Quizá no le alcance el tiempo al PJ para reconfigurarse tras la previsible salida de Cristina Kirchner y lograr construir una propuesta sólida para rivalizar en 2019 contra las aspiraciones de reelección del presidente Mauricio Macri y, probablemente, contra las pretensiones de la propia ex mandataria de regresar al Poder.
Ya transcurrieron casi dos años del ruidoso traspié que sufrió el justicialismo en 2015, tanto en los comicios nacionales para jefe de Estado como en la votación para gobernador en la estratégica provincia de Buenos Aires, y el tan proclamado resurgimiento del ave fénix peronista aún está por verse, cuando apenas restan un puñado de meses para las elecciones de medio término que se avecinan.
Además, es público y notorio que el kirchnerismo, residual o no, mantiene un volumen respetable de votos cautivos en las zonas más densamente pobladas del Conurbano bonaerense, en especial, en la tercera sección electoral, allí donde se cimientan las esperanzas del frente Unidad Ciudadana que lidera Cristina de cumplir un rol destacado en los comicios legislativos de octubre próximo.
Es cierto, tanto en el resto de la provincia de Buenos Aires como en el interior mismo de la Argentina es posible que en estas elecciones el Partido Justicialista (PJ) tradicional, es decir, el peronismo no-kirchnerista, comience a mostrar señales de recuperación y reciba en las urnas estímulos que lo alienten a continuar con su anunciada reestructuración/renovación.
Incluso, es probable -como creen algunos referentes del justicialismo- que en el recuento general de votos, el PJ en su conjunto termine superando en todo el país al kirchnerismo, una agrupación que, más allá del territorio bonaerense con Cristina como precandidata a senadora, no parece gozar hoy por hoy de una proyección nacional significativa.
"Lo que sucede en Buenos Aires es relevante allá, en Buenos Aires, pero no siempre es lo que ocurre o lo que podría llegar a ocurrir en el resto del país. En el resto del país estimo que el peronismo va a hacer una muy buena elección"... palabras más, palabras menos, en esos términos se expresaba confiado en diálogo con Agencia NA un gobernador de peso dentro del PJ días atrás.
Sin embargo, como sucede a menudo en política, el armado, la construcción de una propuesta electoral sólida de verdad suele demandar un cierto tiempo, que no coincide necesariamente con las urgencias de quienes aspiran a liderar ese proceso: en efecto, ¿cuántos años le ha llevado al radicalismo cumplir con su misión de al menos sentirse parte de un Gobierno nacional después de la estrepitosa caída de Fernando de la Rúa a fines de 2001?
Una gestión de ocho años
El desafío de pertrecharse de la manera más robusta posible para enfrentar y eventualmente doblegar tanto al oficialismo, con Macri a la cabeza en 2019, como a la oposición que logre reunir bajo su ala Cristina tal vez le demanda al peronismo más de los dos años que restarán para los próximos comicios presidenciales una vez consumada la votación del 22 de octubre venidero.
¿Quién lo dice? Pues bien, de todas estas cuestiones se habla prácticamente a diario puertas adentro del PJ, en donde algunos dirigentes ya no esconden en sus charlas "off the record" con la prensa que han comenzado a familiarizarse con la idea de que Macri quizá termine gobernando la Argentina durante al menos ocho años, si es que se lanza -como se espera que ocurra- a una reelección en 2019.
Después de dos años realmente complejos desde su asunción como Presidente, aunque -dicho sea de paso- más desde el punto de vista económico que del político, han comenzado a vislumbrarse en las últimas semanas los primeros "brotes verdes" del supuesto plan de reactivación nacional de Macri y se estima que el Producto Interno Bruto (PIB) doméstico podría alcanzar una expansión interanual de casi 3 por ciento en 2017.
De mantenerse en los próximos meses la traza ascendente en las mediciones de actividad económica, con un marcado repunte de la producción industrial como principal impulsor, no así del consumo por cierto -que sigue "congelado"-, el Gobierno podrá comenzar a golpearse el pecho finalmente y, lo más importante, a jugar con mayor frecuencia el naipe de "lo peor ya pasó" y "lo mejor está por venir" en el paño verde electoral de 2017: más aun si mejoran los indicadores de generación de empleo genuino y la Casa Rosada consigue aplicarle un freno de mano al progresivo aumento del costo de vida.
En la oposición saben perfectamente bien que si la Argentina logra salir de la recesión y adentrarse en un sendero económico menos sinuoso que el recorrido desde fines de 2015 a la fecha, si esa luz que dicen ver Macri y compañía al final del túnel se torna cada vez más cálida, sus aspiraciones de cambio de mando en Balcarce 50 dentro de dos años pueden llegar a recibir un golpe certero a la mandíbula.
De este asunto, de estas probabilidades también se estaría discutiendo por estos días en el seno del PJ -según trascendió a la prensa-, mientras sus armadores continúan analizando y diseñando la estrategia electoral con vistas a los próximos comicios, pero también pensando en el mediano plazo: "Éstos al final se van a terminar quedando ocho años, vas a ver...", suelen comentar a regañadientes, casi como ¿resignados?
El regreso del "Pacificador"
En ese proceso de reconstrucción al que parece estar sometido el PJ en especial en la provincia de Buenos Aires se acaba de incorporar una figura emblemática del peronismo nacional como Eduardo Duhalde, que según comentó días atrás el intendente de José C. Paz, Mario Ishii, intentará ponerse al frente de ese influyente espacio político, después de que Fernando Espinoza quedara en "off side" tras el portazo de Cristina.
En realidad, se sabe que el ex Presidente desde hace tiempo que mantiene vínculos estrechos con el peronismo no-K en el distrito bonaerense y también con el macrismo, aportando dirigente jóvenes que responden a él: ahora, con Espinoza de licencia y su delfín Verónica Magario interinamente a cargo, el "Pacificador" Duhalde se abocaría en lo que resta del año a la misión de tratar de "recuperar al Partido Justicialista en la provincia de Buenos Aires" de manos del núcleo duro cristinista.
En definitiva, ya sea unidos por el amor o por el espanto, el macrismo y el peronismo persiguen en la actualidad el mismo objetivo de vencer al kirchnerismo, como suele quedar demostrado en sus discursos de campaña con vistas a las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias del 13 de agosto venidero y a los comicios de octubre también.
En pos de esa meta, armadores del frente Cambiemos dejaron trascender que en los últimos días han resuelto aplicar un ligero golpe de timón a la estrategia partidaria, con un viraje tendiente a confrontar más con 1País de Sergio Massa y Margarita Stolbizer y no tanto con el cristinismo ni con el peronista Florencio Randazzo.
¿Por qué, si la grieta "vende", como se suele comentar? Porque en el macrismo, con el "gurú" ecuatoriano Jaime Durán Barba a la cabeza -¿cómo es ésto? ¿ahora todos se copian de él para montar actos de campaña "cerca de la gente común"?-, consideran que la batalla por el voto actualmente "indeciso" podría ser crucial en el desenlace de los próximos comicios, en fin, como habitualmente sucede en cada elección...
En este sentido, en el frente Cambiemos entienden que si bien Cristina es la gran adversaria, las voluntades que el macrismo no logre finalmente seducir podrían terminar engrosando el rendimiento de 1País en las urnas y así, indirectamente, beneficiando a Unión Ciudadana.
En el massismo ya percibieron este cambio de rumbo y se espera que contraataquen.