El problema argentino es solo uno. El Estado gasta más de lo que recauda. ¿Es eso casualidad? No, de ninguna manera, solo representa el colectivo argentino, que en su mayoría vive —o trata, por lo menos— de vivir como le gustaría y no como puede o debería.
En ese sentido, el país tiene un problema muy serio y además grave: existen casi 20 millones de personas que reciben, mensualmente, un cheque del Estado, y hay solo 8 millones en el sector privado formal que son los que tienen que sostenerlo con sus impuestos, que son, obviamente, distorsivos y exagerados. Pero eso no es todo, porque ni siquiera alcanza, razón por la cual tenemos, desde hace décadas, déficit fiscal.
El gasto público comprende, casi, al 50% del producto bruto interno (PBI). También, como todos sabemos, existe una economía informal que, con la excusa de dar trabajo, se pierden varios millones en ingresos, lo que hace que la presión impositiva efectiva sobre el sector privado sea una de las más altas del mundo.
La metodología económica de los gobiernos populistas es incrementar el gasto público, algo que vivimos en carne propia durante 12 años de kirchnerismo; pero cuando este sube, se trata, siempre, de compensarlo con aumentos de impuestos cada vez mayores, que por lo general a corto plazo tampoco alcanzan, y eso hace cerrar el círculo vicioso generador de déficit que, luego, se traduce en inflación o deuda, lo que indefectiblemente va a derivar en una crisis por algunos de esos dos factores.
La historia sigue en que quien sucede al populismo debe hacer política de ajuste, o sea, lo que intentó hacer el gobierno de Cambiemos en sus primeros meses de gestión aunque, en forma gradual.
Un pequeño gran detalle: todo este primer año de gestión, el gobierno de Macri debió gobernar con un presupuesto confeccionado y aprobado por el kirchnerismo, que no es un dato menor, sino todo lo contrario.
Por abrumadora mayoría —con una votación que resultó 59 a 8— Macri ya tiene sancionado el primer presupuesto de su gestión.
El Presupuesto estima que tendremos un crecimiento del 3,5%, un déficit del 4,2%, prevé una inflación de alrededor del 17% anual y un dólar a 18 pesos, entre las principales variables macroeconómicas.
Y aquí está el gran problema, un déficit del 4,2%. Sin embargo, si el BCRA no baja las tasas de interés y no se generen incentivos para las empresas que producen y crean trabajo, el déficit será aún mayor. Bajar el déficit es, sencillamente, sacar alrededor de un millón de empleados del sector público y trasladarlos al sector privado.
Si esto no se hace, cosa que será más que difícil, prácticamente imposible, las posibles soluciones serán colocar deuda afuera o, como siempre, imprimir billetes.
Hasta aquí, el cuadro de situación. ¿Pero que debería hacerse para tener una economía productiva y activa?
Obviamente, realizar una reforma impositiva, de punta a punta, revolucionaria, que cambie absolutamente todos los impuestos y sean reemplazados, por ejemplo, por un "Flat Tax" nacional, uno provincial y uno municipal sin que la sumatoria de estos supere el 33% de los ingresos de cada contribuyente.
Pero además, debería cambiarse tanto la manera de recaudar como su distribución, y con ello, se formalizaría el 100% de la economía, produciendo, además, el aumento de la base imponible que compensaría la pérdida de recaudación por la disminución en la presión tributaria.
En definitiva, mientras esto, o algo parecido no se lleve a cabo, y sigamos pagando impuestos sobre impuestos, sin bajar el déficit fiscal, no habrá inversiones, por lo tanto no habrá más fuentes de trabajo y la economía jamás arrancará. El único motivo por el cual las inversiones no vienen es porque no se destruyeron las causas por las cuales se fueron: Impuestos y regulaciones. Todo lo demás es verso.