Como es costumbre en estos casos (último domingo previo a una elección) los diarios de
Clarín, tratando de analizar el tema y de quedar bien con dios y con el diablo, hizo un menjunje muy poco claro barajando un cuadro comparativo de siete “mediciones” según las cuales existiría una tendencia a favor del actual jefe de Gobierno, Mauricio Macri, seguido por el kircherista Daniel Filmus (quien lleva tres sectores y listas que convergen en su candidatura), y más relegados “Pino” Solanas en un tercer lugar, dejando la pelea por el cuarto puesto al ex jefe de Gobierno Jorge Telerman y la senadora María Eugenia Estensoro (Coalición Cívica).
Por lo visto, la sociedad política argentina, y la porteña en particular, no han tomado nota ni demostrado el más mínimo interés en replantear el cuestionamiento que la misma sociedad, el hombre y la mujer de “a pié” (ello de acuerdo a sus limitaciones de expresión dentro del sistema) le ha planteado antes y después de la crisis de 2001.
Y es claro que antes del quiebre político, social y económico de ese año en particular, hubo síntomas muy claros que la clase política no solo no ha querido resolver, sino que ha intentado sobrevivir ocultando, disimulando y apaleando dicha crisis, que en definitiva es una crisis de representación.
La ingenuidad del “Que se vayan todos” del 2001 termina, necesariamente conforme la regla de hierro del poder en: “Nos quedamos todos, no nos importó, no nos pudieron sacar”.
La representación política, ha muerto
La desazón producida en nuestro pueblo con posterioridad a
Esto está referido como creencia irreflexiva (más allá de nuestra profunda convicción en
Dichos tópicos, carentes de un sinnúmero de elementos coadyuvantes para lograr un sistema republicano, y que además se ufana de ser representativo federal, puede devenir, más bien, en un mamarracho. Así, la sociedad comprobó, luego de la aplicación de las más ortodoxas recetas liberales con el “Plan Austral” del liberal Juan Vital Sourrouille (de aquellas, las de los peores ´80) que con la democracia partidocrática y refrendatoria de comité que proponía la vieja troika azul y alfonsinista, no se comía, ni se educaba ni se curaba, y tampoco se participaba.
La trampa partidocrática
La última vocación de fe hacia el PJ, por parte de la sociedad, es tirada como margarita a los chanchos en la interna de 1988, esa en la cual el afiliado de dicho movimiento. La sociedad se dejó seducir más por la “morochez” trucha de un riojano patilludo en la creencia de los “salvadores” y su pasividad exasperante, todo condimentado con una miraba desconfiada hacia los doctores Cafiero, de
Esto se refiere a que el proceso de quiebra de la sociedad argentina del 2001 empezó con la convertibilidad de 1991, en donde el sistema vino a garantizar la estabilidad, más allá de los partidos políticos y la participación de los ciudadanos, quienes veían como eran empujados a los márgenes no ya de su intervención como actores del sistema político, sino, su existencia física, atento la desocupación rondaba el 20%.
Así, Menem, a la postre el fundador de la “República del Consumo” con el 1 a 1, las 50 cuotas y el plástico, hizo surgir de las grietas ya existentes de la golpeada sociedad, lo peor de sí misma. Ello cual cuña en la piedra, fue demoliendo pedazo a pedazo sus últimas reservas morales y sin plan B. Todos recordamos (¿recordamos?) los viajes a Miami o a Brasil mientras el sistema productivo se destrozaba, y el menemismo gozaba de muy buena salud. Tanta reconcentración generó una palangana en contra que terminó siendo la alianza (Frente Grande, Frepaso, UCR, PC, más “lo que venga”) en donde el leimotiv era el antimenemismo. La Alianza no fue un plan B, sino una salida espasmódica que terminó convocando a “Sunday Horse” Cavallo, y todos sus fantasmas…
Lecturas superficiales, sociedades expectantes
Sin embargo, tanto estudiosos como medios omiten poner el ojo en el ausentismo electoral, ya sea de propuestas como de votantes. Ha de observarse allí un mal de proyecto, una frustración en ciernes.
Ha fracasado el sistema político, pero también fracasa el sistema de representación, la sociedad se autoexcluye.
Hoy vivimos un proceso muy parecido al de aquel momento.
Ya en Santa Fé, en los ´90, se notó un ausentismo electoral del 40%. No siempre se vota en contra, sino, que se necesita formar parte de un proceso de cambio que el sistema político no brinda, lo cual debería hacer pensar a los auto mencionados como líderes en las necesidades de una pausa electoral, una excepción a la interna eterna y al electoralsimo permanente.
Es esto posible toda vez que el ciclo económico lo permite, nunca en más de 200 años hemos tenido todas las variables económicas a favor. El principal protagonista es el Gobierno, solo necesita 20 minutos de sus fastidiosas cadenas nacionales.
Cristina solo necesita decirle al pueblo que renuncia al constante intento de perpetuidad que buscan desde siempre con su extinto cónyuge. Solo declarando ello, se fortalece y pone en jaque a la oposición obligándola a proponer alternativas de gobierno, y no simples revanchas de poder.
La realidad es muy diferente a lo necesario, al no existir un renunciamiento al hegemonismo y la perpetuidad, no se vira el eje de la discusión y se sigue el camino del enfrentamiento, del “enemigo” de la violencia en los distintos niveles, conforme las necesidades (hoy verbal, mañana…) La oposición también goza de cierta comodidad al economizar recursos. Por ejemplo, con el eterno perdedor Néstor Kirchner se sentían más confiados y más ganadores. La campaña se las hacía, gratis, el gangoso ex mandatario.
