Una vez más, contradiciendo el relato oficial, la realidad se impone por sí misma. Mientras el Gobierno Nacional presiona a las empresas locales para que encajen en el modelo de sustitución de importaciones, precisamente por las mismas políticas que aplica para frenar la fuga de divisas, se producen situaciones rayanas con lo absurdo.
Por el cepo cambiario, gran parte de la actividad industrial se vio perjudicada al no poder importar insumos para producir.
Paralelamente, el Gobierno obliga al sector, a incrementar su capacidad productiva para exportar, buscando de ese modo equilibrar la balanza comercial para que entren dólares.
En medio de las dos presiones, tener que producir para exportar y no poder importar materias primas para producir, muchas empresas optaron por una tercera alternativa que es la de exportar productos que poco o nada tienen que ver con el ejercicio habitual de su actividad.
Así por ejemplo, actualmente hay fabricantes de motos que exportan vino, empresas de electrónica que exportan pescado, industrias automotrices que exportan revestimientos para interiores, biodiesel, agua y hasta cuero.
El oficialismo obliga a los industriales a que sus productos se afiancen a nivel global, y en paralelo les traba el acceso a las materias primas.
El punto es que, en este escenario, varias compañías están comenzando a quedar excluídas de la posibilidad de seguir con sus transacciones comerciales con el exterior, y hasta de representar al país en misiones comerciales, exposiciones y ferias internacionales.
Lo que hasta no hace mucho constituían normales gastos de representación en concepto de pasajes, contratación de seguros, alojamiento, almuerzos, alquiler de oficinas o salones, muestras gratis, eventos, folletería, regalos especiales, de empresarios promoviendo sus productos o servicios, buscando inversores, nuevos nichos de mercado, clientes, visitando proveedores, ha comenzado a circunscribirse a mails o teleconferencias, porque el Gobierno solo autoriza un gasto de U$S 100 diarios.
Asimismo, la posibilidad de utilizar la tarjeta de crédito en el exterior cancelando el saldo en pesos al tipo de cambio oficial, no resulta una buena alternativa para un empresario que necesita incurrir en mayores o improvisados gastos.
Lo descripto, deja en evidencia una vez más las falacias del discurso y la esquizofrenia del modelo, sus ideólogos y sus ejecutores, sin embargo, y pese a que éstas no constituyen ninguna novedad desde hace casi una década, nadie con poder legítimo, parece dispuesto a frenar su recurrencia.
Nidia Osimani
Twitter: @nidiaosimani