La delincuencia avanza. Lo mismo ocurre con la pobreza, de la mano de la inflación y la recesión, y parecería que la corrupción no cede, o por lo menos, todavía no están presos todos los que deberían estarlo, cuando hay pruebas más que suficientes como para que muchos estén tras las rejas desde hace tiempo.
Una encuesta realizada por la consultora Management & Fit, publicada este último domingo sobre cuáles son los problemas que más preocupan a los argentinos revela, entre otros datos, lo siguiente: la inseguridad, con el 34,5% es el tema que más nos inquieta. Luego aparecen la desocupación (14%); la inflación (13,1%) y la corrupción (12,2%). La pobreza, cuyo índice del 32% se conoció semanas atrás solo preocupa al 11,7%. El narcotráfico, finalmente, queda muy atrás, con el 3,1%.
Sin embargo, lo más alarmante es que el 77% no confía en la Justicia, y más de la mitad de los encuestados aprueban la justicia por mano propia, ya que ve ausente al Estado.
El dato llamativo es que si el narcotráfico, con el 3,1% es lo que menos nos preocupa, que el 77% de la población no confía en la justicia y que la mayoría apruebe la justicia por mano propia, estamos frente a un gran problema, y que no es nuevo, sino todo lo contrario, lo venimos padeciendo desde hace décadas.
De la misma manera que desde hace décadas venimos padeciendo estos problemas, nos venimos repitiendo a nosotros mismos -y escuchando- dos frases lamentables, aunque en realidad es la misma con una pequeña modificación.
Algunos dicen: "El problema de la Argentina son los políticos". Otros, en cambio, dicen: "El problema de la Argentina es la justicia".
No, no es así, de ninguna manera. Tanto los políticos, como los jueces argentinos, son personas que nacieron en la Argentina, crecieron en Argentina, vivieron en Argentina, se educaron en Argentina, y lo más importante, mamaron y asimilaron la cultura e idiosincrasia argentina.
Ningún funcionario es puesto a dedo por un ente internacional ni al azar. Ningún funcionario es puesto por una organización intergaláctica que los baja de un plato volador y dice: Argentinos, a ustedes les tocó este político y/o este juez. Tanto los políticos, como los jueces, son fruto de nuestra sociedad, nuestra cultura y nuestra idiosincrasia.
Alguien dijo alguna vez que a cualquier político de cualquier país desarrollado le encantaría poder gobernar de la manera que lo hacen los políticos de los países tercermundistas, pero no lo pueden hacer por una sencilla razón, el pueblo no se lo permitiría, en absoluto.
Podríamos tomar decenas de casos de funcionarios que por hechos que no corresponden a su investidura renunciaron a sus cargos. Citaremos, a modo de simple ejemplo, el caso de la ex ministra de Educación Secundaria y para Adultos de Suecia, Aida Hadzialic, quien renunció a su puesto tras haber excedido el límite permitido en un control de alcoholemia. La funcionaria registró 0,2 miligramos de alcohol en sangre, la cantidad mínima que se considera un delito en su país.
En nuestro país, como contracara, tenemos a Cristóbal Barboza, intendente de la localidad misionera de Arroyo del Medio quien había sido suspendido por manejar borracho, atropellar y matar a un remisero, teniendo 2,14 grados de alcohol en sangre. El Consejo Deliberante de Arroyo del Medio votó a favor de que Barboza retome su gestión, y hoy sigue en su puesto como si nada. ¿Es necesario agregar algo más de porque estamos como estamos?
En cualquier país medianamente normal, cuando un funcionario sea de la jerarquía que sea es sospechado de corrupción o de no estar capacitado para cumplir con las funciones para las que fue designado, inmediatamente se aparta o es apartado, cosa que en nuestro país ocurre en rarísimas ocasiones, o casi nunca.
Solo existe una respuesta, y es demasiado obvia. Los argentinos estamos como estamos porque somos como somos. Decir que el problema de la Argentina son nuestros políticos y/o nuestros jueces es algo demasiado simplista y reduccionista. El problema de la Argentina somos los 40 millones de argentinos, algo tan simple y complejo, a la vez, como eso.