El experto en educación Flavio Buccino sostuvo al tratar la cuestión de la injerencia de “La Cámpora” en las escuelas públicas: “Históricamente, en la escuela se vive un delicadísimo equilibrio que favorece la neutralidad político partidista: un límite que casi imperceptiblemente se viene corriendo en los últimos años, más allá de la norma escrita que la sustenta como por ejemplo los estatutos del docente o los reglamentos escolares en cada jurisdicción. Y es claro que sustraer a la escuela de esa búsqueda constante de esa neutralidad sería un paso letal. Los que fuimos docentes sabemos que existe siempre una tensión entre lo que pienso, creo o siento como sujeto y nuestra tarea como docente … . Los resultados con mis alumnos van a depender de a cuál de estos polos me acerqué más en mi tarea. Si lo que hago es privilegiar “mi visión” buscaré en mis alumnos “copias” de mí, restringiendo el horizonte de sus aprendizajes, “escondiendo”, “oscureciendo”, adoctrinando. Y así como ocurre individualmente, también sucede para la institución “escuela”.
Está claro que la partidización de la escuela pública impacta negativamente en la capacidad de aprendizaje, achica el conocimiento que se imparte, lo condiciona. Es, en definitiva, una garantía de ignorancia.
Este mismo concepto aplica también para la actividad gremial desplegada dentro del ámbito escolar, criterio que está sostenido, no sólo en la teoría, sino en las normas que hacen al funcionamiento de las instituciones educativas.
En la Ciudad de Buenos Aires, por ejemplo, el inicio tardío de las clases, como consecuencia de los paros, trajo aparejados discursos oficiales, desde las máximas autoridades de las escuelas, que reivindicaban las medidas de fuerza. ¿Es lícito hacer propaganda gremial a través de un acto oficial de inicio del ciclo lectivo? Por supuesto que no. El directivo de una escuela, cuando le habla a la comunidad educativa en carácter de tal, y en un acto oficial, lo hace en representación del estado. No debiera actuar, en ese contexto, como un gordo de la CGT. En definitiva, la actividad gremial debiera quedar reducida a la relación docente (trabajdor) – estado (empleador).
Del mismo modo, cooperadoras escolares, algunas de ellas cooptadas por el kirchnerismo, se encuentran, en estos momentos, en una abierta actividad proselitista en respaldo huelgas y marchas “docentes”. Ello, no obstante que los estatutos tipo que las normas exigen a las asociaciones cooperadoras prohiben a éstas el ejercicio de toda actividad gremial.
Es interesante el caso de las cooperadoras como instituciones no estatales del sistema educativo. En la Ciudad de Buenos Aires, tienen prácticamente el monopolio de la colaboración escolar. Y además del manejo de los aportes que reciben de la comunidad educativa, administran fondos que les asigna el estado. Son instituciones únicas e irrepetibles dentro de cada establecimiento, por lo que sus tareas en apoyo a una parcialidad política o gremial, las alejan de sus funciones y les quitan legitimidad. Cuando una institución es única y maneja los fondos de todos, no debiera comportarse como si fuera la expresión política o gremial de un sector, porque no pertenece a una parcialidad, sino a la totalidad.
En los últimos días, un grupo de docentes –previendo medidas de fuerza de largo alcance- requirió a una asociación cooperadora de la Ciudad de Buenos Aires, su colaboración con un “fondo de huelga”. Como dice el experto citado al inicio, el límite se sigue corriendo más allá de la norma escrita, y esto es muy grave. Porque en un ámbito educativo no sólo se educa desde el pizarrón, sino desde la cultura institucional que se respira en la escuela. Si esa cultura consiste en que nuestros intereses están por encima de las normas –y no al revés- seguiremos padeciendo el subdesarrollo institucional hasta el fin de los tiempos. Seguiremos derrocando demócratas, para entronizar tiranos.