La administración de Cristina Fernández busca sostener el consumo emitiendo cada vez más moneda y permitiendo una disparada del déficit fiscal a los niveles más altos de los últimos doce años.
El objetivo es llegar a las elecciones con un nivel de actividad que permita exhibir reanimación de los principales indicadores para fortalecer el capital político, aunque el panorama abierto para el sucesor de Cristina Fernández sea cada vez más incierto.
Los últimos datos económicos duros reflejaron una disparada sin freno del desequilibrio fiscal, consecuencia de un gobierno que decidió jugarse a fondo el resto que le queda en un año electoral en el que aspira a concretar la continuidad del modelo económico.
El costo es alto: en abril, el déficit fue de $ 24.103 millones, un 464% por encima del resultado negativo de abril de 2014.
En el primer cuatrimestre trepa a $ 81.854 millones, 321% superior al mismo período del año anterior. Son cifras que impactan y asustan a los inversores.
Y todo indica que va a seguir creciendo porque los gastos en mayo y junio siguieron subiendo por encima de la recaudación.
Por si faltara algo, el ministro de Economía, Axel Kicillof, habló ante el establishment y le anticipó que si el oficialismo sigue en el poder no esperen grandes cambios de rumbo.
"Vamos a seguir haciendo lo mismo", dijo, como si él fuese a seguir tallando en una administración sciolista.
A Daniel Scioli, el candidato oficialista, le disgustó el discurso tajante de Kicillof ante los hombres de negocios, pero ordenó no salir a desmentirlo.
Scioli, como Mauricio Macri, conoce más a fondo lo que piensa el mundo empresarial, porque ambos fueron formados a calor de las decisiones de negocios.
El propio Carlos Zannini lo dijo sin pelos en la lengua en el acto que protagonizó junto a Scioli en La Rioja: "Provenimos de lugares distintos, yo conocí la pobreza, pero nos complementamos muy bien y queremos lo mismo", intentó matizar el delfín de Cristina Fernández.
Scioli calla y espera su turno: fiel a su estilo, le pidió a sus principales asesores no hablar de temas espinosos y dejarle a él la línea discursiva.
Pero lo que dijo Kicillof no es lo que piensa Scioli, ya que el gobernador bonaerense cree que se han ido acumulando inconsistencias en la economía y que el próximo presidente deberá aprovechar el capital político para introducir correcciones en los primeros meses de su administración.
Esas inconsistencias tienen varios nombres: subsidios a manos llenas y distorsivos, falta de incentivos para la inversión, restricciones cambiarias e inflación figuran en la agenda del candidato que más chances tiene de suceder a Cristina Fernández.
"Lo mío será continuidad con cambios", repite Scioli, pero en los últimos días incrementó levemente su nivel de audacia y habló de "abrir la Argentina al mundo" para atraer capitales, y se puso como garante de ese objetivo.
Sabe que su nombre es menos refractario que el de Kicillof para el mundo del capital, y también es consciente de que la designación de Zannini provocó recelo entre los que manejan el poder económico en la Argentina.
Como señal hacia los dueños del dinero, prevé adoptar medidas amistosas con los mercados en las primeras semanas de su eventual administración y dejar en claro que si bien es leal a Cristina, él tendrá matices diferenciadores con la actual gestión.
Si bien lo elogió en su momento, Scioli parece haber dejado de lado la posibilidad de mantener a Kicillof como ministro de Economía.
El propio funcionario preferido de la presidenta pareció dejar entrever que se sentirá más cómodo en la Cámara de Diputados, adonde ingresará sin problemas a partir del 10 de diciembre por encabezar la lista kirchnerista en la Ciudad.
Scioli está pensando en otros nombres para el Palacio de Hacienda, pero por ahora lo que más le interesa es dar señales de que con él en la Casa Rosada muchos problemas de fondo se solucionarán.
Hace semanas se escucha en los mercados que el economista Miguel Bein estaría preparando una estrategia para cerrar en serio el problema de la deuda, arreglando no sólo con los fondos buitre, sino especialmente con el resto de los acreedores que rechazaron entrar a los canje de deuda.
Representan 7% del total y cerrar trato con todos será la única señal clara para la lógica de los mercados de que la Argentina salió realmente del default.
Ese requisito es indispensable para que los capitales que buscan invertir lleguen finalmente en la Argentina.
Desde que Amado Boudou era ministro de Economía, el gobierno intenta convencer al mundo de que salió del default, pero los mercados insisten en rechazar esa idea.
Por eso la Argentina pudo captar menos de uno de cada diez dólares de la masa de inversión extranjera que desembarcó en la región en los últimos diez años, a pesar de representar el 14% del PBI, según un reporte del Instituto IDESA. La elección de Carlos Zannini como compañero de fórmula de Daniel Scioli cayó inicialmente mal entre hombres de negocios e inversores externos, porque consideran que ahora será más difícil revertir las "inconsistencias" del modelo kirchnerista (NA).