Trump parece un estereotipo del gobernante autoritario, más precisamente del populista autoritario: es agresivo, arrogante, despreciativo, megalómano, se enerva ante la demostración de crítica o independencia, tiende a echarle la culpa a los demás y a la prensa (e indirectamente a la libertad de expresión), etc. Para Michael Moore (una especie de “Lanata” yanqui), se trata directamente de un “sociópata”. Pero, además de su personalidad autoritaria, Trump parece estar imbuido de una ideología de esa misma naturaleza, lo que refuerza la tendencia autoritaria: se nutre del nacionalismo, busca agitar los más bajos y peores instintos tribales del electorado, se ha negado a repudiar públicamente el apoyo de los supremacistas blancos americanos, tiene una gran afinidad y sociedad con Vladimir Putin y ha elogiado la eficacia de un verdadero monstruo totalitario, como el norcoreano Kim Jong Un, demostrando una nula sensibilidad democrática o humanitaria. Esto nos permite preguntarnos con todo derecho: ¿cómo será el gobierno del primer presidente autoritario de la historia de Estados Unidos?
Lo primero que hay que decir es que Trump se va a topar con numerosos límites legales, institucionales y sociales a la hora de impregnarle su personalidad y su tendencia autoritarias a su gobierno. Esto no significa que sea absolutamente imposible que pueda sortearlos, pero sí que esos obstáculos van a ser graves y numerosos. De hecho, poco tiempo después de la elección, el equipo de transición del flamante presidente electo deslizó a la prensa que Donald Trump Jr., hijo del magnate, podría presidir el Departamento del Interior. Primer obstáculo: hay una ley anti-nepotismo de 1967 que le prohíbe a los funcionarios públicos nombrar parientes.
Hay quienes han sugerido, incluso, que es probable que el gobierno de Trump acabe con un impeachment luego de algún escándalo que les dé a los republicanos anti-Trump y a los demócratas la excusa para quitárselo de encima y terminar con la pesadilla.
En cualquier caso, lo que parece muy probable es que Trump echará mano al manual del populista. Esto es, seguirá los pasos fundamentales que históricamente han dado los dirigentes autoritarios que han accedido al poder a través de elecciones, al efecto de intentar desmantelar o reducir el sistema democrático en la medida de lo posible.
Lo que sigue es un hipotético manual del populismo (una lista con sus típicos pasos) con un breve análisis de su posible aplicación por parte de Trump. Es sólo una especulación, pero se trata de un ejercicio mental que puede ser útil para entender mejor lo que suceda de aquí en más.
Paso 1: Tras triunfar en las elecciones, brinde un discurso moderado, apague los miedos y sospechas, muéstrese abierto y comprensivo. Dedique todo su tiempo a consolidar su poder y a desorientar y aislar a sus enemigos. Ya llegará el momento de la confrontación.
Esta fase ya arrancó. De hecho, en su primer discurso tras haber sido elegido presidente, Trump habló de la necesidad de “unidad” e intentó mostrarse lo más racional y dialoguista que pudo. No faltaron quienes lo interpretaron como una prueba irrefutable de que quienes acusaban al magnate de ser autoritario se habían equivocado. Tuvo un desliz cuando reaccionó ante las protestas en la calle contra su persona diciendo que estaban orquestadas y que eran culpa de la prensa, pero rápidamente se corrigió y habló de la importancia de la libertad de expresión.
Paso 2: Lleve a cabo medidas económicas cortoplacistas, de alto impacto, sin importar si a la larga son insostenibles o perjudiciales, para elevar su reputación y crear un clima de bonanza, distrayendo las miradas y preocupaciones de sus maniobras políticas.
Una promesa de Trump es traer las fábricas de vuelta a Estados Unidos. De hecho, fue probablemente el exceso de libre comercio con países autoritarios o con instituciones fallidas lo que generó un gran electorado descontento y rabioso que le dio el triunfo al magnate. Los trabajadores americanos piensan que no han tenido igualdad de condiciones para competir con trabajadores extranjeros sometidos y acostumbrados a la pobreza extrema y estructural. Los países que más fábricas estadounidenses han absorbido en las últimas décadas, y que Trump parece tener en la mira de su odio, son China y México. Incluso ha llegado a afirmar que el calentamiento global es “un invento de los chinos”. Es probable que el magnate inicie una guerra comercial contra estos dos países, signada por progresivas y crecientes medidas proteccionistas, buscando por todas los medios provocar un regreso masivo de fábricas a Estados Unidos. Ello podría repercutir en un incremento del costo de vida para muchos estadounidenses, así como en la pérdida de mercados en el extranjero para algunas empresas, pero para muchos tendría un efecto social positivo, en especial para el centro o “cinturón oxidado” del país.