Todo este proceso de embotamiento que todos escuchamos cuando en diversas conversaciones oímos el repetido “Son todos iguales”.
Quizá la sociedad cargue con parte de la culpa. Solo basta ver el debate entre Zapatero y Rajoy de la semana pasada para diferenciar una sociedad madura, de una infante (la nuestra).
Los argentinos tampoco estamos preparados para que nos digan todo lo que no se puede, solo esperamos que nos doren la píldora (y nuestros oídos) con discursos de “Argentina potencia”, “padre de modelos”, y pavadas varias.
Muy lejos de aceptar una lógica de esfuerzos, premios y castigos, y premios a los virtuosos, hemos votado cuatro veces el “modelo de Menem” y tres veces el “modelo kirchnerista” que no representan otra cosa que el facilismo, y la demagogia por castas o clases.
Hoy, en definitiva, como diría Diego Capusotto, vivimos, volvemos a repetir los errores de los ´90, estamos nuevamente con una estabilidad (trucha) y con un “Menemismo con derechos Humanos” y encima, ahora, nos enteramos que son “derechos humanos con la mano en la lata”.
La trampa electoral que se avecina
No ha cambiado la clase política, casta enquistada en el poder. Menem supo transformar la voluntad del voto en el pervertido “voto positivo” Los votos anulados y en blanco son los desaparecidos de la democracia, al igual que el piso electoral y el porcentaje de votantes.
Lejos de cambiar esto, el kirchnerismo basa todo su poder político en dos estratos sociales: los pobres y los jóvenes. Unos por necesidad, otros por ignorancia, saca provecho de la abstención.
¿Cuántos sanjuaninos votaron el referéndum (poco claro) del Gioja? No más del 50% del padrón, y de esos poco más de la mitad validó al promotor de la minería contaminante a cielo abierto, el referido ultra chupamedias K.
La cuestión Capital
Así, volviendo al tema del comienzo, los medios no informan qué panorama real encontraremos el 10 de julio, y es de esperar que en la primera vuelta veamos pocos votantes. Inteligentemente, Macri “hace la plancha”, dado que la señora Hebe Pastor ex de Bonafini y el señor Sergio Shocklender le hacen campaña por él. Macri ha sabido, a tiempo, ponerse la urna en la cabeza. Como sus colegas, se ha “recibido” de político vernáculo.
También se nota la “nacionalización” buscada por
Hasta podríamos afirmar que el kirchnerismo no ha podido mostrar siquiera un candidato, sino, solo un simple “numerario”, un empleado jerarquizado del poder K.
Filmus, en definitiva, no es del “riñon pingüino” y es candidato de carambola, de ocasión, de “saldo”, únicamente por reunir la condición de única figura con aptitud de articulación con los sectores “ladri-progresistas” (hermanos Ibarra, Sabatella) aún electoralmente más fuertes que el propio PJ en este distrito. Véase que el mismo “modelo” es altamente repudiado por los porteños.
Filmus, en definitiva, es un kirchnerista sin la imagen grotesca habitualmente mostrada por dicho espectro político.
Desde dicha situación, le brindaría mejor imagen que el modelo kirchnerista, lleno de figuras controvertidas y perfil de corrupción altamente cuestionado por las capas medias locales. Filmus es el elegido por Sabatella, un proyecto político ultra K disfrazado de honestidad, un ladri-progresista perfecto, potable para la deglución porteña y de las clases medias del primer cordón electoral, que en 2009 masacraron la lista testimonial de “Nestor y Scioli”. Filmus, en definitiva, es un “mascaron de proa”, un Caballo de Troya bien sazonado para que los desprevenidos porteños coman bastante vidrio K.
A pesar de ello, la suerte está echada. Así, Cristina, solo habrá evitado una derrota por 30 puntos (la que hubiera sufrido con su mimando Aimeé Boudou), pero sin muchas chances de hacer algo mejor, sin candidato alternativo, y de la mano del insulso Filmus, carente de toda estrella.
Corolario
Por último, corresponde una mención para Pino, a esta altura solo “Pinito”, quien navega en el orden del 10% en la mayoría de las mediciones.
Alguna vez se quiso explicar, y valga esto como corolario, que el Pino de 2009 solo representaba el “voto bronca” de parte del electorado. Pino en 2009 era la “feta de salame” o la “foto de Clemente” que muchos porteños, en su rebeldía, habían puesto dentro del sobre en 2001.
Pino solo es un voto bronca dentro una sociedad que mira para otro lado, sabida que la casta política, una vez más, la va a jorobar.
Lejos, muy lejos, han quedado las promesas de democratizar
El desarrollo del sistema de comunas, por ejemplo, terminó siendo la típica repartija entre los punteros, y los tres o cuatro dedos de siempre, quienes fueron ubicando a sus preferidos dentro de los casilleros expectantes. Podemos comprobar esto, a contrario sensu si recorremos cada uno de los barrios veremos el fastidio de la comunidad por no encontrar, en ninguna lista, a los vecinos más caracterizados.
En concreto, la clase política ha generado una nueva estafa: crear una institución con apariencia participativa, para, paso seguido, expropiar el total de dicha institución para alimentar su maquinaria de poder y de dinero.
Tampoco se vislumbra un mejoramiento en la calidad y/o capacidad de los futuros legisladores, mayormente desconocidos por los vecinos.
El sistema representativo seguirá agonizando, hecho mayormente ignorado por la sociedad y los medios de comunicación, problema este que resulta ser el gran disparador del déficit institucional que nos mantiene sumergidos.
José Terenzio