Oscar Parrilli, director de orquesta de los grandes eventos oficiales y fiel servidor presidencial desde 2003, tendrá a partir de ahora una tarea mucho más sensible al frente de la Secretaría de Inteligencia, en un campo en el que Cristina Kirchner perdió total confianza: el de los espías.
Parrilli pasa a encabezar un organismo siempre vinculado subterráneamente a los tribunales federales, que acumula acusaciones de ocuparse de inteligencia "interna" y maneja presupuestos millonarios sin rendir cuentas.
Ese cargo lo ocupó durante once años Héctor Icazuriaga, un santacruceño conocido como "señor 5", pero que según fuentes vinculadas al Gobierno no tenía control sobre los espías.
El manejo de la Secretaría estaba a cargo del número dos de la SI, ex Side, Francisco Larcher, quien pese a haber estado cerca de Néstor Kirchner termina fuera del organismo con acusaciones de haber jugado cartas para Sergio Massa.
Según se afirma dentro de las filas del Frente para la Victoria, Larcher le garantizó a la Presidenta que Massa no sería candidato a diputado el año pasado. El resultado es conocido: no solo se postuló, sino que ganó las elecciones en Buenos Aires y sepultó cualquier intento re-reeleccionista.
Ahora señalan que Larcher junto a la línea histórica de agentes de la SI estaría operando contra el Gobierno en la Justicia. De acuerdo con las fuentes, Icazuriaga y Larcher debían mantener vínculo y supervisión sobre los jueces federales, a fin de evitar dolores de cabeza a la Casa Rosada. Para ello recurrieron a Javier Fernández, auditor general de la Nación, y a quien se lo bautizó como "operador K en tribunales".
En círculos judiciales se señala que Fernández también pasó a estar bajo sospecha de jugar sus cartas contra el Gobierno junto al abogado Darío Richarte, quien a su vez fue subsecretario de Inteligencia y socio de Diego Pirota en la defensa de funcionarios, entre ellos Amado Boudou.
Pese a que no hay una vinculación oficial o directa, lo cierto es que esta pérdida de influencia del Ejecutivo en los tribunales federales coincidió con decisiones judiciales contrarias al Gobierno como las que tomó últimamente el juez Claudio Bonadio.
A partir de esa desconfianza acumulada, Cristina Kirchner primero asignó más atribuciones y presupuesto al general César Milani, a quien nombró jefe del Ejército y lo mantuvo al frente del área de Inteligencia Militar, pese a las acusaciones por presuntos delitos de lesa humanidad durante la dictadura.
Y antes de cambiar la cúpula de la SI, la Presidenta había dado señales públicas de su desconfianza. El mismo día en que acusó públicamente a Juan Carlos Fábrega de dar información privilegiada a bancos, con lo que determinó su alejamiento del Banco Central, cuestionó veladamente a la SI por no haberle avisado de la amenazas que sufrió por parte del grupo ISIS.
Nuevos hombres e internas
El trabajo de enlace que venía haciendo Fernández fue repartido entre otros operadores kirchneristas, entre los que se encuentra Juan Martín Mena, desde ahora número dos de Parrilli en la SI.
Mena se venía desempeñando como subsecretario de Política Criminal y jefe de Gabinete del Ministerio de Justicia, cargo al que fue ascendido luego de que su antecesor, Alejandro Slokar, fue nombrado juez de la Cámara de Casación Penal.
El nuevo subsecretario de Inteligencia es un jurista marplatense "muy capaz", según lo definen en el Gobierno, ligado a Raúl Zaffaroni, que respondería al secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini. También tiene buena relación con el Ministro de Justicia, Julio Alak y con el número dos de este, Julián Álvarez.
Los cambios seguirían con la línea operativa de la Secretaría. Sucede que debajo de la cúpula de la SI hay internas fuertes que se van conociendo en grajeas a través de los medios.
El asesinato de "el Lauchón", un agente con 36 años en la Secretaría ocurrida el año pasado a manos del Grupo Halcón, también forma parte de este entramado secreto y sensible que inquieta a la Presidenta (NA).