Todo empezó a través de una noticia de la sección “policial”, aparentemente desvinculada con el tema Yabrán. Fue el 14 de enero de 2002, cuando un matrimonio y sus cuatro hijos desaparecieron repentina y misteriosamente en el departamento entrerriano de Nogoyá. A pesar de que fueron buscados por la policía en diversos rastrillajes —ante la sospecha de que pudieran haber sido asesinados y enterrados en esa zona— nunca aparecieron.
El hecho ocurrió en la estancia La Candelaria, a unos 70 kilómetros al este de la capital entrerriana y fue investigado por el juez de Instrucción Sebastián Gallino, quien siempre sospechó que José Rubén Gill, su esposa y sus cuatro hijos pudieron ser víctimas de un múltiple homicidio.
Basándose en esa noticia, una fuente de información de mediana relevancia dio el puntapié inicial: “Una familia de puesteros en la estancia llamada ‘La Candelaria’ tuvo la desgracia de verle la cara de frente y en persona, imprevistamente, a Don Alfredo Yabrán y hoy los seis duermen plácidamente en el fondo de un aljibe. Todos lo saben y están aterrados porque fue un escarmiento para todo el pueblo. Es sabido: los muertos no hablan, y mejor que los vivos tampoco (dice el apotegma de la cosa nostra)”.
Oportunamente, periodistas de este medio intentaron chequearlo con suerte dispar: si bien algunos vecinos reconocieron que esa historia circulaba por las calles de Nogoyá, nadie pudo dar detalles concretos al respecto. Por tal motivo, nunca se siguió con el tema ni se publicó nada en Tribuna de Periodistas.
Sin embargo, no es un mal disparador para volver a analizar las dudas respecto a la real desaparición de Yabrán, algunas de las cuales fueron planteadas por el director Ejecutivo de este medio en un interesante artículo y en su libro La larga sombra de Yabrán, publicado en 1998.
El “plan de fuga” de Yabrán
Uno de los que planteó enormes interrogantes y aportó buena data al respecto en su momento, fue Miguel Bonasso, quien escribió a pocos días de la desaparición de Yabrán una trama espeluznante:
“Don Alfredo pensaba estar prófugo en el Uruguay el viernes pasado, pero no le dieron tiempo. Al margen de las dos cartas conocidas e integradas al expediente, habría escrito otras cuatro misivas, para su mujer y sus tres hijos que envió, en mano, con Leonardo Aristimuño, un joven de 25 años que gozaba de su confianza. En setiembre pasado, Alejandro Vecchi, abogado de la familia Cabezas, acusó al citado Aristimuño de haberle ofrecido 100 mil pesos para que dejara la causa por el crimen del fotógrafo. En estos mensajes que Yabrán mandó a su familia y no están integrados a la causa, el empresario les habría pedido perdón a los suyos por la situación judicial en que se encontraba. También les rogó que no las leyeran hasta el viernes 22, en que esperaba haber cruzado la frontera. Cuarenta y ocho horas después de un suicidio en el que aparentemente no pensaba el domingo 17, cuando las escribió. Un dato alucinante que puede abrir nuevas perspectivas a una investigación que ayer parecía encaminarse al carpetazo final. Consultado por este diario, el ex vocero del empresario postal Wenceslao Bunge reconoció ayer la existencia de "al menos una carta" dejada en Buenos Aires a sus parientes más íntimos, que debería ser abierta recién el día 22.
La información sobre el presunto ‘plan de fuga’ de Yabrán aparece hoy como nota de tapa en el semanario Análisis de Paraná. Fue escrita por el director de la publicación Daniel Enz, quien anticipó su contenido a Página/12 en forma exclusiva. Este cronista la pudo complementar con otros datos sugestivos que la jueza de Gualeguaychú, Graciela Pross Laporte, conocería pero aún no ha hecho públicos. En primer lugar, se habrían encontrado dos camionetas 4 por 4 escondidas en los galpones de la estancia. Una tercera, como ya se ha informado, se habría alejado del casco central cuando los policías iniciaron el procedimiento. La presencia de tres camionetas indicaría que el empresario, contrariamente a lo que se creía y se dijo, habría contado en el lugar con unos cuantos custodios. Una alta fuente judicial de Concepción del Uruguay confirmó a este diario que en San Ignacio se encontró un equipo de comunicación satelital computarizado de última generación, con el que se pueden eludir las clásicas pinchaduras telefónicas y el temido Excalibur. El equipo estaba guardado en una valija y la juez Pross Laporte lo sabe pero no lo dio a conocer. Ambos hallazgos tornan poco explicable la anunciada decisión de ir cerrando la investigación en torno a una muerte que para la magistrada ya sería, inequívocamente, un suicidio.
