Desde que asumió Mauricio Macri la presidencia, hemos descubierto que en Argentina había cosas que, durante la década kirchnerista no existían. Por ejemplo, descubrimos que había empleados estatales que no eran empleados estatales, que estamos inmersos en la peor crisis energética de la historia, que había inflación, que se podía levantar el cepo cambiario, que uno de cada tres argentinos vive en situación de pobreza y, fundamentalmente, que la pobreza es estructural.
No solo descubrimos que la pobreza es estructural, sino que además descubrimos la palabra "estructural". Palabra que, durante los gobiernos kirchneristas rara vez hemos escuchado.
Sin embargo, Argentina vive una crisis estructural desde hace muchísimo tiempo, y esto da evidencia de una sociedad que está, lamentablemente, en un proceso de crisis de larga duración.
El funcionamiento de la justicia, el sistema sanitario, la seguridad, la educación, y por supuesto la inflación están atravesando una crisis estructural.
Pero vayamos más allá, a un ejemplo tan burdo como válido. Miles de veces escuchamos decir que el fútbol es el fiel reflejo de la sociedad. ¿Cabe alguna duda, de que hasta el fútbol está padeciendo una crisis estructural?
La sociedad argentina, toda, está siendo atravesada por una crisis estructural. Esta última semana hemos asistido a tres hechos que lo demuestran claramente. La principal, y más grave, es la extorsión de un grupo de sindicalistas que supuestamente defienden los derechos de los maestros. Seguimos con el lamentable acto de la CGT, y finalizamos con una marcha que pretendía reclamar por los derechos igualitarios de las mujeres que terminó con un intento de incendio de un grupo de feministas a la Catedral Metropolitana, al más puro estilo fascista.
Todos estamos de acuerdo en que las mujeres deben ser respetados y tener los mismos derechos, y que todos los docentes deberían ganar más de lo que ganan, eso es indiscutible. ¿Pero no deberían ganar más, además, los médicos, los policías, los empleados de tribunales, los enfermeros, los pintores, los mecánicos, los empleados municipales, las empleadas domésticas, los albañiles y los plomeros, por citar algunos casos?
Claro, hay un pequeño detalle. No alcanza la plata. No alcanza para todos los que aspiran a ganar más. Y es que mientras estas mismas personas que hoy reclaman estuvieron embobados durante 12 años escuchando un relato que decía que “la patria es el otro”, y les hicieron creer que pagar 50 pesos de luz, gas o agua, o viajar gratis en el transporte público “no fue magia” un grupo minúsculo de delincuentes disfrazados de funcionarios públicos que viven en lujosos pisos en Puerto Madero se hicieron multimillonarios, al punto tal de tener como propio la cantidad de metros cuadrados de tierra equivalente a una provincia, o más.
Son los mismos políticos millonarios que hablan de gobernantes ricos y de combatir a la oligarquía. Todos los mismos que formaron parte de la otra década infame, la menemista, y hoy se horrorizan hablando de neoliberalismo. Los mismos que entonan la marcha peronista que dice “combatiendo el capital”, y lavan plata con supuestas cadenas hoteleras.
Y aquí comienza la crisis ideológica, que es estructural, obviamente, de gran parte de la sociedad. Esa parte de la sociedad que dice “vamos a volver”, pero que no asimila, vaya uno a saber si por ignorancia o con cierta intencionalidad, que piden que vuelva el gobierno más corrupto de la historia, y para ello colaboran —y en este punto también cabe la duda de que si es por ignorancia o intencionalidad— a hacer de idiotas útiles en el intento del peronismo, como siempre, de voltear al gobierno.
Estas mismas personas, incluso, son arriados hasta con sus hijos en brazos, por 400 pesos, para ir a aplaudir a quien les robó. Pero claro... el punto es que no se dan cuenta de que lo que a ellos les robaron no es dinero, sino algo mucho peor, les robaron la dignidad, y lo más triste es que les robaron hasta el futuro de esas criaturas que llevan en brazos.
Esa es la verdadera crisis estructural argentina, no la del gobierno. El gobierno de Macri, muy por el contrario, tiene un gran desafío, tratar de revertir esta crisis que muchos llaman herencia recibida, pero más que una herencia, no cabe dudas de que lo que se heredó es una hipoteca, y muy difícil de levantar, por cierto.