El objetivo del presente artículo es mostrar un pequeño ejemplo de política comparada para evidenciar la diferencia en el proceder de dos presidentes; Barack Obama de los EE.UU. y Cristina F. de Kirchner de la Argentina.
En EE.UU. se originó un debate sobre el lugar en donde había nacido el presidente. El tema comenzó aproximadamente hace dos años después de que parte de los adversarios políticos de este, pusieran en duda que hubiera nacido en territorio estadounidense y en consecuencia, que pudiera ser presidente.
La cuestión se reavivó cuando el magnate de bienes raíces Donald Trump se lanzó a la política con la idea de buscar la nominación republicana para las elecciones presidenciales de 2012, volviendo a poner sobre el tapete político, la duda sobre el lugar en que había nacido el presidente, sosteniendo que había sido de Kenia.
El debate se instaló rápidamente en el firmamento político del país del norte, pero el presidente norteamericano encaró con decisión el tema, disponiendo que la Presidencia tomara, como medida extraordinaria, difundir en Internet, por primera vez, una versión completa del acta de su nacimiento, expedido por el estado de Hawai.
El documento difundido recientemente fue una fotocopia certificada del registro de nacimientos, obtenido directamente de la administración local por el servicio jurídico de la presidencia.
Con su decidida intervención Obama pudo zanjar la polémica, puso fin al debate, aclarando el tema y clarificando la duda generada por la oposición.
Una duda similar, pero sobre otro tema está instalado en parte del ambiente político argentino.
Desde prácticamente el comienzo de la gestión presidencial de Cristina F. de Kirchner se arrojaron dudas sobre su título profesional como abogada.
Hay serios y firmes indicios que ponen en duda la posibilidad de que la actual primera mandataria tenga realmente el título de abogada. Existen denuncias judiciales contra la presidenta Cristina Kirchner por “usurpación de títulos y honores”, y la documentación a la cual se ha tenido acceso —plagada de borrones— arroja aún más interrogantes.
De confirmarse la duda, el tema tendría una gravedad tal que, toda la gestión parlamentaria y por sobre todo la presidencial sería nula, de nulidad insanable.
Se gestaría un escándalo de proporciones insospechadas e incalculables, ya que todo acto jurídico, desde los comicios del 2007, hasta el presente sería inexistente y la punibilidad de tal conducta, estaría encuadrada en el Código Penal de la Nación.
No obstante esta insólita polémica de extrema gravedad, nunca la presidente salió a refutar las argumentaciones sobre el tema para clarificar definitivamente su situación.
Pero el objeto de esta nota no es determinar si la presidente es doctora o no. El objetivo es mostrar y poner en evidencia claramente la diferencia de proceder del mandatario norteamericano y nuestra gobernante.
El primero afronta la situación, da la cara y con su proceder contundente pone fin a la polémica.
En el caso de CFK, rehúye a afrontar la situación y el tema va carcomiendo su credibilidad. Por otro lado una vieja cita del refranero popular dice “Que el que calla otorga”.
El primero da transparencia a sus actos, Cristina en cambio, como casi todo lo que hace o dispone, se hace bajo un manto de falta de claridad y de sospecha.
¿Será este el caso? Pareciera que sí. Lamentable.
Alfredo Raúl Weinstabl