La juez también debería investigar la información contenida en la crónica de Daniel Enz, que está basada en las averiguaciones que el periodista realizó en Gualeguaychú, Concepción del Uruguay y Larroque y en donde se narran las horas finales de Yabrán desde la proximidad de los más íntimos. El viernes 15 de mayo Papimafi llegó a San Ignacio con su hermano el Toto (José), que era quien administraba varios de sus campos de Entre Ríos a través de la empresa agropecuaria Yabito. El Toto estaba obviamente preocupado e insistía en acompañarlo, pero Yabrán le dijo que se fuera que todo estaba bien, en manos ‘del Gordo (Pablo) Argibay (Molina)’. Dos semanas antes, cuando ya estaba en franca declinación pero todavía no le habían dictado la captura, Yabrán había visitado otra de sus estancias entrerrianas, La Selmira, ordenándole al administrador que echara a todo el personal, que pensaba reemplazar por gente de su confianza si se veía obligado a usarla como escondite. Cuando se decidió por la más recóndita San Ignacio repitió el esquema y se desprendió de los antiguos caseros. Fue su primer error, porque la pareja, resentida por el despido, columbró la verdad y empezó a esparcirla en el ámbito pueblerino de Aldea San Antonio.
El segundo error (garrafal) habría sido el del capataz Gervasoni, que habló de más en la carnicería del pueblo: ‘Deme la mejor carne, porque mañana llega el patrón’. ‘Don Alfredo’, como le decían en esos pagos, no llegó solo: en el casco principal se instalaron con él Aristimuño y su mujer y en la casa anterior Gervasoni y su esposa. En principio se pensaba que había, además, dos custodios, pero es posible (por el dato de las 4x4) que hubiera más. Disponían de cuatro teléfonos celulares y el sofisticado aparato satelital que sólo usó Yabrán y en el cual la investigación judicial podría encontrar un registro de las últimas llamadas efectuadas por el presunto suicida. Que, en general, trató de no hablar. Con excepciones como el llamado a Héctor Colella para que se ocupara de la familia.
En la noche del domingo Yabrán le pidió a Leonardo Aristimuño que le llevara las cartas para su mujer y sus hijos. Según afirma el cronista entrerriano, ‘no eran despedidas’. ‘Yabrán pedía `perdón` a sus seres queridos por la situación que les estaba haciendo pasar y les solicitaba cierta paciencia para lograr el encuentro. Sus familiares tuvieron esas cartas en la mañana del lunes 18. Yabrán les pidió que las abrieran `el viernes`, no antes’. Ese mismo lunes, uno de los custodios de Papimafi se conectó con un oscuro personaje de Gualeguaychú que conoce profundamente la zona fronteriza con el Uruguay y le preguntó qué posibilidades tenía para cruzarlo en una embarcación hasta el cercano Uruguay. El misterioso baqueano —que alguna vez fue informante de la policía entrerriana— habría respondido ‘muchísimas’, poniendo una sola salvedad: que tendrían que bordear la estancia El Potrero, del secretario de la SIDE, Hugo Anzorreguy, donde habría personal de custodia. Si había problemas, habría dicho el contrabandista de hombres, podía esconderse ‘en un islote que hay en el medio’. La idea era cruzar a la pequeña localidad de Nueva Berlín, la misma que se hizo famosa por la caída del avión de Austral.
Pero el cerco se estaba cerrando. El sábado 16, a las ocho de la noche, ‘el jefe departamental Alloati, el subjefe Cabrera y el director de Investigaciones, comisario principal Alberto Ceves, se presentaron en el despacho de la jueza de instrucción de Concepción del Uruguay María Cristina Calveyra y le dieron dos noticias: que habían recibido un fax del juez de Dolores José Luis Macchi solicitando la captura del Yabrán y que les habían pasado el dato de que el empresario postal se encontraba ‘en la zona’, en su estancia La Selmira.
