Tras su aplastante victoria, Cristina Kirchner iniciará en diciembre su segundo mandato, con un volumen de poder inédito para un Gobierno desde el retorno de la democracia.
En 2007 dilapidó en pocos meses buena parte del crédito que había conseguido en las urnas y lo reconstruyó a partir de 2009 para llegar a ser la más votada desde el retorno de la democracia.
Ahora pone en marcha la tercera etapa kirchnerista, una permanencia en el poder también sin precedentes en el país. Su continuidad implica un desgaste intrínseco en su relación con la sociedad, pero en términos políticos será la primera versión sin la influencia de su esposo, Néstor Kirchner.
Este golpe de timón hacia el cristinismo comenzó a verse reflejado en el último año, cuando hombres influyentes del gobierno o aliados pasaron a ser considerados "viudas de Néstor" y otros dirigentes ganaron espacio dentro del esquema de poder.
El próximo gabinete permitirá vislumbrar con mayor certeza si se mantienen el giro hacia un gobierno con mayor apertura. La suerte de Guillermo Moreno quizá sea un ejemplo de ello.
Pero antes de avanzar en los desafíos y riesgos que implica este nuevo mapa político, es preciso dejar en claro que el país se encuentra en un momento histórico clave, con posibilidades de volver a pensar en que el camino hacia el desarrollo es posible.
La matriz agroalimentaria argentina cuadra perfectamente con los requerimientos del mundo emergente y no hay razones para pensar que esta ecuación cambie en el mediano plazo.
Esto más allá de las correcciones de un modelo que, afectado por la crisis internacional y en período electoral, ha desgastado algunos de sus pilares como el superávit fiscal y comercial y tiene que afrontar desafíos en el corto plazo.
La fuga de capitales, la necesidad de volver a los mercados voluntarios de crédito y el dólar son algunos de los retos que quedan planteados para el próximo turno.
Sin oposición
La Presidenta pondrá proa a su nuevo gobierno dentro de este contexto y tendrá todas las herramientas a su disposición para llevar adelante su agenda sin obstáculos.
Surge un país monocromático, con 20 provincias kirchneristas o aliadas, dos con ganas de mejorar relaciones (Corrientes y San Luis) y sólo dos distritos opositores (Ciudad de Buenos Aires y Santa Fe); y un Congreso muy favorable que permitirá institucionalizar sus decisiones sin necesidad de decretos.
La implosión del sistema de partidos de 2001 dejó en esta oportunidad a una oposición fragmentada y débil. Para ver su magnitud vale una mirada retrospectiva: En 1983 Raúl Alfonsín (UCR) ganó con el 51 por ciento de los votos pero su rival Ítalo Lúder obtuvo el 40 por ciento (PJ).
Una oposición fuerte y responsable siempre es necesaria, sobre todo para llevar adelante las tareas de control que muy pocas veces surgen desde el propio poder. Este también es un reto para la jefa de Estado. El kirchnerismo tiene en el área de transparencia uno de sus mayores déficits.
"Los peronistas con todo el poder somos peligrosos", reconoció ante Noticias Argentinas un hombre con amplio despacho en la Casa Rosada al analizar el escenario por venir.
Es difícil en este contexto que la mandataria abra el diálogo político. Lo hizo en la derrota (2009), sería una señal institucional conducente que lo haga también en la victoria. Sí en cambio habrá renovadas convocatorias al "diálogo social".
Por lo pronto, el oficialismo en el Congreso ya prevé pagar con la misma moneda a la oposición tras lo ocurrido en 2009, o sea que va a buscar quedarse con la presidencia de todas las comisiones.
Reacomodamientos
Mientras tanto, el respaldo conseguido en las urnas seguramente permitirá al Gobierno domesticar a aquellos sectores díscolos dentro del empresariado o el campo.
En cambio se abrió una etapa de interrogantes en el movimiento obrero. El extraordinario poder acumulado por Hugo Moyano en todos estos años lo volvió un hombre peligroso para el Gobierno.
El titular de la CGT se ve acechado judicialmente y busca defenderse más políticamente que en los estrados.
Sin embargo, es difícil que la CGT termine jugando contra un presidente de su signo político con semejante respaldo popular.
Por eso, los otros sectores de la central obrera, que habían tolerado a Moyano por su llegada al poder, ahora están planteando una sucesión y alinearse nuevamente a la Rosada.
Por otra parte, Cristina Kirchner ya dejó en claro que su herramienta política no será solo el PJ pese a la mala experiencia que tuvo con la Concertación Plural.
La idea de la transversalidad fue extraordinaria en términos electorales, pero frágil en su concepción. Habrá que ver ahora si se sostiene ante cualquier eventualidad.
Mientras la oposición busca liderazgo hacia 2015, la disputa política grande parece hoy embrionarse en el propio oficialismo.
Sin reelección a la vista, a la jefa de Estado le quedará echar mano a una reforma constitucional o prestarse al irremediable debilitamiento político de su figura a partir de 2013, como les ocurre a los presidentes que no pueden ser reelectos. Pero esa será otra historia.
Gabriel Profiti
NA