El plan para erradicar la pobreza es sencillo: distribuir
mejor la riqueza. Pero esta es tarea de un faraón y es como enderezar la cola a
un cerdo. Chancho, me corregirán algunos, pero más puerco es hablar y no
hacer.
Los cuatro inefables caballeros de la mesa redonda de la ONU
se reúnen en Nueva York para hablar sobre el tema y en Haití, el país más
pobre de occidente, mueren 600 por un huracán. Aún andan por los techos de las
casas los haitianos y eso que el país está en manos de las fuerzas de la
ONU.
La pobreza y el hambre es una vergüenza mundial. Sobre todo
de los que se quedaron hablando del crecimiento. De esos retóricos
desarrollistas, que no atienden la salud ni el hambre del pueblo empujado por el
desempleo. El famoso círculo vicioso de la pobreza, jamás derrotado.
Se ha lanzado una cifra conservadora del hambre y la pobreza:
poco más de 800 millones de personas en el mundo. Todos sabemos que esa cifra
es más del doble. Basta con dar un vistazo en América latina: el desempleo, la
migración, delincuencia, el trabajo infantil y la legendaria falta de
oportunidades.
En contraste, la riqueza se concentra en pocas manos. No
riega la regadera para los más humildes.
Creo que Ricardo Lagos escribió hace algunas décadas, el
libro La Concentración del Poder Económico (1971). Casi una ironía. No hay
tal fin de la historia, porque continúa y para peor, porque la brecha, qué
palabra más usada, crece como mala hierba.
Francia, España, Brasil, Chile, se unieron en Nueva York en
el marco de la ONU para acabar con la pobreza el 2015. Me parece una
escandalosa, irrealista, demagógica oferta al mundo. Seamos más sinceros y
modestos y avanzaremos más rápidos. Menos guerras, armamentismo, corrupción,
enriquecimiento ilícito y otro amparado por el estado.
No nos echemos cuentos si no somos capaces de cuidar el
medio ambiente. Comencemos por ahí. Me imagino la tinta que debe estar
corriendo sobre el tema. Editoriales, declaraciones. Jugar con el hambre y la
pobreza ajena, es de una bajeza tipo subterráneo y sin aire.
Hacia donde miremos los pobres nos saludan. Como un fantasma
de carne y hueso, el hambre recorre el mundo.
Rolando Gabrielli