Lo peculiar del caso de Trump es que la medida cortoplacista, en este caso, no sería necesariamente insostenible. Por ende, puede que, una vez superados los vaivenes por el reacomodo de la economía a la nueva realidad, los efectos nocivos de su política económica nacionalista, estatista y populista tarden en evidenciarse. Esto podría ser favorable al avance de su proyecto autoritario.
El problema es que una asociación estrecha con Rusia y una guerra comercial con China podrían llevar a un quiebre de las relaciones ruso-chinas y a un resurgimiento de antiguas desconfianzas y rivalidades. China podría sentirse crecientemente amenazada y reaccionar. Con dos poderosos gobiernos de tendencia autoritaria (Rusia y EEUU) avanzando sin límite por el mundo, más una China amenazada y resentida y un bloque democrático desorientado y falto de liderazgo, la posibilidad de una escalada de la violencia y de la conflictividad internacional se torna muy real.
Paso 3: Intente colocar gente de su confianza, preferiblemente incondicionales, en todos o por lo menos los principales cargos públicos (si son fanáticos adoctrinados en la ideología autoritaria propia mejor), al efecto de someter a los demás poderes del Estado. Probablemente sea necesario, en algún momento, fomentar un conflicto de poderes con el órgano superior de Justicia o con aquél poder público que parezca más estratégico y difícil de conquistar, así como victimizarse y/o crear un estado de emergencia que facilite la concentración del poder.
Este paso es en verdad permanente, pues suele comenzar el primer día, con la designación del nuevo gabinete. Puede que en el primer gabinete se introduzcan algunas figuras moderadas o de una tendencia política diferente como parte del esfuerzo para disimular el autoritarismo. Sin embargo, el dirigente populista o autoritario se rodea de incondicionales que sabe que lo obedecerán ciegamente y le permitirán concentrar poder. Los gabinetes populistas se destacan por su mediocridad, ya que lo que más se valora no es el mérito sino la subordinación.
Una típica estrategia del populismo para controlar los poderes del Estado es la transformación de las elecciones legislativas en un plebiscito nacional sobre el Poder Ejecutivo. En Estados Unidos el control del legislativo es difícil debido a la elección uninominal, que hace fluir el poder de abajo hacia arriba. Sin embargo, aquí podría aparecer, en algún momento, alguna estrategia de auto-victimización, sea exagerando un evento real o inventándolo, que se podría combinar con un conflicto de poderes para crear una situación de emergencia nacional. La violencia podría ir en aumento y esto reforzar la necesidad psicológica de orden, lo que, sumado a un clima de bonanza económica, podría colocar a Trump como la única alternativa política viable para muchos.
Paso 4: Una vez sometidos los demás poderes del Estado y concentrado el poder en su persona, o en paralelo a ello si fuera posible, es preciso consolidar una red de espionaje que permita monitorear todas las amenazas políticas internas, al efecto de ir tejiendo una estrategia específica de neutralización o eliminación para cada una de ellas. También deberá consolidar una red de prebendas, clientelismo y extorsión, para dominar a las grandes empresas y a una porción significativa del electorado. Todo esto debe ir de la mano con el objetivo de controlar la información circulante a través de la censura y el sometimiento de los medios de comunicación, así como de la propaganda masiva y el adoctrinamiento.
Si bien es muy difícil que Trump pueda llegar a esta fase, no es imposible. Si lo lograra, veríamos probablemente un aumento artificial del respaldo electoral hacia él. Silenciosamente, la sociedad civil estadounidense pasaría a estar cada vez más sometida. Dada la fuerte cultura de la independencia personal y el desarrollo económico existentes en Estados Unidos, quizás una guerra, como la que podría generarse con China (según lo puntualizado anteriormente), serviría de pretexto para una consolidación del autoritarismo y la violencia, similar al proceso belicista de Hitler.
En cualquier caso, es importante puntualizar que, al intentar someter los poderes públicos o neutralizar amenazas políticas, así como en lo que se refiere al posible desarrollo de algún tipo de espionaje paralelo clandestino, por fuera de la estructura formal de la CIA, Trump contará con la importante ventaja, probablemente, de la asistencia permanente del servicio secreto ruso. Pues no hay motivo para pensar que su gran socio Putin le niegue ayuda a su principal aliado en el mundo y a quien pueda quizás ser considerado, acaso, su mayor logro en política exterior.
Es posible, como ya se dijo, que Trump sea destituido por juicio político ante la evidencia de su abuso de poder, negligencia o corrupción. También es factible que no logre una reelección para un nuevo mandato o que, simplemente, las instituciones americanas no le den respiro ni margen de acción. Es decir, puede que su proyecto autoritario sea abortado o neutralizado a tiempo, antes de generar mucho daño. Pero si por cualquier motivo no lo fuera, creo que el panorama podría volverse sumamente sombrío. Ojalá me equivoque.