El escenario económico 2012 puede terminar complicándose más de lo esperado si el gobierno sigue tratando de disimular los problemas cada vez más notorios que atraviesa el "modelo", con una inflación que no amaina y una tensa puja salarial que dominará el primer trimestre del año próximo.
Varios frentes de tormenta aparecen en el horizonte, porque hasta ahora la política económica tuvo mucho de "patear la pelota para adelante", con el fin de evitar pagar los costos políticos de medidas antipáticas.
Pero si no las adoptó antes de las elecciones para evitar cualquier zozobra electoral, la Presidenta parece ahora más persuadida de que llegó la hora de tomar el toro por las astas en temas clave. Eso explica que se haya decidido por fin a terminar con el festival de subsidios que se dejó crecer en forma irresponsable durante su primer mandato.
Destinar más de 70.000 millones de pesos anuales en subsidios distorsivos era un despropósito del cual había que salir en algún momento, casi de la misma magnitud del controversial "relato" con el que se quiso presentar a la población la decisión, como si los únicos que serán afectados por esta quita inevitable serán los "millonarios" de Barrio Parque o Puerto Madero.
Nada más lejos de la realidad: la quita de subsidios, que se acentuará en forma dramática en los primeros meses del 2012, tendrá un impacto demoledor sobre los ingresos de millones de personas que viven en la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano.
Sus facturas por electricidad, gas y agua se duplicarán y hasta triplicarán, y ahora se deberá pagar la fiesta de la cual se nutrió durante ocho años y medio el poder político del kirchnerismo, y que contribuyó en buena medida a sostener políticamente un esquema de gobierno que tiene mucho de controversial.
Como parte de esos desajustes, donde la inflación subió por el ascensor y el dólar avanzó lentamente por la escalera, se produjo una fuga de capitales que evaporó más de 6.000 millones de dólares del Banco Central, que recién en los últimos días comenzó a revertir. A esto se suma un dato que genera inquietud en el mercado, ya que se esfumaron las reservas de libre disponibilidad del BCRA, aquellas que el Gobierno emplea para saldar deudas con acreedores privados.
El otro punto que no pasa desapercibido para los dueños del dinero, a quienes ahora se pretende asustar con la ley antiterrorismo —un título con reminiscencias setentistas—, es que la fuga de capitales se frenó a un costo demasiado alto y en forma artificial.
Es que se paralizó el mercado cambiario a partir del férreo control impuesto por la AFIP y la injerencia permanente y de malos modales impuesta por Guillermo Moreno, el funcionario más poderoso del segundo gobierno de Cristina, que se perfila como el más intervencionista desde el 2003.
Este año se fueron del país casi 25.000 millones de dólares, y las razones hay que encontrarlas no sólo en la especulación financiera, sino también en la ausencia de señales de estabilidad en las reglas de juego, que cambian casi a diario. El Gobierno apostará de nuevo a la soja, el verdadero sostén de un modelo que reparte plata a manos llenas siempre y cuando se esté alineado con los postulados ideológicos de la Casa Rosada, se trate de empresas, bancos o medios de comunicación.
Son las exportaciones sojeras las que sostienen el superávit comercial, alimentan el mercado cambiario y aportan recursos fiscales de fuste. Pero el problema es que la cotización del grano y sus derivados cayó 20 por ciento en los últimos tres meses, al nivel de hace un año.
Tal vez la pata más complicada del escenario que viene se notará a partir de febrero, cuando los gremios empiecen a mover las paritarias y reclamen ajustes sobre la base de los "precios del supermercado", como ya anticipó Hugo Moyano, el jefe de la CGT que perdió la gracia de Cristina.
El tema preocupa y mucho a las empresas: el jefe de la UIA, José Ignacio de Mendiguren, ya alertó sobre la hecatombe que se puede desatar si Moyano saca los pies del plato. Una de las principales distribuidoras de electricidad, que acaba de decidir un feroz recorte de gastos por sus constantes pérdidas, está preocupada por los reclamos que pueda hacer el lucifuercista Oscar Lescano.
La expectativa de Cristina es que prime la moderación en los reclamos salariales del 2012, pero para ello hubiese convenido no mojarle tanto la oreja a Moyano, quien al fin de cuentas es un hombre que se siente más cómodo en el tira y afloje del reclamo. Por ahora, las mayores preocupaciones del camionero pasan por que las obras sociales cobren una deuda estimada en 600 millones de pesos, y que la Casa Rosada tiene frenada.
Con estas variables en juego, y una economía que crecerá la mitad de lo alcanzado este año, Cristina deberá demostrar si con algo de viento en contra también es capaz de conducir sin zozobras el modelo, como lo hizo cuando los aires soplaban viento en popa. Con un respaldo del 54 por ciento en las urnas y un Congreso que le vota todos los proyectos que pide en tiempo récord, la Presidenta tendrá pocas excusas: ahora todo depende de ella, lo bueno pero también lo malo.
José Calero
NA