Hay quienes sostienen que la presencia de Alberto Fernández en Israel, con motivo de la conmemoración del Holocausto, sin vestir de luto, como sí lo hicieron –respetando el protocolo- el resto de los mandatarios invitados, se trata de un hecho menor, de un descuido, o de una olvidable falta leve.
Ahora bien, todo hecho negativo, a fin de otorgarle mayor o menor trascendencia, debe ser mirado en su contexto. Y, en este caso, en el contexto de la Historia Argentina y de la historia del peronismo.
En efecto, iniciada la Segunda Guerra Mundial, Argentina proclamó su neutralidad. Dicha postura fue mantenida, contra la actitud contraria de la gran mayoría de los países civilizados del mundo que declaraban la guerra al Eje. Más grave aún fue que ni siquiera se trató de una neutralidad sincera. Por el contrario, se trató de una neutralidad formal, al resguardo de la cual, el estado Argentino colaboraba con los enemigos de la humanidad. Sobre todo, en materia comercial y de inteligencia.
Esta política fue sostenida de modo entusiasta por el gobierno de facto integrado por el Coronel Juan Domingo Perón, hasta que la presión internacional derivó en una declaración de guerra a Japón y Alemania, cuando la suerte del conflicto bélico ya estaba echada.
Posteriormente, fue Perón quien asumió la tarea de proteger a criminales de guerra nazis en nuestro país, cambiándoles la identidad y hasta, en algunos casos, otorgándoles empleos estatales.
Aunque algunos se molesten, hay que decirlo: el estado argentino (no los argentinos) y la conducción del peronismo, convalidaron con su miserable conducta el Holocausto, así como la posterior impunidad de muchos de sus autores.
Es en este contexto, y no en otro, que el Presidente Alberto Fernández fue el único mandatario que no vistió de luto en la conmemoración del Holocausto. Y es grave, porque el mundo podría estar haciéndose las mismas preguntas que nosotros nos hacemos: ¿Lo hizo a propósito? ¿Fue un gesto para los sectores antisemitas del kirchnerismo/peronismo? ¿Quiso decir que está en contra del Holocausto, pero sin exagerar? ¿El peronismo no cambió sobre este punto? ¿Aceptó una invitación de compromiso pero no le importa, o le parece menor, lo que se conmemora?
Y si fue un simple error: ¿Cómo se le pasó? ¿No le alcanza a nuestro país para pagar a gente idónea que se ocupe del protocolo? ¿La emergencia, quizá? No parece: para cuidar su propia imagen, la pareja del Presidente llevó a Israel una “estilista” que integró la comitiva oficial, al mejor estilo Menem… ¿Y, sin embargo, no existe el más mínimo cuidado de la imagen presidencial? Con una salvedad. En este caso, no se trata de que el Presiente esté más o menos peinado, se trata de cumplir con una norma del protocolo que exterioriza la postura de toda una Nación frente a un hecho que agravió a la humanidad.
Frente a una historia que nos debería avergonzar como Nación y que, en particular, debería avergonzar a los peronistas, Alberto eligió ser gris.