Una bomba ha estallado en el núcleo mismo del sistema político argentino. Tras doce años ininterrumpidos en lo más alto del poder nacional, el kirchnerismo ha sido derrotado, aniquilado, sepultado. Su poder se ha evaporado. Mauricio Macri, el niño rico, el hijo del empresario, el político apolítico, ha logrado lo que nadie en un siglo de historia argentina: ganar las elecciones presidenciales por fuera de cualquier partido tradicional.
En escasos 15 años construyó una fuerza política que, en una carrera meteórica, ascendió desde el llano a lo más alto de poder nacional. Indiscutible récord de velocidad y efectividad. El resultado electoral es histórico desde el ángulo en que se lo vea. El otrora super poderoso kirchnerismo cae de rodillas ante su mayor y más subestimado adversario.
Hace solo un mes el panorama era radicalmente diferente. Una victoria en primera vuelta de Daniel Scioli se daba prácticamente por descontada. Pero, como si se tratara de una paradoja, fue justamente en aquella primera vuelta en donde el propio Scioli fue derrotado. El oficialismo no sumó los votos suficientes en las generales del 25 de octubre y la definición se postergó para el primer Ballotage de la historia argentina. Aquel domingo 25 fue negro para el Kirchnerismo. No solo se frustró el sueño de una rápida victoria a nivel nacional, sino que también se perdió la gobernación de la estratégica Provincia de Buenos Aires, emblemático bastión del poder peronista. El Frente para la Victoria terminó aquel fatídico día mareado.
Como aquellos boxeadores que reciben un golpe que los deja con la mirada perdida, aun en pie dentro del cuadrilátero, pero con la guardia baja y listos para que su rival los "noquee" en su próximo movimiento. Eso fue exactamente lo que sucedió. En las cuatro semanas que transcurrieron entre aquella elección y el Ballotage, el candidato Daniel Scioli cambió su estrategia comunicacional. Inició una agresiva campaña negativa que auguraba la llegada del Apocalipsis en caso Mauricio Macri se coronara triunfador. Se trató de un movimiento táctico arriesgado, que demostraba que los números no le sonreían. Este golpe de timón de última hora no surtió efecto, ya era tarde, las cartas estaban echadas. Mauricio Macri ganó la gran final por escasos 3 puntos de ventaja y será el próximo Presidente de la República Argentina. Lo impensable, finalmente ocurre.
Pero el impacto es más fuerte de lo que muchos piensan y su onda expansiva mueve las placas tectónicas del escenario hemisférico. La Argentina, segunda potencia económica sudamericana, es un país capaz de ejercer decisivas influencias de "poder blando" en la Sudamérica hispanohablante. La historia reciente lo demuestra. Néstor Kirchner fue, sin lugar a dudas, un actor central en el viraje político desde centro a la izquierda en el subcontinente. Hoy, algo más de una década después, podemos estar presenciando el inicio del fin de este ciclo. Venezuela irá también a las urnas en diciembre y por primera vez el maduro-chavismo la tendrá realmente difícil. Las asfixiantes restricciones económicas por las que atraviesa el país caribeño han desintegrado su capacidad exportadora de bolivarianismo.
Mauricio Macri ya ha prometido convocar la Cláusula Democrática del Mercosur, retirando así su apoyo a la pertenencia de Venezuela al bloque regional. Mientras tanto, las economías del pacífico continúan a toda marcha con su proceso de integración y apretura. Brasil, el gigante, apostará por enésima vez a desideologizada realpolitik y brindará su total apoyo al flamante gobierno argentino. Aprovechará la llegada de la nueva administración para destrabar una infinita lista de temas pendientes en la agenda comercial bilateral, la mayoría de ellos bloqueados por el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Se avecina un cambio en el Statu Quo regional, una nueva etapa está comenzando.