Cuando decidió elegirlo como compañero de fórmula, Cristina Kirchner sorprendió a todos los presentes. Era el único candidato que estaba en las previsiones de nadie.
Amado Boudou fue elegido por el dedo de la presidenta, por cuestiones que tienen más que ver con lo sentimental que lo político.
Pronto, el nuevo vicepresidente comenzó a darle grandes dolores de cabeza a la jefa de Estado. No solo por su involucramiento en el escándalo Ciccone, sino además por haber crecido fuertemente su patrimonio sin poder explicarlo ni justificarlo.
Pero no fueron los únicos escándalos: a lo largo de su breve gestión, Boudou acumuló más de 60 denuncias penales por diversos hechos de corrupción. Nadie en la historia de la política argentina logró tanto en tan poco tiempo.
Pero no es todo: en solo 18 meses, el vicepresidente acumuló 21 pedidos de juicio político en su contra. Y además se convirtió en el funcionario con más cantidad de multas de tránsito, superando las 22 infracciones.
¿Recuerda alguien que otro vicepresidente o funcionario de similar rango tenga tan triste récord?
Boudou es la contracara del tan declamado discurso kirchnerista, “el modelo”. Y su permanencia en el segundo cargo más importante de la república demuestra que el gobierno está lejos de sus propias pretensiones de transparencia.
Ya casi no se habla de vice y sus escándalos, pero Boudou sigue allí a pesar de todo y de todos. Cristina lo hizo.
Es el espejo de lo peor de la política argentina, esa que insiste en no irse jamás.