La doctora Calveyra ‘libró la orden de allanamiento pero el resultado fue negativo’. El domingo los policías regresaron con ‘la precisa’: Don Alfredo estaba en su nueva estancia de San Ignacio. Ese mismo día el vecino de Yabrán, Anzorreguy, habría recibido el mismo dato. ‘Calveyra quiso tomarse unas horas para analizar la situación’. En ese lapso un policía la llamó al teléfono celular y le contó que uno de los peones del empresario postal se había ido de lengua en la carnicería de Aldea San Antonio. ‘Recién el martes a la noche —escribe Daniel Enz— los policías pudieron llevarle el dato exacto a la jueza.’ Pero había un problema de jurisdicción porque la mayor parte del campo estaba en el departamento Uruguay y el casco principal en el Departamento Gualeguaychú, bajo la jurisdicción de la doctora Gross Laporte, a quien Calveyra llamó de inmediato para anunciarle que le mandaba el correspondiente exhorto.
La respuesta no le llegó durante el día. Recién a la noche pudo ubicar a su colega, que vive fuera del radio urbano de Gualeguaychú. Pross Laporte le hizo una observación: ‘No consignaste en manos de quién quedaría Yabrán si aparece allí’. Y entonces decidieron dejar las actuaciones para el día siguiente. Esa misma noche, mientras tanto, el prófugo escribió las otras dos cartas que se conocen, dirigidas respectivamnte al ‘señor juez’ y a su secretaria privada. ‘Eran las ocho del miércoles cuando sonó el teléfono de la jueza Calveyra. `Doctora, la tarea que se hizo es buena. Confíe en nosotros. Está en San Ignacio. Hasta pudimos verlo, indicó uno de los oficiales. Los policías ya habían solicitado refuerzos a Colón y San Salvador. Pross Laporte también envió una comisión policial. Eran cerca de las doce cuando los policías estuvieron en la estancia San Ignacio.’
A partir de allí la crónica regresa a las instancias más conocidas (aunque no más claras) del allanamiento de la casa rosa y el momento del escopetazo. Que aún no se sabe con certeza si fue presenciado o no por el comisario principal Ceves. En una de las tantas incógnitas que el cierre apresurado de la investigación podría dejar libradas a la suspicacia de una sociedad que tiene buenas razones para desconfiar.”
Más puntos oscuros
Cuando la investigación por la muerte de Yabrán estaba a punto de cerrase, otro periodista, esta vez Andrés Klipphan, planteó más interrogantes:
“La investigación sobre la misteriosa muerte en la estancia de San Ignacio se cerrará cuando la jueza de Gualeguaychú termine de acreditar, en forma científica, que el cuerpo encontrado es el de Alfredo Yabrán y que Alfredo Yabrán se quitó la vida en forma voluntaria. La pesquisa no avanzará sobre puntos oscuros que deberían ser abordados por la jueza Graciela Pross Laporte, máxime cuando la muerte del empresario no es una muerte común, sino prácticamente una cuestión de Estado. El dueño de Yabito, por otra parte, era sospechoso de haber ordenado el crimen de José Luis Cabezas y tenía orden de captura internacional. Las posibilidades de quedar preso hasta el juicio oral eran muchas. Yabrán tenía aceitadas relaciones tanto con importantes jefes de la UCR, como con funcionarios, ex funcionarios y parientes del presidente Carlos Menem. Algunos de los interrogantes que se detallan fueron planteados desde el despacho del juez del caso Cabezas. Página/12 detalla los más relevantes:
* Con quién habló Yabrán desde la estancia San Ignacio y desde la estancia La Selmira. En el primer lugar había un teléfono de línea común, pero hasta ahora no apareció la valija con el teléfono satelital desde el cual se comunicaba con sus allegados. En la segunda propiedad se secuestró uno de sus teléfonos celulares. Pross Laporte ya le anticipó a este diario que no pedirá el listado de llamadas. Anoche José Luis Macchi evaluaba la posibilidad de pedir él esa medida.
