Finalmente, en absoluta soledad, como casi todas sus decisiones, Cristina Fernández se presentará como candidata del oficialismo para su reelección presidencial.
Muchos analistas políticos lo daban por descontado. Era muy difícil que alguien con la actual intensión de voto de Cristina, más perteneciendo a una partido con la vocación de poder como el peronista, deje de lado una ocasión tan favorable.
Pero también había muchos, que opinaban exactamente lo contrario. El retirarse de las contiendas en el pico más alto de popularidad, una decisión más que prudente, asegura que muchos errores en la gestión se pierdan en el olvido de los tiempos y aseguren un lugar más o menos respetable en la historia política del país.
Hubiera sido un acto racional, de buen sentido común. Pese a que Cristina no se caracteriza por lo expresado anteriormente, parecería ser que la Presidenta no quería ni quiere, realmente encarar otro período.
Pero recordemos que durante la vida de su esposo, Cristina era una marioneta dirigida por él. Desde el fallecimiento de Néstor siguió siendo una marioneta, pero sin la dirección de una sola persona, comenzó a responder a diferentes titiriteros que la manejan como un pelele desde distintas direcciones, de acuerdo al interés del titiritero de turno.
¡Pobre mujer! Enferma y agotada, como ella mismo lo expresó, viendo que su gestión se complicaba cada vez más a medida que pasa el tiempo, con prácticamente una bomba de tiempo en su mano, con su entorno familiar pidiendo que abandonase la función pública y sin ganas, pero no obstante, acepta postularse nuevamente presionada por su adláteres y seguidores más cercanos.
Cuando desde la Casa de Gobierno, convertida nuevamente en un local partidario, anunció su decisión de presentarse como candidata para un nuevo período presidencial, su claqué estalló en vivas, gritos, cánticos y aplausos generalizados.
El anuncio lo hizo utilizando por milésima vez la red nacional, y obligó a la ciudadanía argentina una vez más, a presenciar un acto partidario disfrazado de acto gubernamental.
¿Se dará cuenta Cristina que lo que esta gente festejaba, no era precisamente la continuidad del modelo “de acumulación productiva de matriz diversificada e inclusión social”, sino que podían seguir conservando, pese a su mediocridad, la continuidad en sus cargos en el Estado?
Hasta las cosas más simples el kirchnerismo las hace mal.
“Siempre supe lo que tenía que hacer y lo que debía hacer” mintió demagógicamente.
¡Pobre mujer! No pudo tomar la decisión que ella quería, sino la que a los titiriteros les convenía. Tomó nuevamente la decisión equivocada. Adoptó como casi siempre, una decisión equivocada francamente negativa. Pareciera que su accionar político esta signado por el fracaso.
No obstante no descarto, más bien estoy convencido, que la presentación de Cristina en estos comicios seguramente encierra alguna jugarreta o engaño característico de los Kirchner. Tal vez una postulación testimonial, una renuncia al poco tiempo de asumir (en el lejano supuesto que triunfe en las elecciones) o alguna otra tramoya semejante para burlar la decisión del pueblo argentino.
Pero para el resto del país, el país no kirchnerista, su postulación tiene un aspecto favorable y conveniente. Durante los ocho años de gestión de los Kirchner, infinidad de problemas fueron postergados “sine díe” para un futuro lejano. Todos aquellos aspectos que podrían afectar la popularidad del oficialismo fueron demagógicamente evitados para evitar el probable drenaje de votantes y postergados para “más adelante”. Nunca se encararon las soluciones de fondo que el país necesitaba urgentemente.
El “más adelante” es el tercer mandato de la dinastía. Las bombas que armaron y los campos minados que sembraron durante todo estos largos ocho años estallarán en estos próximos cuatro años. El “sine díe” no aguanta más. La caldera no resiste más presión. Y pese a la enorme suerte que tuvieron por el entorno económico mundial favorable, la economía se deberá sincerar y otros aspectos colapsarán, salvo que se apliquen medidas duras, muy duras, que no se compadecen con este hipócrita gobierno que se autotitula “progresista”.
Que no se repita lo ocurrido en el año 1976, en que las FF. AA. por querer sacarle las papas del fuego al gobierno de Isabel Perón, interrumpieron el gobierno democrático, pero posteriormente sufrieron las consecuencias directas que heredaron de ese gobierno desastroso.
Que el kirchnerismo pague las consecuencias del permanente ocultar la basura bajo la alfombra y su lamentable gestión gubernamental.
Que las bombas les exploten en sus manos, en su propio gobierno. De esa manera el kirchnerismo, este perverso y corrupto régimen, desaparecerá para siempre de nuestro universo político.
Cristina en su soberbia y altanería no aprendió nada de la Historia y en particular de nuestra Historia. Simplemente hay que mirar un poco más de medio siglo atrás.
Las segundas partes nunca fueron buenas y mucho peor aún las terceras.
Cuando Cristina aprenda esta simple cuestión, lamentablemente la Argentina habrá retrocedido aún más, en el ranking mundial de naciones.
Alfredo Raúl Weinstabl