“Para corromper a un individuo, basta con enseñarle a llamar ‘derechos’ a sus anhelos personales, y ‘abusos’ a los derechos de los demás”. Gilbert Keith Chesterton
En el actual escenario, ¿qué probabilidades tenemos de superar la grieta, si uno de sus lados, precisamente el oficialismo, lo que pretende es destruir a la República tal como la describe la Constitución? La semana pasada pregunté cómo podría nuestro país emerger de la profunda crisis institucional, política, económica, social, educacional y sanitaria que, tan multifacética, lo golpea como nunca antes y, como respuesta, formulé un dilema de hierro: votaremos a quienes nos ofrezcan los mismos espejitos de colores que nos trajeron hasta aquí o a quienes nos dijeran que harán lo necesario (reducción del gasto público, disminución drástica de la inflación, privatización de las empresas deficitarias, liberación del comercio y las exportaciones, reforma fiscal y laboral, combate a la corrupción y al narcotráfico, regulación de la inmigración, etc.) para terminar con esta catástrofe producida por esa otra pandemia, el populismo, mucho más compleja que la que trajo el virus y que nos enferma hace tantas décadas.
Con enorme pena, me inclino a creer que, por distintos factores (falta de educación, pobreza y miseria, dádivas tarifarias y planes), la opción que mayoritariamente escogeremos será la primera, aún si los elegidos, como sucedió con Carlos Menem, hicieran después exactamente lo contrario a lo prometido en campaña. Pero, si quienes llegaran al poder con este ardid no fueran peronistas, seguramente se fundaría de inmediato un nuevo “club del helicóptero” formado por organizaciones sociales trotskistas, gremios de todo color, “trabajadores de la educación” y hasta subversivos autóctonos e importados, como el que en épocas muy recientes intentó expulsar a Mauricio Macri de la Casa de Gobierno antes de tiempo.
Tal como quien esto escribe predijo hace tiempo, el kirchnerismo está buscando el default con el Club de Paris y el FMI y profundizando, intencionalmente, todos esos dramas sociales porque busca transformar a toda la sociedad en paupérrima y Estado-dependiente, como hicieron sus númenes cubanos y venezolanos. La carta que firmaron el 25 de mayo tantas de sus sucias espadas en ese sentido lo probó con creces.
Un tema absolutamente vinculado a éste es la clara deriva de nuestra política exterior hacia los dictados del Foro de São Paulo y el Grupo de Puebla, que ha obligado al Gobierno a exagerar su hipocresía internacional, tal como demostró el reciente retiro de la Argentina de la denuncia que muchos países formularon contra Nicolás Maduro ante la Corte Penal Internacional por la probada violación de los derechos humanos, traducida en asesinatos, torturas, secuestros y censura a la prensa que comete diariamente, o la negativa a condenar a la organización terrorista Hamas, equiparándola con Israel. Y el financiamiento oficial del viaje de una multitud de izquierdistas radicales a Colombia para incentivar allí las violentas e inducidas protestas que allí se realizan amerita la calificación de cínica e hipócrita que le adjudico.
Todo esto da cuenta del claro alineamiento de la Argentina con el eje formado por Rusia, China, Irán, Nicaragua, Cuba y Venezuela, y en la demostrada vocación por recurrir al auxilio de Xi Jinping para sus necesidades pre (vacunas) y post (financieras, pero imaginadas) electorales.
Todo ese panorama me obliga a formular otras preguntas: dado que ya no resulta posible financiar este Estado elefanteásico por la falta de crédito interno y externo ¿es factible realizar esos imprescindibles cambios en democracia?; aclaro que no hay posibilidad alguna de un golpe militar, porque las fuerzas armadas ya no son revolucionarias ni el mundo aceptaría hoy algo así. Pero ¿se reproducirán aquí convulsiones sociales de la magnitud de las que ocurrieron en Ecuador y todavía se ven en Chile y Colombia?; de producirse, ¿cómo reaccionaremos? Entonces, ¿cómo salir sin disolvernos como nación independiente? No tengo respuesta, pero todos debiéramos reflexionar con urgencia sobre este tema.
En otro orden de cosas, si usted ha tenido la enorme paciencia de leer mis antiguas notas recordará que, luego del intencional aborto de la candidatura de Daniel Reposo para ocupar el cargo de Procurador General, por haber falseado su declaración de antecedentes académicos, Cristina Kirchner propuso a Alejandra Gils Carbó, que fue aceptada por todo el arco político en forma casi unánime. ¿Estaremos ante una situación similar, donde el rol de Reposo lo ocupe ahora la resistida pretensión de modificar la ley de la Procuración, y el papel de la ex Procuradora militante lo desempeñe hoy el Juez Daniel Rafecas? ¿Nuevamente actuarán con angelical inocencia los senadores de Juntos por el Cambio, impulsados por las declaraciones de Elisa “Lilita” Carrió, que lo considera un mal menor? No hay que olvidar que este magistrado rechazó la denuncia del asesinado Fiscal Alberto Nisman contra la entonces Presidente y su entorno por traición a la Patria (memorándum con Irán) sin siquiera abrir su investigación.
Para terminar, sólo me resta expresar mi sincero apoyo y respaldo, personal y profesional, a Patricia Bullrich, que tuvo el enorme coraje cívico de desnudar la maloliente trama de inmunda corrupción y capitalismo de amigos que rodea a la falta de vacunas en la Argentina, convertida en un indudable delito de lesa humanidad, precisamente en el país que, con casi 77.000 muertos, alcanzó el podio de fallecimientos por millón de habitantes, sumados a una curva de contagios que no cesa de ascender.