“No sé qué voy a hacer, estoy en el peor de los momentos”, repitió Duhalde. “Te explico; tenemos cinco candidatos posibles. Hay dos que si ganan me matan: Menem y Rodríguez Saá. El que a mí me gusta no quiere aceptar: Reutemann. El que hemos elegido no mueve el amperímetro: De la Sota. Y el quinto no para de putearme en todos lados: Kirchner”, habría confesado Eduardo Duhalde cuando aún ocupaba el sillón de Rivadavia en Balcarce 50 a Alberto Fernández.
La anécdota la recuerda Nelson Castro desde su último libro, “Rivales. La confrontación, una forma de construir poder en la historia argentina” (Vergara), un volumen que repasa las diferencias más emblemáticas que protagonizaron próceres y funcionarios locales. El último de los capítulos, más ligado a la coyuntura posmoderna que al romanticismo de los tiempos de gesta patriótica, por caso, está destinado a la disputa que mantuvo el ex gobernador de la provincia de Buenos Aires con el ex presidente patagónico. “En la Argentina, la confrontación de personas, y no el debate de ideas, es una metodología de construcción de poder”, afirma Castro a El Cronista.
“Los líderes políticos se han dedicado a construir poder pero no políticas de Estado que cimenten una República con una gran calidad institucional”, observa Castro. Incluso, destaca que, en países vecinos, como Brasil, Uruguay y Chile, y a diferencia de lo ocurrido en la Argentina, se pudo arribar a acuerdos -por sobre la confrontación personal- que permitieron constituir estructuras políticas que generen perdurabilidad en las medidas públicas.
Rivales, que acaba de aterrizar en las librerías vernáculas, se presenta como una suerte de fresco de la tradición local, ya que desarrolla los enfrentamientos más emblemáticos —y quizá menos tratados— ocurridos desde mediados del siglo XIX, pasando por la segunda mitad del siglo XX, hasta lo más actual de esta centuria, protagonizado por Kirchner-Duhalde. “Aquí, lo que produce el distanciamiento es un tema meramente personal, que es la candidatura de Chiche Duhalde a la Senaduría de la provincia de Buenos Aires. Después, generó una furia brutal en la cual Kirchner denunció un montón de cosas pero el motivo inicial no era una cuestión ideológica sino la propia candidatura”, observa.
Costumbres argentinas
La historia nacional está plagada de secretos, de engaños, de confabulaciones y de un entramado de relaciones que configuraron el destino del país. Una historia llena de aciertos y fracasos, apasionante y compleja. De luchas de hombres que, por cuestiones ideológicas o intereses personales, convirtieron sus afamadas rivalidades en otro capítulo —a veces, oscuro— de la historia nacional. De Moreno y Saavedra, a Dorrego y Lavalle, entre tantos otros. Castro quiso investigar el tema. Y se vio obligado, por una cuestión de espacio, a sintetizarlo en unos pocos ejemplos. ”Estaba tentado de tocar muchos más pero hubiera escrito un libro interminable”, concede. No obstante, arribó a una conclusión: “En la confrontación por el poder, la ambición personal ha tenido supremacía por sobre la responsabilidad política institucional”, analiza.
Así, el texto comienza a escribirse relatando los entretelones del vínculo que mantuvieron Juan Manuel de Rosas y Justo José de Urquiza. “Empezaron teniendo una buena relación, fueron rivales y terminaron siendo amigos. Hay una frase de Urquiza que dice: Ahora me doy cuenta de que este país sólo puede ser gobernado por Rosas”. Pero el arrepentimiento llegó tarde. Aquel febrero en Caseros ya había librado el veredicto, el exilio en Southampton marcaría los últimos años en la vida del Restaurador de la Leyes y, dos décadas más tarde, Urquiza sería asesinado en el Palacio San José por las tropas del General Simón Luengo. “La ambición de poder llevó a una división de quienes tenían muchas más coincidencias que diferencias”, completa.
Otro de los casos retratados en el libro está representado por las tensiones mantenidas entre dos intelectuales del siglo XIX. Facundo y Las Bases. Domingo Faustino Sarmiento y Juan Bautista Alberdi. Lo unió el amor o el espanto pero los distanció la ambición por ejercer el poder para delinear el futuro del país. “Tiene un aspecto interesante: el tema de discusión es la prensa, lo que tiene una enorme vigencia”, sostiene Castro.
Del siglo XX, se tomaron los casos de Perón-Balbín; Perón-Lonardi (“porque es una representación de lo que fue el enfrentamiento del peronismo con los militares”), Perón-Vandor (“porque significó una enorme discusión del peronismo, del peronismo sin Perón”) y Balbín-Frondizi (“porque es un ejemplo claro de ambiciones personales de dos hombres que, en realidad, no tenían grandes diferencias pero que llevaron su enfrentamiento personal a romper con un partido”).
¿Algo se repite? Quizá. “Es un país que no aprende de su historia. La desconoce no sólo la sociedad sino, también, la dirigencia política. Cuando escribí el libro La sorprendente historia de los vicepresidentes, entrevisté a varios vices y todos preguntaban a quién se parecían. Yo les preguntaba a cuántos vicepresidentes conocían ellos. La mayoría podía mencionar a muy pocos”, comenta y completa: “La Argentina tiene ese sino fatal del poco conocimiento de la historia que lo lleva, paradójicamente, a repetir la historia”.
¿Fin de ciKlo?
Castro comenzó a trabajar en este libro hace poco más de un año y asegura que la actualidad argentina, sobre todo con su proyección al año electoral, tuvo mucho que ver en la decisión. Frente a la carrera por ocupar el sillón de Rivadavia, Castro hace referencia a una coyuntura que, a modo de costumbre nacional, está signada por la confrontación y la incertidumbre. “Hay una candidata establecida, que es Cristina Kirchner, quien está jugando un partido muy cómodo porque en la cancha está sólo ella. Mientras, la oposición está preocupada en la confrontación, como sucedió esta semana con Lozano y Solanas, que casi es patético”, analiza. En este sentido, sostiene que la oposición deberá “esmerarse mucho y generar un cambio copernicano para equilibrar un partido que está muy desparejo, muy a favor del Gobierno”, completa.
Castro tampoco es optimista con la campaña de Eduardo Duhalde. “Se lo ve con dificultades en su crecimiento y hay una valoración muy negativa de su figura que, hasta ahora, no ha podido modificar”, sostiene. Asimismo, y frente a las versiones que sugerirían una posible alianza con el actual jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri, dice: “Algunas encuestas marcan que, juntos, en primera vuelta no suman. A lo mejor sí en segunda. Es una dificultad. La oposición necesita juntarse para generar masa crítica que le dé la posibilidad de disputarle poder al Gobierno. Ahora, hay que ver si juntándose es creíble. Rejunte hay en los dos lados, también en el oficialismo. Sólo que allí hay liderazgo. El ejercicio del poder, automáticamente, subordina voluntades. La oposición no tiene poder que emane un liderazgo fijo.”
Laura Mafud
El Cronista