Cuando el gobierno de Cambiemos asumió la presidencia, tuvo —y tiene todavía— dos grandes cuestiones a resolver. La primera, solucionar el alto déficit fiscal generado por el kirchnerismo, esto traducido en inflación. La segunda, reactivar la economía, o sea generar empleo y nuevas inversiones.
Respecto a lo primero, debemos decir que, como todos sabemos, la plata no se encuentra en la calle, ni cae del cielo ni crece sola como yuyos salvajes, sino que se genera. Por lo tanto, existen solo dos maneras de financiar cuando el gasto público es mayor a los ingresos: con inflación o tomando deuda. No hay tres opciones.
Ahora bien, si se financiaba con inflación, el desenlace iba a ser un fiel reflejo de lo que hoy ocurre en Santa Cruz en menos de un año. Es verdad que hay deuda, despidos y desocupación, pero también es verdad que eso es producto de la burbuja que en la que vivimos durante 8 años de darle a la maquinita del BCRA. Esto lo sabe cualquier estudiante de primer año de economía.
Como dijimos, tenemos deuda, problemas de empleo, desocupación e incluso de productividad, y la pregunta es: ¿que esperaban algunos, tener la gracia del gobierno anterior, y seguir emitiendo moneda para seguir subsidiando hasta el fútbol y permanecer en la misma burbuja?
Que este gobierno cometió, y comete errores infantiles y que algunos funcionarios son principiantes no es ninguna novedad, pero tampoco es ninguna novedad que lo que predicaba la dupla Cristina-Kicillof es inviable en términos económicos.
Tuvimos superávit gemelos, crecimos a tasas chinas, y medio país no término como Santa Cruz porque, como muy pocos recuerdan, en Enero de 2016 el Estado nacional desembolsó los fondos de co-participación que negó durante 8 años la gestión anterior.
Como dijimos, el mayor desafío para el gobierno es bajar la inflación (que si bien se redujo a la mitad en relación a 2014/15 todavía sigue siendo excesivamente alta) reactivar la economía, y generar empleo. Para ello, lógicamente, deben llegar inversiones, cosa que, hasta ahora no ocurre, y las razones son estrictamente políticas. ¿Las más importantes? falta de confianza y la candidatura de Cristina Fernández.
Pero, esas no son las únicas razones por las que las inversiones no llegan. Además, existen otros tres puntos estructurales a resolver.
El primero es la gran problemática relacionada a la logística e infraestructura. Esto es, concretamente, el gran déficit que tenemos en rutas, caminos, puentes, redes ferroviarias y puertos.
El segundo punto a resolver es hacer, de una buena vez, una gran reforma tributaria. La presión impositiva en nuestro país es de las más altas del mundo, lo que le quita rentabilidad a cualquier emprendimiento.
Por último, reducir el costo laboral. Si bien esto está, de alguna manera relacionado a una reforma tributaria, si es que se realiza de manera global, como debería ser, los aportes erogados tanto por empresarios como empleados son, en relación a otros países, incluso de Latinoamérica, altamente elevado.