática, requisito importante para ganar elecciones. ¿Una fórmula conjunta es posible? ¿Aceptaría Michetti ir de vice de Larreta? Lo dicho: son tiempos de definiciones fuertes en PRO.
Quien aplaude, sin hacer mucho ruido, la incursión presidencial de Macri es Francisco de Narváez. A pesar de las actuales diferencias en ese eje, todo parece indicar que “el colorado” sería candidato a gobernador del espacio conjunto, donde además debería confluir parte del peronismo.
Ahí despunta otra negociación que se va a poner linda. Porque cuando haya que armar las listas, el denarvaísmo propondrá que ellos no se meterán en los cargos nacionales a cambio de que el macrismo no intente meter la cuchara más de lo debido en los lugares provinciales.
Puja bonaerense
Pensando en el duelo con Cristina, claro, a Macri lo obsesiona la Provincia. Se tiene bastante fe en sectores sociales que, increíblemente, lo tendrían aún en alta estima por su paso por el sillón de Boca. Encima el xeneize está en uno de su peores momentos deportivos de la historia.
De Narváez es, en efecto, un aliado casi natural. Pero varias fuentes coinciden en que el jefe porteño sondeó al intendente de Tigre Sergio Massa, kirchnerista crítico pero con alto nivel de conocimiento y respetable intención de voto a nivel provincial, para que sea su candidato a gobernador.
Massa puede ser crítico, pero no es tonto. "No me voy del peronismo", dicen que respondió el tigrense. Tiene allí, si hace las cosas medianamente bien, un camino enorme por recorrer.
Mariano Pérez de Eulate
NA