* Desde el entorno del empresario trascendió —este hecho no pudo ser confirmado— que los días previos a su muerte escribió notas en varios cuadernos de ‘tapa blanda’. Ese material no fue encontrado en el casco de la estancia. Tampoco el bolígrafo negro con la cual escribió las dos cartas que están en poder de la Justicia. La jueza sólo encontró una lapicera de tinta azul.
* Puesteros de la zona le contaron a Página/12, con nombre y apellido, que en días previos al supuesto suicidio había un intenso movimiento de camionetas doble cabina y vidrios polarizados, además de ‘caras extrañas’, en San Ignacio.
* Los 18 patrulleros de policías entrerrianos casi se chocan con un auto en el que iban dos personas cuando ingresaban a la propiedad con el objetivo de apresar al fugitivo. Nadie los detuvo.
* Dos fuentes seguras le confiaron a este diario que agentes de la SIDE estaban en la zona y sabían la ubicación del prófugo.
* ¿Por qué razón, a los minutos de conocerse la noticia del supuesto suicidio de Yabrán, a través de Crónica TV, el comisario Víctor Fogelman, —el principal investigador del Caso Cabezas— llamó al periodista de TN Antonio Fernández Llorente para comunicarle que en el allanamiento de San Ignacio ‘no participaban policías bonaerenses’?
* En la misma comunicación, Fogelman reveló que sus pesquisas no estaban en Gualeguaychú porque estaban a punto de viajar al Uruguay. Según Fogelman, ‘tenían el dato’ de que Yabrán podría estar en ese país.
* Si el operativo de allanamiento dispuesto por la Justicia de Entre Ríos era secreto, ya que la intención era capturar a un prófugo, ¿por qué se permitió que la emisora de Gualeguaychú AM 660, LT41 transmitiera en vivo y minuto a minuto las alternativas del hecho? El relato del periodista Manuel Lazzo —este diario accedió a la grabación radial— fue impecable. Por ejemplo a las 13.30 (Yabrán se habría suicidado a las 13.10) el periodista, ubicado a más de mil metros del casco de la estancia, le contó a su audiencia: ‘Aquí está pasando algo. No creo que sea Yabrán, pero seguro que es algo vinculado a la causa. A los policías se los nota nerviosos’.
Yabrán estaba escuchando esa emisora. ¿Por qué no se escapó? ¿Es cierto que su familia estaba amenazada? ¿Y si es así, quiénes y por qué la amenazaron? Esta versión fue difundida por Pablo Argibay Molina, uno de los abogados del empresario. La jueza dice estar convencida de que Yabrán no fue instigado al suicidio. La familia también. Si Pross Laporte sospechara lo contrario la carátula sería ‘averiguaciones por el posible asesinato de Alfredo Yabrán’. Una hipótesis abonada por los pesquisas del caso Cabezas”.
Concluyendo
A las dudas planteadas por ambos periodistas, se suman otros elementos que fueron apareciendo en los últimos años:
-Fotos de un hombre igual a Yabrán, en una playa de Cuba, en mayo de 1999, después de que este se hubiera supuestamente suicidado. Fueron publicadas por revista Veintitrés (en esos días perteneciente a Jorge Lanata).
-El testimonio de ex empleados de Don Alfredo que aseguran que este cruzó a Brasil el 20 de mayo de 1998.
-El acta de defunción de Yabrán con el nombre cambiado. En lugar de “Alfredo” dice “Alberto”. Otro dato: esa parte está borroneada.
-La aparición de correos electrónicos enviados a Wenceslao Bunge por un tal Carlos Nallib, hablando de “los negocios pendientes” y con el mismo lenguaje que Don Alfredo. Dos datos: el tercer nombre de Yabrán es Nallib y Bunge era su vocero.
-La aparición de una huella digital en el marco de una operación inmobiliaria a nombre de Yabrán. Nunca se pudo determinar si la huella era o no de este.
-El testimonio de una mujer que aseguró haber visto al empresario en Pinamar en 2008. Jorge Asís lo contó en su momento con lujo de detalles, aunque retocando ciertos nombres.
En fin, todo lo antedicho no prueba que Yabrán esté vivo, pero forma parte de una espectacular trama que merece ser repasada en vísperas de unas fiestas que carecen de información de relevancia.