Enigma 2011 en la Argentina: ¿no era que sin la clase media no se podía ganar y que había abandonado definitivamente a los Kirchner? Es obvio entonces que hoy la clase media esta “votando” a CFK en todas las encuestas. De lo contrario, no mediría como mide, la señora presidenta. Un misterio que los columnistas esquivan, o no se plantean.
¿Acaso se radicalizó de pronto la middle class argenta? No parece. Es evidente que vota por descarte, por falta de opciones. Pero sobre todo porque la economía tira, porque este año la familia se fue de vacaciones a Gesell y se compró finalmente el soñado LCD en cuotas. La billetera, parece, le gana a la inflación, al menos por ahora. Habrá que ver más adelante, cuando el “modelo” haga agua por su sobre-ofertismo, la emisión de locos, el atraso cambiario y la falta de inversión, todo eso junto y algo más también. Ese menú en algún momento futuro tiene que producir una revulsión económica, ergo política. Pero no por ahora.
Entonces, hay voto de clase media para CFK, pese a su radicalización de la boca para afuera, pese a la Bonafini, pese a Moyano. El bolsillo manda y dice que los empleados en blanco con buenos convenios de trabajo, este año —no antes— han ganado en salario real (ver el trabajo que cita Néstor Scibona en La Nación del domingo 3 de abril pasado). Súmese al sector de cuentapropistas más o menos prósperos, de comerciantes y profesionales ídem. Ese universo, todo sumado: empleados bancarios y similares; comerciantes promedio; abogado/médico con una carrera más o menos lograda; en definitiva, todo eso da la “clase media argentina” que conocemos y a la que pertenecemos. Y en ese mundo se está “votando” a CFK en los sondeos. Sin decirlo a los gritos, sin militar el voto de octubre (salvo ese reducido pero activo sector que también todos conocemos bien: ¿quién no tiene un amigo K?). Renuente, pero en fin, ahí está el “sí” en los sondeos de la consultora Poliarquía (que el diario La Nación no publica hace rato), de Aurelio, de Management & Fit, etc.
Un apoyo vergonzante que puede ir tiñéndose de cierto ideologismo lavado con el paso de los meses, cuando se haga demasiado evidente el propio voto, a lo que ayudará cierta crisis que evidencia el cada día más reducido sector de medios independientes.
Hay, efectivamente, cierta fatiga de guerra en los diarios La Nación, Clarín, etc. Pero además la clase media argentina, como se sabe, es veleidosa y quiere creer que votará por convicción, no por billetera. En algún momento, de acá a octubre, saldrá del closet esa señora que en 2008 simpatizó con el campo, pero sin llegar a revolear la cacerola; o ese señor con algunas lecturas que, de pronto, descubrió las bondades de la “causa nacional”, bien salpimentada con visitas al shopping noventista.
Ni hablar del joven treinteañero, que se sabe de memoria el decálogo de la corrección política, casi tanto como el repertorio de esa trilogía del consumismo capitalista que es fútbol-cerveza-autos.
Todo ese mundo está haciendo ganar a CFK. Y es ese mismo mundo el que a la primera crisis le dará la espalda, volverá a comprar Clarín y se explicará a sí misma que el entorno de La Cámpora y el sindicalista Moyano hicieron despistar a Cristina. O, al contrario, que fueron el FMI y los poderes económicos concentrados, como le pasó al finado Raúl Alfonsín en 1989.
Como sea, llegará el momento del adiós, del segundo adiós a Cristina, después de aquel de 2008 inspirado en la figura campera del hoy totalmente olvidado Alfredo De Angeli. Pero no será ahora, no en octubre de 2011.
Las proyecciones económicas que acá se imaginan indican que este futuro trauma colectivo ocurrirá en algún momento entre 2012 y 2013, cuando no den para más la droga inyectada al sistema económico por Mercedes Marcó del Pont y Amado Boudou, Presidente del Banco Central y Ministro de Economía, respectivamente; junto a los disparates del Secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, sumadas a las exigencias sindicales de la CGT y de los industriales que aman la ganancia cautiva y segura.
Y ahí sí, la clase media se mirará al espejo una vez más y se dirá que con esta señora no tuvo nada que ver, que no sabe quién la votó ni quién la puso.
Pablo Díaz de Brito
CADAL